Responsabilidad y Libertad
Hace unos meses me encargaron un proyecto para ayudar a los adolescentes a sobrellevar la situación derivada de la pandemia por el Covid-19, en el ámbito de una Escuela de Familias de un Instituto de Educación Secundaria. Una de las intervenciones giraba en torno a la Responsabilidad. Como no podía realizar un taller presencial y no podía desplazarme a dicho centro, me pidieron grabarme en vídeo hablando del tema, en formato Charla TED: breve, concisa e invitando a la reflexión.
Ante los hechos acontencidos en las últimas horas en mi país, España, derivados de la finalización del Estado de Alarma el pasado 9 de año, he decidido liberar una parte de esa charla para reflexionar aquí, en mi blog, sobre la relación entre Responsabilidad y Libertad. Y me gustaría hacerlo en primera persona, como si te lo estuviera contando a ti. Espero que te guste:
Me gustaría reflexionar contigo sobre un concepto importante pero que tal vez nunca te hayas parado a considerar. Y hoy es un concepto de máxima actualidad, porque tiene una enorme influencia en tu vida y en la mía, porque refleja cómo es nuestro mundo, nuestra sociedad compleja e interconectada. Me gustaría reflexionar sobre la Responsabilidad.
En primer lugar, me gustaría señalar algo obvio pero necesario: todo lo que decidimos hacer, todo lo que hacemos, tiene consecuencias. Nuestras acciones tienen siempre un resultado.
La Responsabilidad tiene como base la aceptación de las consecuencias de nuestras decisiones y nuestros actos. La aceptación es un paso más allá de la mera comprensión. Una persona puede comprender lo que puede llegar a ocurrir cuando toma una decisión, pero tal vez le cueste aceptarlo cuando el resultado se produce. Ser responsable supone, por tanto, aceptar los resultados que han acontecido a través de nuestras propias decisiones.
Ser responsable tiene una relación directa con tres capacidades:
- Capacidad para tomar decisiones: quien no puede o no sabe tomar decisiones, no puede ser considerado alguien responsable. Eso no significa que la persona que no puede o no sabe tomar decisiones, no tenga que asumir las consecuencias de lo que hace. Muchos comportamientos de algunas personas son irresponsables porque no se basan en una decisión consciente y racional.
- Capacidad para anticipar las consecuencias de nuestros actos: si no somos capaces de imaginar qué ocurrirá cuando decidimos algo, cuando hacemos algo, entonces tampoco estamos siendo responsables. Del mismo modo que antes, aunque no puedas anticipar las consecuencias, nada las evita, y tendrás que asumirlas igualmente.
- Capacidad para retrasar la recompensa: en muchas situaciones de la vida, los refuerzos no son inmediatos sino diferidos, aparcen tras sostener un comportamiento determinado durante un tiempo, de manera que es una muestra de responsabilidad ser capaz de esperar a que llegue la recompensa.
Ser responsables implica ir adquiriendo y perfeccionando estas capacidades, pero el no mostrarlas en plenitud, el no tenerlas desarrolladas, no nos libera del peso de las consecuencias, puesto que ellas son independientes de nuestra percepción de responsabilidad. De hecho, muchos de los aprendizajes que nos llevan a responsables derivan de la aparición de consecuencias que no esperábamos, de la experiencia de tomar decisiones cuyo resultado no nos agrada y, por supuesto, de vernos en la obligación de esperar a recibir una recompensa deseada.
La Responsabilidad depende del momento evolutivo en el que nos encontremos, puesto que al tratarse de una habilidad relacionada con la anticipación de consecuencias, es necesario un desarrollo adecuado de los lóbulos prefrontales de nuestro cerebro. Sin embargo, todos tomamos decisiones y tenemos capacidad de anticipar consecuencias desde muy temprano en nuestra vida, aunque existe y debe haber un progresivo perfeccionamiento de las habilidades que nos llevan a convertirnos en personas plenamente responsables.
Durante la adolescencia se producen modificaciones en nuestros cerebros que ayudan a ir adquiriendo una mayor complejidad en su funcionamiento, de manera que en esta etapa hemos de favorecer en lo posible la responsabilidad progresiva, adaptada a las posibilidades de cada uno, con el objetivo de favorecer la capacidad de hacerse cargo de sí mismo, por un lado, y de vivir en sociedad, por otro.
En el último año nos ha tocado vivir a todos una situación insólita, más cerca de una película de ciencia-ficción que de lo que hubiéramos esperado cualquiera de nosotros: una pandemia. Esta situación colectiva, que nos afecta a todos en todo el planeta, tiene una relación directa con el tema de la responsabilidad. Una vez confirmada la situación de pandemia, hemos tenido que ir tomando decisiones de forma jerárquica, de manera que hemos visto cómo, para no contraer el virus, enfermar o contribuir a su proliferación, nos metíamos en casa durante casi tres meses, sin apenas salir, sin ir al colegio, al instituto, o al trabajo (excepto algunos casos, los llamados trabajadores esenciales), sin ver a nuestros amigos o familiares, y observando cómo todo cambiaba ante nuestros ojos.
¿Cómo tomamos esa decisión, la de confinarnos en casa? Está claro que aquí la acción del Gobierno de España tuvo una influencia fundamental, puesto que puso en marcha el Estado de Alarma Nacional. Pero, ¿nos quedamos en casa solamente porque era obligatorio? ¿Porque temíamos las sanciones en caso de salir de casa? ¿O puede ser que comprendiéramos, desde el principio (o más adelante), que era una forma de prevenir los contagios? ¿Lo decidimos porque teníamos miedo a enfermar y morir? ¿Lo decidimos porque temíamos que enfermaran nuestros seres queridos?
Las personas que tomaron su decisión porque tenían miedo a enfermar, ¿estaban siendo responsables? En parte sí, aunque su responsabilidad era exclusivamente individual, se basaba en la anticipación de su propio sufrimiento, en la protección de su propia vida. Y eso, como hemos visto antes, está bien, dado que uno de los aprendizajes de la responsabilidad es hacerse cargo de uno mismo. Sin embargo, un aspecto más importante en el aprendizaje de la responsabilidad está más allá de nosotros mismos, tiene que ver con la capacidad para anticipar cómo nuestras decisiones afectarán a los demás. Esa responsabilidad prosocial es la que hemos de desarrollar para salir de esta situación de forma segura. Porque todos estamos conectados.
Cuando terminó el confinamiento poco a poco fuimos retomando algunas actividades cotidianas, pero con restricciones de todo tipo: usando mascarillas, lavándonos las manos con más frecuencia, procurando mantener una distancia física con los demás para evitar el contacto, e innumerables condiciones que han ido cambiando conforme las cifras iban disminuyendo o incrementando. Fue un cambio tremendo en nuestras rutinas, en nuestras costumbres más habituales. ¿Alguno de vosotros habría apostado porque llevaríamos mascarilla por la calle hace un año?
Nos adaptamos a vivir así. Es verdad que no es fácil. Es más, es muy duro. Vemos cómo nuestras vidas han cambiado radicalmente en los últimos 12 meses y no nos gusta; echamos de menos nuestro anterior estilo de vida y es comprensible. A pesar del enfado, de la rabia contenida, de la frustración, del deseo de recuperar espacios donde vivir como lo hacíamos, la mayoría seguimos comportándonos de manera que cumplimos con las restricciones, a pesar del enorme cambio que hemos tenido que asumir.
¿Por qué seguimos cumpliendo las normas, incluso cuando a veces nos han podido parecer difíciles de comprender? Porque tenemos la capacidad de anticipar consecuencias. ¿Qué pasaría si decidiéramos que, como es demasiado duro, vamos a hacer lo que nos parezca mejor para nosotros mismos? Imaginad, por ejemplo, que decido no utilizar más las mascarillas. ¿Qué ocurriría? En primer lugar, estaría asumiendo un riesgo individual, la posibilidad de ser contagiado, que enferme, que acabe en el hospital, etc. Por otro lado, podemos pensar en las posibles sanciones económicas que podría conllevar, por ejemplo, si pretendo utilizar el transporte público sin mascarilla; contando con que me dejaran entrar en la estación de metro o de tren, en el autobús, me arriesgaría a que me multaran y me expulsaran. Esta es una forma de anticipar consecuencias, de manera que podría pensar: “bueno, me la pongo para entrar en el metro y cuando salga en mi estación, me la quito”. Estaría cumpliendo las normas en ese momento sí, pero, ¿estaría siendo responsable?
Ser responsable se relaciona con la capacidad de anticipar múltiples consecuencias, sobre todo las que tienen que ver con los demás. ¿Cómo afectará mi decisión a las personas con las que vivo, con las que me relaciono, con las que voy a cruzarme cada día? Si soy completamente responsable, es decir, tomo mi decisión de forma consciente y aceptando las consecuencias de mis actos, estoy entonces asumiendo que puedo contagiarme y contagiar a quienes viven conmigo, que puedo hacer enfermar a mis abuelos y tal vez se mueran por mi decisión, que tal vez contagie a otros que a su vez hagan enfermar a otros muchos. ¿Cómo os sentís al pensar que otras personas pueden enfermar o morir por vuestra decisión y vuestros actos?
Es ahí donde la Responsabilidad Prosocial se convierte en un factor de protección en una situación como la que estamos viviendo. Cuando las personas os piden que seáis responsables os están pidiendo precisamente esto, que cultivéis la capacidad de anticipar las consecuencias de vuestras decisiones, de vuestras acciones, antes de ejecutarlas. Y, como todos vivimos en sociedad, la empatía, la compasión, la tolerancia a la frustración, la creatividad para construir nuevas formas de relacionarnos y vivir, serán recursos que tendremos que utilizar en el camino.
Quizá una de las reflexiones más importantes que podemos hacer acerca de la Responsabilidad es precisamente que está conectada con la Libertad. Vivir es una responsabilidad y ésta tiene que ver con el ejercicio de la libertad en sociedad. Aquel que es responsable, anticipa las consecuencias de sus decisiones y actos porque imagina cómo afectará a las personas de la sociedad en la que vive, y decide teniendo en cuenta lo que es mejor para sí mismo y para los demás con quienes convive en sociedad. Quien se comporta con este grado de Responsabilidad Prosocial es alguien libre. Y lo es porque acepta las consecuencias de su decisión y porque aunque no le guste hacerlo, demora la recomenpensa: acepta que, para proteger a su familia, a sus vecinos, a sus amigos, a sus conciudadanos, lo mejor es llevar mascarilla, verse menos, relacionarnos en lugares al aire libre, mantener la distancia física cuando estamos juntos, lavarse más las manos, etc.
Cumplir las normas que desde la comunidad científica se han recomendado es una muestra de la aceptación de mi Responsabilidad Prosocial. Decidir demorar mis deseos de contacto social, de llevar a cabo las actividades de ocio que antes podía hacer cuando quería, limitar mis actividades porque tengo en cuenta el impacto que tendrán en mi familia, en mi barrio, en mi comunidad, es un acto de Libertad y de Responsabilidad. Van unidas y son inseparables. Quien no actúa con responsabilidad no es libre.
Dado que como todas nuestras decisiones y acciones tienen consecuencias, aplicar nuestra Responsabilidad Prosocial es la manera más eficaz de influir positivamente en la convivencia con los demás. Podemos actuar sin pensar en qué vendrá a continuación, o podemos pensar solamente en nuestro beneficio, sin importar las consecuencias, y estaremos actuando de forma irresponsable. Pero estoy bastante seguro de que la mayoría de vosotros sois personas que deseáis dejar una huella positiva a vuestro alrededor, que deseáis encontrar un camino en el que influir de forma constructiva en el mundo en el que vivimos. Muchos de vosotros estaréis involucrados, de una manera u otra, en alguna causa de algún tipo. En la situación de pandemia mundial en la que estamos involucrados, son todas las tensiones que estamos experimentando en el último año: ¿de qué forma te gustaría contribuir a construir nuestra convivencia?
Tras lo vivido en los últimos días he pensado mucho si debía seguir “guardando” esta reflexión o compartirla para quien desee leerla. Finalmente he decidido omitir un par de párrafos, que estaban destinados al grupo de personas concreto a quienes me dirigía inicialmente. Es un texto sin ninguna pretensión, salvo tal vez invitar a reflexionar sin rabia, sin odio, sobre cómo podemos posicionarnos y seguir viviendo juntos, sintiéndonos seguros y respetando nuestras diferencias. Necesitamos utilizar nuestra autorregulación emocional y ponerla al servicio de la convivencia con los otros. Entiendo el cansancio de todo esto, entiendo el enfado por las diferentes razones que nos llevan a ello, pero seamos responsables y pensemos que juntos, entre todos, cuidándonos mutuamente, llegaremos antes a un escenario donde poder disfrutar de nuevo de todo lo que hemos estado demorando. Y al hacerlo así, también seremos libres.
Tony Corredera.
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