Hay Días…
Hay días en los que la vida pesa más…
Hay días en los que parece que no seremos capaces de aguantar en pie más que unas pocas horas, antes de rendirnos al agotamiento de llevar caminando demasiados días, semanas, e incluso meses sin pararte a pensarte. O ignorándote, a sabiendas de que algo no marcha como te gustaría.
Hay días, en los que una conversación inocente, una pequeña confusión sin mala intención, te traspasa por completo y sientes que tu fortaleza se tambalea. Los viejos fantasmas llaman a tu puerta para recordarte que nunca se han marchado y que siguen ahí. Diferentes tal vez, pero esperándote…
Hay días en los que parece que no queda esperanza, que todo por lo que has luchado no tiene importancia, porque no ves que el mensaje haya llegado, que lo que haces no conlleva la consecución de lo que esperabas, que a tu alrededor las cosas se marchitan sin que puedas evitarlo.
Si estás viviendo uno de esos días, te comprendo: es muy duro sentirse así.
Si hoy es uno de esos días, comprende que por más que te esfuerces, quizá hoy no puedas resolverlo todo… Y que no pasa nada. Está bien no poder con todo. No creas que eres la única persona que se siente así: ahora mismo, si te has identificado con algo de lo que has leído, hay más personas que se sienten como tú. Eso no debe suponer un consuelo, necesariamente, pero sí es un punto de partida. Si le ocurre a muchas personas, quizá podríamos pensar que no estás solo en este sendero lleno de niebla.
Quizá una cosa que te venga bien hoy es alzar tu voz para hablar de cómo te sientes, para expresar tus pensamientos y emociones, para que puedas corroborar que no todo lo que estás pensando ahora mismo, es todo lo que realmente hay. Y es que algunas veces, cuando compartimos con otra persona de confianza nuestras inquietudes, nuestros sentimientos y reflexiones, solamente al escucharnos en voz alta, sucede que ya tomamos distancia de todo lo que estábamos pensando y sintiendo. Si además nos escuchan plenamente, nos dan ese espacio para expresarnos y nos ofrecen un abrazo, unas palabras de ánimo o de consuelo, de apoyo, podemos empezar a darnos cuenta de otras cosas.
Y es que también hay días en los que hacemos cosas que son impresionantes.
Hay días donde nos sentimos capaces de nadar un océano de adversidades para llegar a nuestro lugar deseado. Y las hacemos. ¿Os dais cuenta de la cantidad de tiempo que pasamos no dándole importancia a todo lo que SÍ hacemos?
Hay días en los que vemos el mundo con compasión y sentimos el deseo de ayudar a quien lo necesite de forma incesante. Y también lo hacemos.
Hay días en los que, al sentirnos así, tal vez seamos las personas adecuadas para escuchar a quien lo necesita, para apoyar, para ofrecer palabras de ánimo y consuelo a quien lo necesite.
Y creedme: todos tenemos un poco de ambos días. Puede que incluso en el mismo día.
Tal vez hoy lo que quiero transmitir es que aunque no te sientas capaz de hacer todo lo que se supone que tenías previsto, o te sientas capaz de hacer todo lo que te propongas, a todos nos puede venir bien que nos recuerden que SOMOS (del verbo SER) importantes, valiosos y significativos, más allá de que hoy seamos o no capaces de hacer…
Todos pensamos a veces que no podemos más con nuestras vidas… Y todos pensamos a veces que somos capaces de cualquier cosa que nos propongamos. Como en un círculo eterno, nos movemos entre esos dos extremos (que se acaban tocando) la mayoría del tiempo en nuestras vidas. Esos contrastes son parte de la vida, son referencias para seguir buscando un equilibrio funcional entre lo que sucede en nuestra vida y cómo lo interpretamos, entre lo que somos capaces de cambiar y lo que hemos de aprender a aceptar…
Hoy es uno de esos días. Para ti, para mí. Para alguna persona con la que te vas a cruzar hoy.
Seamos amables.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn MoreSer Capaces
En 2021, en el VII Congreso Mundial de Psicología Positiva, que se llevó a cabo de forma online por la pandemia de la Covid-19, Martin Seligman pronunció una conferencia plenaria en la que habló del concepto Agency, que se relaciona con la importancia de las creencias de capacidad y su influencia en las acciones dirigidas a objetivos significativos. El planteamiento de Seligman, en esta conferencia, se basa en un estudio sobre diferentes épocas históricas, y cómo la influencia de ciertas corrientes de pensamiento, como el calvinismo, por ejemplo, movilizaban (o no) el progreso social, tecnológico o científico. Tal vez Agency sea un concepto que trasciende las creencias individuales y se relaciona con las creencias compartidas socialmente.
En ciertos momentos de la historia, esa creencia podría haber resultado fundamental para superar los presupuestos y consideraciones que todos en la sociedad daban por supuesto. Si las creencias compartidas giraban en torno a “no se puede”, el resultado sobre los individuos suponía muchas limitaciones en campos científicos de todo tipo. En otros momentos, la creencia compartida de ser capaces de hacer algo, influyó en las oportunidades para investigar cómo cambiar aspectos que se daban por sentado, “forzando” las creencias establecidas sobre lo “imposible” y encontrando soluciones a problemas específicos. Hubo un tiempo en que era imposible que las personas volaran. Hubo un tiempo en que era imposible curar “la enfermedad del costado” (la apendicitis). Hubo un tiempo en que correr 100 metros en menos de 10 segundos era imposible. ¿No pensáis que creer que es posible hacer cualquiera de esas cosas es un paso importante para llegar a lograrlas?
Sentirnos capaces de hacer algo es en realidad un conjunto de pensamientos concretos, un diálogo interno específico, que genera una creencia fundamental de capacidad; ser capaces, por tanto, tiene que ver con creer que somos capaces. ¿Y cómo construimos esa creencia? Que creamos que somos capaces de algo tiene que ver con varios factores:
- Haber tenido la experiencia previa de haber logrado lo mismo o algo similar. Si hemos planteado ese objetivo anteriormente, o bien uno similar, y lo hemos conseguido, es más probable que pensemos que somos capaces de hacer.
- Imaginar el recorrido y la consecución del objetivo de forma exitosa. Esta proyección de nuestra imaginación hacia el futuro nos permite planificar el camino, prever dificultades y anticipar potenciales cambios.
- Tener confianza en nuestras capacidades y competencias, que parte del autoconocimiento de nosotros mismos, nuestras fortalezas personales, nuestros recursos y fuentes de apoyo.
Cuando percibimos que somos capaces de hacer algo, aumenta la probabilidad de que intentemos objetivos considerados “difíciles” o “imposibles”. A esa percepción se la conoce como Autoeficacia y está directamente relacionada con el concepto Autoestima.
¿Qué Fortalezas Personales pueden ayudarnos a desarrollar nuestra Autoeficacia?
- Optimismo, para desarrollar un estilo de afrontamiento de los retos y desafíos que facilite las acciones necesarias para alcanzar las metas propuestas. La base sobre la que creamos una predisposición optimista o pesimista son los Estilos Atributivos, que hacen referencia a la tendencia que cada persona tiene a la hora de explicar lo que ocurre en nuestras vidas. Para desarrollar un Optimismo Inteligente es necesario un estilo atributivo flexible, que nos ayude a afrontar la adversidad del camino hacia las metas, así como una creencia básica de que “la mayor parte del tiempo, para la mayoría de las acciones pertinentes, depende de mí“. El Estilo Atributivo contiene 3 variables:
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- Personalización: es la tendencia a atribuir lo que ocurre a causas internas (lo que conocemos como Locus de Control Interno) o externas.
- Amplitud: hace referencia al alcance que tendrá la situación, de forma que podemos hacer atribuciones universales o a desarrollar explicaciones específicas.
- Permanencia: es una variable que se relaciona con la creencia de cuánto durará la situación, de forma que hacemos atribuciones permanentes o circunstanciales.
Una combinación concreta de las variables genera un estilo atributivo que puede generar tendencias Optimistas o Pesimistas. Si nos proponemos una meta u objetivo, un estilo atributivo interno (puedo lograrlo porque depende sobretodo de mí), específico (se trata de un objetivo concreto) y permanente (tengo la capacidad de alcanzar los objetivos que me propongo), hará que creamos posible llegar a la meta de forma adecuada.
- Perseverancia, ya que cuando nos planteamos un objetivo a largo plazo pueden existir momentos donde sintamos aburrimiento, cansancio, deseo de abandonar, relacionados con la dificultad del objetivo o con el hecho de que los resultados y el éxito llegarán mucho más adelante. Esta fortaleza nos facilita mantenernos en las acciones necesarias para lograr el objetivo que nos hemos propuesto.
- Perspectiva, que nos puede ayudar a ver dificultades en el camino, aceptar lo que no se puede hacer en el momento actual, de forma que busquemos caminos alternativos.
Es muy importante, además, que estas Fortalezas concretas, u otras que podamos considerar que facilitan la construcción de la creencia de capacidad a la que hacemos referencia, estén en un adecuado equilibrio. Esa combinación equilibrada de Fortalezas es la que ayuda a crear una autoeficacia ajustada: la percepción de que puedo hacer cosas, que tengo opciones para actuar en las situaciones, conociendo y aceptando también los aspectos en los que no puedo influir.
La influencia de lo que otras personas consideran posible o imposible es un factor importante a tener en cuenta. Un entorno facilitador, estimulante, que anima a las personas a explorar las posibilidades, a imaginar realidades diferentes y alternativas, que impulsa el acceso a los intentos, que observa los errores no como fracasos insoportables sino como parte del aprendizaje, posiblemente ayuda al desarrollo de la autoeficacia necesaria (individual y grupal) para iniciar y mantener el camino hacia los objetivos que nos proponemos.
Agency podría ser el término que englobe una nueva cultura de personas con alta autoeficacia, con una percepción compartida de que se pueden mejorar las cosas implementando nuevas ideas, investigando cómo resolver problemas, enfocándose más en la posibilidades para actuar y reconociendo las limitaciones de las situaciones.
Hace unos años conocí a una persona, para la que yo tenía que desarrollar unos materiales didácticos. Existían materiales similares, con objetivos parecidos, pero mi idea era hacer algo lo más original posible, porque pensaba que podía hacerlo. Cuando compartía algunas ideas con esta persona, su discurso era: “no te compliques, ya está todo inventado, mira en internet“. Si hubiera seguido su enfoque, nunca habría apostado por hacer algo diferente y original. Por suerte, a mi lado también había personas que me daban su confianza para desarrollar mis propias ideas y crear materiales originales. Esas personas, que facilitan la creatividad, que dan permiso a explorar nuevas posibilidades, que ofrecen confianza y alientan cuando hay baches, son las que ayudan a crear nuevas realidades, las que construyen culturas que fomentan diferentes formas de enfocar la vida.
Como especie, los seres humanos estamos en un momento de la Historia donde necesitamos enfocarnos en resolver problemas globales, que nos afectan a todos ahora mismo y que lo van a hacer a futuras generaciones. Crear y mantener un discurso personal, social y cultural, basado en la idea de “no se puede hacer nada“, generará conformismo e indefensión aprendida. Sin embargo, si cada uno de nosotros, desde la posición que ocupamos, facilitamos un discurso que genere influencia positiva en torno a la creación de autoeficacia, que potencie el conocimiento de las fortalezas de los individuos, su uso equilibrado, que ayude a crear una cultura basada en la exploración de lo que sí es posible, que acepte que el error es una parte del proceso y que no lo censure… Si creemos que podemos resolver los problemas a los que nos enfrentamos, ¿creéis que podremos llegar a resolverlos a pesar de la dificultad que entrañen?
Para llegar a resolver todas esas situaciones necesitamos desarrollar la creencia de que somos capaces de afrontarlas y resolverlas. ¿Quién puede facilitar que desarrollemos esa creencia? ¿Quién puede ayudarnos a crear autoeficacia? Todos hemos podido conocer a personas en nuestros entornos, a lo largo de nuestras vidas, que hayan sido facilitadores del desarrollo de esa creencia: nuestras familias, nuestros amigos, nuestros profesores… Ahora pensad, ¿cómo podéis influir en el desarrollo de esa cultura de Agency desde la posición que ocupáis? ¿Sobre quién vais a ejercer una influencia positiva al enseñarle qué está en su mano hacer para cambiar el mundo?
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn MoreLo malo de lo bueno y lo bueno de lo malo
Durante los últimos 8 años, por estas fechas, a principios de año, he tenido el privilegio de participar como docente en un Programa Universitario de Postgrado, donde imparto un módulo sobre Psicología Positiva. Cada año, un grupo de alumnas nuevo me transmite su ilusión por aprender sobre Psicología Positiva; dedicamos unas horas a los modelos teóricos principales y su evolución, el contexto histórico, el estado actual de la investigación y, por supuesto, las aplicaciones prácticas en diferentes contextos, desde la educación hasta la terapia.
Cada año me sorprende comprobar cómo aparecen debates sobre las críticas hacia la Psicología Positiva que se repiten de forma estática: sus orígenes estadounidenses y la relación con el capitalismo, el excesivo individualismo de su enfoque, la relación inexistente con Mr. Wonderful y la positividad tóxica, etc. En el aula supone una oportunidad muy interesante de reflexionar juntos sobre estos asuntos, pero no puedo evitar pensar en la repetición cíclica, cada año, del mismo debate. Me da la impresión de que la ausencia de una estrategia de divulgación adecuada ha causado este efecto un tanto “perverso“: en el imaginario colectivo de la sociedad ha calado la idea de la Psicología Positiva es superficial, que consiste en unas “frasecitas positivas” comercializadas en tazas de café.
Desde que, en 1999, Martin Seligman hablara por primera vez de Psicología Positiva y de la intención de un grupo de psicólogos de estudiar los aspectos agradables de la vida, siempre se ha dejado claro que el objetivo es buscar un equilibrio entre los aspectos desagradables, disfuncionales y negativos de la vida, y los aspectos agradables, funcionales y positivos de la misma. Cuando supe por primera vez de la existencia de la Psicología Positiva, corría el año 2005, cuando estudiaba el primer año de mi Master en Psicología Clínica y de la Salud. Todo lo que empecé a investigar desde entonces, todo lo que leía, remarcaba constantemente la intención de buscar el equilibrio en la experiencia humana. Del mismo modo que estudiamos los problemas psicológicos, ¿por qué no estudiar también lo que hace que la vida merezca la pena? Igual que estudiamos el malestar, ¿por qué no estudiar el bienestar?
“La Psicología Positiva es el estudio científico del funcionamiento humano óptimo“.
Como estudiante, hasta ese momento, siempre me quedaba la sensación de que había todo un desarrollo teórico, unas herramientas prácticas y eficaces de intervención, para reducir el malestar…, pero una vez conseguido, ¿se supone que el bienestar aparecía? ¿La eliminación del malestar suponía la aparición del bienestar? Cuando empecé a trabajar con pacientes me acompañaba una sensación que observaba cuando las personas reducían su malestar: me daba cuenta de que en muchos casos el bienestar no aparecía solo por eliminar el malestar. Es más, algunos pacientes no sabían de qué modo podían cultivar su propio bienestar.
Uno de los descubrimientos más interesantes que han constatado en diferentes universidades del mundo es que el bienestar y el malestar no son una línea dentro del mismo continuo, sino que son dos líneas, dos variables independientes, lo que significa que aunque se reduzca o elimine el malestar, el bienestar no tiene porqué aparecer. Esto supone que, desde el punto de vista de las intervenciones, se pueden proponer estrategias que permitan reducir el malestar combinadas con otras que faciliten el desarrollo del bienestar, de forma complementaria.
En los 24 años que han transcurrido desde la primera propuesta formal de estudiar los aspectos “positivos” de la experiencia humana, la Psicología Positiva como ámbito de la investigación científica nos ha ofrecido muchos resultados interesantes, útiles y sostenibles para desarrollar el bienestar en las personas y los grupos. Cada vez más personas, en todo el mundo, están investigando y aplicando desarrollos cuyo enfoque principal es la Psicología Positiva, ofreciendo resultados interesantes en culturas tan distintas como la estadounidense, la surcoreana, la australiana, la india o la europea. Los contextos sociales y culturales son estudiados cada vez con más detalle, se tienen en cuenta en la implementación de aplicaciones para que sea posible encontrar una serie de intervenciones sistemáticas que ayuden a desarrollar el bienestar en las personas dentro sus contextos. Por ejemplo: ¿qué condiciones son necesarias para que llevar un Diario de Gratitudes genere una respuesta de bienestar sostenible? ¿Es igual para todo el mundo o depende de sus circunstancias?
Un descubrimiento que siempre me ha fascinado es el de la Adaptación Hedónica, que es la tendencia humana a acostumbrarse a los estímulos agradables y positivos, de tal modo que pasado un tiempo pierden intensidad hasta casi no generar ningún efecto en nosotros. Este concepto explica porqué deja de resultarnos estimulante ciertos estímulos placenteros, porqué nos cansamos de las rutinas de bienestar y porqué necesitamos variarlas o introducir novedades en nuestras vidas cada cierto tiempo. Podríamos aquí hablar de lo malo de lo bueno, en relación al hecho de que las cosas que nos gustan pueden llegar a aburrirnos. Desde este punto de vista, hay quien propondría incrementar los estímulos exponencialmente y así mantener los niveles de malestar; sin embargo, lo que los diferentes estudios al respecto muestran es todo lo contrario. Un exceso de estímulos potencialmente positivos puede tener un efecto tan negativo en nosotros como una falta de estímulos positivos. Es necesario, una vez más, encontrar un equilibrio particular para mantener un nivel de bienestar subjetivo adecuado.
Los diferentes estudios sobre el hiperoptimismo, que conlleva una toma de decisiones temeraria con potenciales resultados catastróficos, así como la dificultad para manejar emociones eufóricas y agradables espontáneas tras un periodo de malestar prolongado, señalan la necesidad, una vez más, de un equilibrio en el funcionamiento óptimo en las personas. De eso va la Psicología Positiva, de equilibrio, de ampliar la mirada mas allá de la reducción del malestar, de valorar y apreciar lo bueno de nuestras vidas, sin exigirnos una experiencia de felicidad plena y constante.
En esa búsqueda de equilibrio, en ese camino hacia el funcionamiento óptimo, también hemos de aprender a ver lo bueno de lo malo. Uno de los mayores malentendidos, donde más polémica surgen en casi cualquier ocasión en la que participo de una conversación o debate sobre Psicología Positiva, es sobre la cuestión de las emociones. Cuando cualquier profesional de la psicología habla de emociones positivas o emociones negativas, no está, bajo ningún concepto, insinuando que hay unas emociones “buenas” y unas emociones “malas”. Sin embargo, el debate estéril que surge de ahí tiene que ver con el intento de “colarnos” que la Psicología Positiva pretende únicamente hablar de emociones positivas, potenciar las emociones positivas e ignorar las emociones que no entren en la categoría de “positiva”. No he conocido ningún especialista en este campo que haya hecho este tipo de afirmaciones JAMÁS.
Tal vez podríamos hablar de “Emociones Agradables” y “Emociones Desagradables”, o bien de “Emociones Eufóricas” y “Emociones Disfóricas”. Creo que la terminología es menos relevante que el uso que hagamos de la misma.
Todas las emociones son funcionales y nos ayudan a adaptarnos a los diferentes contextos y situaciones de la vida. Lo bueno de experimentar tristeza, lo bueno de experimentar ansiedad, lo bueno de experimentar ira, es que cada una de esas emociones está diseñada evolutivamente para ayudarnos a adaptarnos. Cada emoción, agradable o desagradable, contiene una información útil acerca de nosotros mismos y de la situación en la que estamos, y parte del trabajo con las emociones es aprender a reconocer y comprender dicha información. Experimentar tristeza o asco es tan importante y adaptativo como experimentar alegría o tranquilidad. Las funciones específicas que tienen estas diferentes emociones sí son distintas, así como sus mecanismos de influencia. Y hay que aprender a gestionarlas, unas y otras. Ya he hecho referencia anteriormente a un mal manejo de las emociones eufóricas si no estoy acostumbrado a experimentarlas: puede tener consecuencias catastróficas.
Este año he querido escribir sobre las sensaciones que tengo al respecto de la falta de evolución en las críticas hacia la Psicología Positiva y la percepción que existe socialmente sobre ella. La vinculación que las personas hacen de Psicología Positiva y Mr. Wonderful, el positivismo tóxico o la autoayuda, no hacen sino profundizar en mi idea de una mayor implicación en la labor de divulgación, desde mi pequeño lugar en el mundo. Creo que quienes nos dedicamos a la Psicología, y quienes trabajamos desde el ámbito de la Psicología Positiva, tenemos que aceptar la responsabilidad de divulgar mejor sobre nuestro trabajo, sobre las investigaciones en las que se basa nuestro trabajo, y hacerlo con más frecuencia y claridad. Tal vez este post sea mi forma de establecer una Declaración de Intenciones respecto a 2023. Espero que estas reflexiones iniciales sean solo el punto de partida, que os genere curiosidad e interés y que abramos un debate constructivo entre quienes tenemos interés en el ámbito de la Psicología Positiva.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn MoreExpectativas
Durante las primeras semanas de trabajo en consulta de este 2022, muchas personas han expresado sentirse agotadas tras las festividades de las últimas navidades. Ha sido bastante habitual que muchas de ellas expresaran:
Estamos a primeros de año y ya siento un agotamiento brutal…
En las conversaciones que he tenido durante estos días, procurábamos reflexionar sobre lo que había sucedido durante las fiestas, incluso durante todo el mes de diciembre. Me contaban que habían podido reunirse con sus familias, o que no habían podido reunirse por razones relacionadas con el Covid-19; me contaban que se habían sentido extrañas, como fuera de lugar, durante las reuniones con su familia, o que habían vivido con angustia o con ansiedad los días previos a las “fechas clave”, por temor a estar contagiados y no poder reunirse.
Como he tenido muchas veces esta conversación en la última semana, os presento una versión de la misma, que creo que resulta explicativa:
- Entonces, ¿ha sido como esperabas?
- No, desde luego que no.
- ¿Cómo te habías imaginado que serían estas navidades?
- Pues… no sé, sobretodo pensaba que me sentiría bien al ver a mi familia. Fueron días muy tensos los previos a Nochevieja porque no quería faltar a la cena con la familia, pero en cualquier momento te puedes contagiar de Covid y echar al traste la reunión, con la ilusión que nos hacía desde hacía meses.
- Entonces, los días previos a la Nochevieja, estabas pensando que tal vez no podrías reunirte con tu familia. ¿Qué sentías al pensarlo?
- Bufff, angustia, como un nudo en el estómago; y miedo, y frustración, y ansiedad…
- Un auténtico “cocktail” emocional.
- Sí, y sin saber si, haciendo todo bien, no se contagiará otro familiar y no pueda venir tampoco a la cena.
- Así que también, con todo eso que pensabas y sentías, le podemos sumar la sensación de no controlar el resultado final.
- Totalmente.
- Pero finalmente, sí pudisteis estar todos juntos.
- Asi es. Nos hicimos test de antígenos y fueron todos negativos. Aunque no fuera una garantía total, al menos cenamos juntos.
- ¿Y pudiste disfrutarlo?
- No del todo.
- ¿Y eso?
- Porque era “raro”. No me sentía cómodo abrazando a mi familia, así que apenas los saludé. Los echo de menos, quiero abrazarlos, pero me da miedo que se contagien. Separamos un poco los espacios entre comensales, teníamos las ventanas abiertas, algunas personas de la familia no se quitaban las mascarillas excepto para comer. Se notaba la tensión. Era muy difícil…
- Lo describes como una alegría contenida.
- Sí. Al menos pudimos estar juntos.
- Es verdad.
- ¿Sabes una cosa? Me siento un poco culpable al decirlo así pero me parece que las navidades pasadas fueron más fáciles. Sí, fueron muy tristes y duras, es verdad, pero ya lo teníamos claro desde meses antes: nosotros decidimos que no nos íbamos a reunir.
- Quizá tengas razón y aunque fueron más tristes, el año pasado resultó más fácil. Tiene que ver con las expectativas. El año pasado asumiste que no podrías reunirte y ajustaste tus expectativas para sobrellevarlo. Este año, por lo que dices, tanto tu familia como tú teníais la expectativa de reuniros desde hace bastante tiempo, pero cuando en diciembre se dispararon los contagios de Covid-19 todos dudasteis (dudamos) de que pudiera cumplirse. Y al no poder controlar las variables por completo, ha habido una sensación de incertidumbre extrema en las semanas previas a las navidades, que se ha mantenido durante las semanas que han durado las festividades. ¿Crees que no poder ajustar tus expectativas a lo que deseabais ha dificultado la experiencia?
- Si, es así por completo.
- ¿Y ahora? Una vez pasadas estas fechas, ¿cómo te sientes?
- Totalmente agotado. No tengo fuerzas. Me cuesta todo un mundo. Es pensar en levantarme mañana y me pesa todo el cuerpo…
Obviamente, esta conversación ficticia no representa con fidelidad la diversidad de opciones que cada persona ha experimentado, pero representa bien no solo la vivencia de estas navidades para muchas personas, o el agotamiento con el que afrontan este inicio de año, sino también el efecto que las expectativas han tenidos en todos nosotros en las últimas semanas. Y no ha resultado fácil ajustarlas porque dicho ajuste pasaba por gestionar emociones diferentes: ilusión, miedo, frustración, rabia, tristeza…
Muchas personas creen que ajustar las expectativas es no esperar nada de los demás ni de las situaciones, eliminando así la ilusión y la esperanza de la ecuación. En parte, esa creencia de ajustar las expectativas a cero se basa en la supuesta eliminación de la frustración y en la posibilidad de que si luego la cosa va más o menos bien, “eso que me llevo“. Pero vivir sin esperar nada de la vida, es muy duro. No solo porque sea difícil, sino porque desequilibra nuestras percepciones, generando una sensación de que en la vida la “norma” es que pasen cosas malas y la excepción es que pasen cosas buenas. Esa sesgo cognitivo de sobregeneralización es peligroso, puesto que sienta las bases de una visión pesimista del mundo, demasiado cerrada para apreciar la posibilidad de que lo “bueno” también ocurre.
No se puede vivir sin expectativas. Cuando en 2020 afrontamos la navidad con las expectativas ajustadas sabíamos lo que podíamos esperar, lo que nos generó una sensación de control. Estás navidades, en 2021, no pudimos hacer un adecuado ajuste de expectativas por los rápidos y hasta cierto punto inesperados cambios en el número de contagios, de manera que nos ha expuesto a una incertidumbre extrema. En esta incertidumbre hay que adaptarse con más rapidez a cambios continuados, lo que implica una gestión eficiente de emociones como la sorpresa, el enfado, la frustración, ante lo que aparece novedoso. También hay que seguir viviendo y eso supone, cuando la adaptación a la situación implica aceptar una pérdida, convivir con la tristeza. Pretender no tener ninguna expectativa parte del deseo de no querer sentir nada de esto; y aunque nos empeñemos, negar que sentimos lo que sentimos, ignorar nuestras emociones, minusvalorar que las sentimos porque “no deberíamos sentirnos así” supone un enorme desgaste.
Como parte del afrontamiento de esta situación, el agotamiento se ha manifestado como falta de motivación para afrontar las tareas del día del día, pensamientos de anticipación de sobre la falta de deseo para ir a trabajar o levantarse por las mañanas, estado de ánimo triste, anhedonia en algunos casos, dificultades para conciliar el sueño, sensación de agitación o nerviosismo, dificultades de concentración, etc., todos ellos en una intensidad moderada.
Estas emociones, estas sensaciones y pensamientos, dificultan la experiencia del día a día; la tendencia a “menospreciar” dichos síntomas, a no tenerlos en cuenta porque “hay gente que está mucho peor“, solo empeora la situación. Aunque sean leves, hemos de procurar poner en marcha algunos de nuestros recursos para reducir su impacto, y no tanto para eliminarlos. Estos síntomas son una consecuencia de la situación que estamos viviendo, pero también son una parte del proceso de cambio y adaptación a la misma. Y dicha adaptación no consiste en resignarse, encogernos de hombros y decirnos: “esto es lo que hay“.
El ajuste adecuado de expectativas a la situación de incertidumbre, al agotamiento, a la vuelta a nuestra realidad, debe partir de la aceptación de lo que estamos experimentando, para poder manejarlo; pero después, también hemos de desarrollar recursos de afrontamiento óptimos: no exigirnos estar como no podemos estar, sino que, partiendo de cómo me siento, poner en marcha algunas rutinas posibles que puedan generar emociones agradables, sensaciones positivas y que faciliten la posibilidad de generar pensamientos de ilusión y esperanza.
En algunas de mis siguientes publicaciones quiero compartir mis reflexiones sobre cómo gestionar la incertidumbre, las emociones que emergen como consecuencia de vivir percibiendo esa falta de locus de control interno, así como el diseño de propuestas para lidiar con ello. Porque, quienes me conocen mejor, saben que suelo decir que “la clave del éxito está en aprender a gestionar la incertidumbre“.
Por supuesto, mis publicaciones no sustituyen en ningún caso el proceso de terapia para quien lo pueda necesitar, individualizado, exhaustivo en su evaluación y con un diseño de intervención específico de cada persona. Quiero que este 2022, el blog sea un lugar de reflexión compartida, primero conmigo mismo, pero también para toda persona que tenga ganas de de participar. Os espero.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn MoreResponsabilidad y Libertad
Hace unos meses me encargaron un proyecto para ayudar a los adolescentes a sobrellevar la situación derivada de la pandemia por el Covid-19, en el ámbito de una Escuela de Familias de un Instituto de Educación Secundaria. Una de las intervenciones giraba en torno a la Responsabilidad. Como no podía realizar un taller presencial y no podía desplazarme a dicho centro, me pidieron grabarme en vídeo hablando del tema, en formato Charla TED: breve, concisa e invitando a la reflexión.
Ante los hechos acontencidos en las últimas horas en mi país, España, derivados de la finalización del Estado de Alarma el pasado 9 de año, he decidido liberar una parte de esa charla para reflexionar aquí, en mi blog, sobre la relación entre Responsabilidad y Libertad. Y me gustaría hacerlo en primera persona, como si te lo estuviera contando a ti. Espero que te guste:
Me gustaría reflexionar contigo sobre un concepto importante pero que tal vez nunca te hayas parado a considerar. Y hoy es un concepto de máxima actualidad, porque tiene una enorme influencia en tu vida y en la mía, porque refleja cómo es nuestro mundo, nuestra sociedad compleja e interconectada. Me gustaría reflexionar sobre la Responsabilidad.
En primer lugar, me gustaría señalar algo obvio pero necesario: todo lo que decidimos hacer, todo lo que hacemos, tiene consecuencias. Nuestras acciones tienen siempre un resultado.
La Responsabilidad tiene como base la aceptación de las consecuencias de nuestras decisiones y nuestros actos. La aceptación es un paso más allá de la mera comprensión. Una persona puede comprender lo que puede llegar a ocurrir cuando toma una decisión, pero tal vez le cueste aceptarlo cuando el resultado se produce. Ser responsable supone, por tanto, aceptar los resultados que han acontecido a través de nuestras propias decisiones.
Ser responsable tiene una relación directa con tres capacidades:
- Capacidad para tomar decisiones: quien no puede o no sabe tomar decisiones, no puede ser considerado alguien responsable. Eso no significa que la persona que no puede o no sabe tomar decisiones, no tenga que asumir las consecuencias de lo que hace. Muchos comportamientos de algunas personas son irresponsables porque no se basan en una decisión consciente y racional.
- Capacidad para anticipar las consecuencias de nuestros actos: si no somos capaces de imaginar qué ocurrirá cuando decidimos algo, cuando hacemos algo, entonces tampoco estamos siendo responsables. Del mismo modo que antes, aunque no puedas anticipar las consecuencias, nada las evita, y tendrás que asumirlas igualmente.
- Capacidad para retrasar la recompensa: en muchas situaciones de la vida, los refuerzos no son inmediatos sino diferidos, aparcen tras sostener un comportamiento determinado durante un tiempo, de manera que es una muestra de responsabilidad ser capaz de esperar a que llegue la recompensa.
Ser responsables implica ir adquiriendo y perfeccionando estas capacidades, pero el no mostrarlas en plenitud, el no tenerlas desarrolladas, no nos libera del peso de las consecuencias, puesto que ellas son independientes de nuestra percepción de responsabilidad. De hecho, muchos de los aprendizajes que nos llevan a responsables derivan de la aparición de consecuencias que no esperábamos, de la experiencia de tomar decisiones cuyo resultado no nos agrada y, por supuesto, de vernos en la obligación de esperar a recibir una recompensa deseada.
La Responsabilidad depende del momento evolutivo en el que nos encontremos, puesto que al tratarse de una habilidad relacionada con la anticipación de consecuencias, es necesario un desarrollo adecuado de los lóbulos prefrontales de nuestro cerebro. Sin embargo, todos tomamos decisiones y tenemos capacidad de anticipar consecuencias desde muy temprano en nuestra vida, aunque existe y debe haber un progresivo perfeccionamiento de las habilidades que nos llevan a convertirnos en personas plenamente responsables.
Durante la adolescencia se producen modificaciones en nuestros cerebros que ayudan a ir adquiriendo una mayor complejidad en su funcionamiento, de manera que en esta etapa hemos de favorecer en lo posible la responsabilidad progresiva, adaptada a las posibilidades de cada uno, con el objetivo de favorecer la capacidad de hacerse cargo de sí mismo, por un lado, y de vivir en sociedad, por otro.
En el último año nos ha tocado vivir a todos una situación insólita, más cerca de una película de ciencia-ficción que de lo que hubiéramos esperado cualquiera de nosotros: una pandemia. Esta situación colectiva, que nos afecta a todos en todo el planeta, tiene una relación directa con el tema de la responsabilidad. Una vez confirmada la situación de pandemia, hemos tenido que ir tomando decisiones de forma jerárquica, de manera que hemos visto cómo, para no contraer el virus, enfermar o contribuir a su proliferación, nos metíamos en casa durante casi tres meses, sin apenas salir, sin ir al colegio, al instituto, o al trabajo (excepto algunos casos, los llamados trabajadores esenciales), sin ver a nuestros amigos o familiares, y observando cómo todo cambiaba ante nuestros ojos.
¿Cómo tomamos esa decisión, la de confinarnos en casa? Está claro que aquí la acción del Gobierno de España tuvo una influencia fundamental, puesto que puso en marcha el Estado de Alarma Nacional. Pero, ¿nos quedamos en casa solamente porque era obligatorio? ¿Porque temíamos las sanciones en caso de salir de casa? ¿O puede ser que comprendiéramos, desde el principio (o más adelante), que era una forma de prevenir los contagios? ¿Lo decidimos porque teníamos miedo a enfermar y morir? ¿Lo decidimos porque temíamos que enfermaran nuestros seres queridos?
Las personas que tomaron su decisión porque tenían miedo a enfermar, ¿estaban siendo responsables? En parte sí, aunque su responsabilidad era exclusivamente individual, se basaba en la anticipación de su propio sufrimiento, en la protección de su propia vida. Y eso, como hemos visto antes, está bien, dado que uno de los aprendizajes de la responsabilidad es hacerse cargo de uno mismo. Sin embargo, un aspecto más importante en el aprendizaje de la responsabilidad está más allá de nosotros mismos, tiene que ver con la capacidad para anticipar cómo nuestras decisiones afectarán a los demás. Esa responsabilidad prosocial es la que hemos de desarrollar para salir de esta situación de forma segura. Porque todos estamos conectados.
Cuando terminó el confinamiento poco a poco fuimos retomando algunas actividades cotidianas, pero con restricciones de todo tipo: usando mascarillas, lavándonos las manos con más frecuencia, procurando mantener una distancia física con los demás para evitar el contacto, e innumerables condiciones que han ido cambiando conforme las cifras iban disminuyendo o incrementando. Fue un cambio tremendo en nuestras rutinas, en nuestras costumbres más habituales. ¿Alguno de vosotros habría apostado porque llevaríamos mascarilla por la calle hace un año?
Nos adaptamos a vivir así. Es verdad que no es fácil. Es más, es muy duro. Vemos cómo nuestras vidas han cambiado radicalmente en los últimos 12 meses y no nos gusta; echamos de menos nuestro anterior estilo de vida y es comprensible. A pesar del enfado, de la rabia contenida, de la frustración, del deseo de recuperar espacios donde vivir como lo hacíamos, la mayoría seguimos comportándonos de manera que cumplimos con las restricciones, a pesar del enorme cambio que hemos tenido que asumir.
¿Por qué seguimos cumpliendo las normas, incluso cuando a veces nos han podido parecer difíciles de comprender? Porque tenemos la capacidad de anticipar consecuencias. ¿Qué pasaría si decidiéramos que, como es demasiado duro, vamos a hacer lo que nos parezca mejor para nosotros mismos? Imaginad, por ejemplo, que decido no utilizar más las mascarillas. ¿Qué ocurriría? En primer lugar, estaría asumiendo un riesgo individual, la posibilidad de ser contagiado, que enferme, que acabe en el hospital, etc. Por otro lado, podemos pensar en las posibles sanciones económicas que podría conllevar, por ejemplo, si pretendo utilizar el transporte público sin mascarilla; contando con que me dejaran entrar en la estación de metro o de tren, en el autobús, me arriesgaría a que me multaran y me expulsaran. Esta es una forma de anticipar consecuencias, de manera que podría pensar: “bueno, me la pongo para entrar en el metro y cuando salga en mi estación, me la quito”. Estaría cumpliendo las normas en ese momento sí, pero, ¿estaría siendo responsable?
Ser responsable se relaciona con la capacidad de anticipar múltiples consecuencias, sobre todo las que tienen que ver con los demás. ¿Cómo afectará mi decisión a las personas con las que vivo, con las que me relaciono, con las que voy a cruzarme cada día? Si soy completamente responsable, es decir, tomo mi decisión de forma consciente y aceptando las consecuencias de mis actos, estoy entonces asumiendo que puedo contagiarme y contagiar a quienes viven conmigo, que puedo hacer enfermar a mis abuelos y tal vez se mueran por mi decisión, que tal vez contagie a otros que a su vez hagan enfermar a otros muchos. ¿Cómo os sentís al pensar que otras personas pueden enfermar o morir por vuestra decisión y vuestros actos?
Es ahí donde la Responsabilidad Prosocial se convierte en un factor de protección en una situación como la que estamos viviendo. Cuando las personas os piden que seáis responsables os están pidiendo precisamente esto, que cultivéis la capacidad de anticipar las consecuencias de vuestras decisiones, de vuestras acciones, antes de ejecutarlas. Y, como todos vivimos en sociedad, la empatía, la compasión, la tolerancia a la frustración, la creatividad para construir nuevas formas de relacionarnos y vivir, serán recursos que tendremos que utilizar en el camino.
Quizá una de las reflexiones más importantes que podemos hacer acerca de la Responsabilidad es precisamente que está conectada con la Libertad. Vivir es una responsabilidad y ésta tiene que ver con el ejercicio de la libertad en sociedad. Aquel que es responsable, anticipa las consecuencias de sus decisiones y actos porque imagina cómo afectará a las personas de la sociedad en la que vive, y decide teniendo en cuenta lo que es mejor para sí mismo y para los demás con quienes convive en sociedad. Quien se comporta con este grado de Responsabilidad Prosocial es alguien libre. Y lo es porque acepta las consecuencias de su decisión y porque aunque no le guste hacerlo, demora la recomenpensa: acepta que, para proteger a su familia, a sus vecinos, a sus amigos, a sus conciudadanos, lo mejor es llevar mascarilla, verse menos, relacionarnos en lugares al aire libre, mantener la distancia física cuando estamos juntos, lavarse más las manos, etc.
Cumplir las normas que desde la comunidad científica se han recomendado es una muestra de la aceptación de mi Responsabilidad Prosocial. Decidir demorar mis deseos de contacto social, de llevar a cabo las actividades de ocio que antes podía hacer cuando quería, limitar mis actividades porque tengo en cuenta el impacto que tendrán en mi familia, en mi barrio, en mi comunidad, es un acto de Libertad y de Responsabilidad. Van unidas y son inseparables. Quien no actúa con responsabilidad no es libre.
Dado que como todas nuestras decisiones y acciones tienen consecuencias, aplicar nuestra Responsabilidad Prosocial es la manera más eficaz de influir positivamente en la convivencia con los demás. Podemos actuar sin pensar en qué vendrá a continuación, o podemos pensar solamente en nuestro beneficio, sin importar las consecuencias, y estaremos actuando de forma irresponsable. Pero estoy bastante seguro de que la mayoría de vosotros sois personas que deseáis dejar una huella positiva a vuestro alrededor, que deseáis encontrar un camino en el que influir de forma constructiva en el mundo en el que vivimos. Muchos de vosotros estaréis involucrados, de una manera u otra, en alguna causa de algún tipo. En la situación de pandemia mundial en la que estamos involucrados, son todas las tensiones que estamos experimentando en el último año: ¿de qué forma te gustaría contribuir a construir nuestra convivencia?
Tras lo vivido en los últimos días he pensado mucho si debía seguir “guardando” esta reflexión o compartirla para quien desee leerla. Finalmente he decidido omitir un par de párrafos, que estaban destinados al grupo de personas concreto a quienes me dirigía inicialmente. Es un texto sin ninguna pretensión, salvo tal vez invitar a reflexionar sin rabia, sin odio, sobre cómo podemos posicionarnos y seguir viviendo juntos, sintiéndonos seguros y respetando nuestras diferencias. Necesitamos utilizar nuestra autorregulación emocional y ponerla al servicio de la convivencia con los otros. Entiendo el cansancio de todo esto, entiendo el enfado por las diferentes razones que nos llevan a ello, pero seamos responsables y pensemos que juntos, entre todos, cuidándonos mutuamente, llegaremos antes a un escenario donde poder disfrutar de nuevo de todo lo que hemos estado demorando. Y al hacerlo así, también seremos libres.
Tony Corredera.
Learn More¿Por qué es importante la Felicidad en tiempos de Coronavirus?
Tras un año de pandemia, las personas de todo el planeta estamos observando cómo han cambiado nuestras vidas durante todos estos meses. Además de la fatiga, el hartazgo y el miedo que seguimos experimentando como consecuencia de la situación, pero también como consecuencia de la Responsabilidad que asumimos para seguir adelante con nuestras vidas, uno de los factores más “olvidados” y al mismo tiempo más presentes de forma invisible es nuestra Salud Mental.
Nuestro bienestar psicológico depende de ciertos factores que la pandemia y las medidas para evitar el contagio de este virus han modificado profundamente. Nuestra felicidad parece haber sido relegada a un plano en el que se ha vuelto imperceptible, en la que solo su mención parece más superflua que nunca, y en la que aunque estemos preocupados por su ausencia, no nos permitimos ni mencionarla.
Hay varios factores que me gustaría nombrar que influyen poderosamente en nuestro bienestar y en la percepción subjetiva de felicidad, y que tal vez sea más necesario que nunca tener en cuenta para seguir con nuestras vidas de la mejor manera posible:
- La Pérdida de Reforzadores: confinamientos domiciliarios prolongados, restricciones de movilidad, uso de mascarillas, etc., han sido algunas medidas para protegernos del virus y han supuesto que hayamos visto cómo disminuían nuestros reforzadores (aquellas situaciones, aquellos estímulos, aquellas acciones que poníamos en marcha para experimentar emociones positivas, bienestar y felicidad).
Nuestros estilos de vida anteriores a la pandemia se han modificado y eso ha afectado a la disponibilidad de esos reforzadores: ya no salimos tanto, ni de la misma manera, ni nos sentimos igual de seguros al hacer algunas de esas actividades. Donde antes afrontábamos una adversidad, un mal día o una mala racha quedando con unos amigos a cenar, yendo al cine, o saliendo a bailar, ahora vemos que, o no se puede hacer, o nos pensamos mucho hacerlo para evitar riesgos. Donde antes planificábamos nuestras actividades de ocio con antelación, o las improvisábamos, con el objetivo de divertirnos y sentirnos bien, ahora nos planteamos si es responsable llevarlas a cabo.
La pérdida de reforzadores influye en nuestro estado de ánimo de forma poderosa, ya que supone un agotamiento de las experiencias acumuladas sin que exista la posibilidad de volver a experimentarlas de forma inmediata o a medio plazo.
- El Capital Psicológico Acumulable: así es como la Doctora Barbara Fredrickson llamaba al “efecto” que las emociones positivas tienen sobre nosotros. Cuando experimentamos emociones agradables “llenamos” la cuenta de nuestro capital psicológico, sentimos bienestar, estamos llenos de vitalidad, energía y preparados para afrontar nuestras vidas.
Si nos tenemos que enfrentar a una adversidad, nuestro capital psicológico influye en cómo vamos a afrontar esa situación: si nuestro capital psicológico está en “números rojos”, es posible que nuestro afrontamiento sea más difícil, porque percibiremos que la situación es desesperante y que no tenemos margen de error. Imagina que tras gastar tu sueldo en tu hipoteca, la comida, los gastos de la casa, etc., de pronto se avería el coche y no tienes dinero ahorrado para afrontar ese gasto. Si el coche te hace mucha falta para, por ejemplo, ir a trabajar, es posible que esa adversidad sea muy estresante, te lleve a tomar decisiones que tal vez conlleven futuros problemas (pedir un préstamo, por ejemplo), etc.
Sin embargo, si tenemos “ahorros” en nuestra cuenta, aunque no nos guste estar en esa misma situación y sea desagradable, estaremos más tranquilos a la hora de tomar decisiones y afrontar la adversidad. Esta metáfora ilustra la importancia del Capital Psicológico en nuestras vidas; divertirnos, hacer actividades agradables, sentir emociones agradables, tiene la función no solo de incrementar el bienestar, sino de generar un repertorio de recursos de afrontamiento ante la adversidad.
La pérdida de reforzadores y la baja disponibilidad de otros reforzadores, ha supuesto que hayamos ido “vaciando” nuestro capital psicológico acumulable y que como resultado de la combinación de ambas variables (1 y 2) el estado de ánimo haya ido fluyendo progresivamente hacia la tristeza, la desesperanza, la desmotivación y la desilusión.
- Sensación de Control y Dominio: sentir control sobre nuestras vidas, percibir que nuestras decisiones tienen una influencia en los resultados de nuestras vidas (lo que conocemos como Locus de Control Interno), es esencial para nuestro equilibrio emocional, para nuestro bienestar psicológico subjetivo. Si hay una experiencia común en la mayoría de las personas durante la pandemia, de forma puntual o estable, es la Indefensión Aprendida: la sensación de que haga lo que haga, nada depende de mí, así que, ¿para qué intentarlo?
La Indefensión Aprendida tiene una relación directa con la Depresión, tal y como los Doctores Martin Seligman y Steve Mayer demostraron con sus experimentos el siglo pasado. La sensación de Indefensión nos genera la percepción de que no podemos controlar nuestras vidas, y esa pérdida de control afecta también a nuestros estados de ánimo, a nuestra capacidad para actuar en nuestras vidas y tratar de hacer cambios que faciliten nuestro bienestar. A través de esta experiencia creamos la percepción de que dependemos totalmente de las circunstancias, que no podemos hacer nada para sentirnos mejor, para cambiar algo de la ecuación.
- La Pérdida de Esperanza e Ilusión: la Esperanza y el Optimismo son dos caras de la misma moneda, tienen que ver con la disposición a pensar y creer que en el futuro las cosas serán positivas, agradables o constructivas. Si perdemos la Esperanza, posiblemente comencemos a percibir que el futuro traerá únicamente eventos desagradables para nosotros, lo que también repercute de forma muy directa en nuestro estado de ánimo.
Para mí, el Optimismo es como el motor de un coche, puesto que se trata de un complejo entramado cuyo funcionamiento equilibrado es esencial para que el vehículo funcione. Concretamente, el Optimismo se basa en los Estilos Atribucionales, la tendencia a atribuir a causas Internas/Externas, Permanentes/Temporales, Globales/Específicas, aquello que me ocurre en la vida. En función de la situación una combinación de esos tres factores de atribución de responsabilidad me ayudará a sentir por un lado control (depende de mí) y por otro la creencia de que las cosas tenderán a ir “bien”.
Sin embargo, el coche con el motor en perfectas condiciones no puede funcionar sin gasolina. El combustible es la Esperanza. Y la Esperanza se basa en nuestra capacidad para creer en que el futuro será bueno para nosotros (tanto individual como colectivamente). La Esperanza puede ser una creencia basada en hechos contrastables o basada en algo más intangible, menos racional; en cualquier caso, puede ser un elemento tremendamente funcional para adaptarnos a situaciones de adversidad. Creer que no va a durar, que vamos a salir de esta situación, es un factor que puede ayudar a poner en marcha las acciones necesarias para salir de la misma.
Optimismo (el motor) y Esperanza (el combustible) nos ayudan a movilizar nuestros recursos orientados al cambio, a la adaptación a las circunstancias.
Con todo este panorama que he descrito hasta aquí, vuelvo a la pregunta del principio: ¿por qué es importante la felicidad en tiempos de coronavirus? Aunque la felicidad sea un concepto subjetivo, porque para cada uno puede ser una cosa diferente, creo que es importante tenerla en cuenta en este momento porque supone una reflexión sobre aspectos importantes para nosotros mismos y para quienes nos importan. No hablo aquí, por supuesto, de una felicidad hedónica, basada en el propio placer (aunque el propio placer sea también un elemento importante, en equilibrio con la responsabilidad ante la situación compartida entre todos), sino de una Felicidad Eudaimónica, basada en aspectos más trascendentes de nuestra existencia, en conexión con las personas que nos rodean.
Me he encontrado durante estos meses con personas que, como consecuencia de la “caída” de los 4 pilares analizados anteriormente, ha empezado a plantearse preguntas sobre el sentido de su vida: ¿para qué estoy aquí?, ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿para qué todo esto? Con un desgaste emocional evidente, una pérdida de reforzadores brutal, la falta de esperanza e ilusión en el futuro, más un capital psicológico agotado, esas preguntas son mucho más difíciles de responder de forma constructiva. La sombra de la depresión planea sobre muchas personas precisamente porque se combinan todas estas variables.
Tener en cuenta nuestra felicidad, en ese estado depresivo, es algo que posiblemente no vamos a poder realizar. Es como querer empezar la casa por el tejado. Sin embargo, es esencial entender que desarrollar una serie de medidas para equilibrar las variables antes analizadas, para mejorar en esos aspectos, tendrá un impacto en nuestra felicidad y nuestro bienestar. Poco a poco, desarrollando esos aspectos, nos acercaremos a una reflexión necesaria sobre la importancia de cuidar nuestra felicidad y la de quienes nos rodean.
Pero para acercarnos a esa reflexión, es importante empezar a tomar medidas que nos ayuden a desarrollar nuestro Capital Psicológico Acumulable, a través del incremento de Reforzadores en nuestro día a día, al mismo tiempo que tomamos decisiones que faciliten un incremento de la sensación de Dominio que faciliten el desarrollo de creencias más Optimistas respecto a nuestras posibilidades de futuro, lo que redundará en una mayor Esperanza para nuestras vidas:
- Aumentar los Reforzadores: aunque muchos de los reforzadores que habitualmente han formado parte de nuestro estilo de vida ya no estén disponibles (por confinamientos, por responsabilidad, por miedo), puede ser importante comenzar a tener en cuenta otros reforzadores que sí estén disponibles a nuestro alrededor, otorgándoles un mayor valor en nuestro bienestar:
- Hacer un listado de actividades agradables, tanto disponibles como no, y ver cuáles puedo poner en marcha de forma inmediata, cuáles puedo poner en marcha en el plazo de 3-6 meses, y cuáles tengo que aceptar que por ahora no podré realizar.
- Incrementar la apreciación por los reforzadores “pequeños” o que nunca había puesto en marcha con anterioridad. Asimismo, incrementar la apreciación por aquellas situaciones que sigo llevando a cabo pero que hago de forma diferente (por ejemplo, en lugar de ver personalmente a un amigo, hablamos por videollamada).
- Llevar a cabo un registro de actividades agradables y valorar el grado de satisfacción que me generan ponerlos en marcha.
- Incrementar el Capital Psicológico: relacionado con las medidas que acabas de leer, podríamos ir recuperando capital psicológico progresivamente, aunque la valoración de cada acción o situación no sea muy intensa, con el tiempo podríamos encontrar una suficiente “acumulación” de experiencias agradables que modifiquen el Estado de Ánimo. Y será importante para mantenerlas en el tiempo la introducción de herramientas que contribuyan a cambiar la mirada de estas actividades y eventos, para incrementar la apreciación de las mismas.
Cuando se trata de las experiencias positivas y agradables, muchas personas creen que estas deben ser “extraordinarias” para ser tenidas en cuenta, de manera que las cosas pequeñas y perfectamente disfrutables pasan “desapercibidas” o no son tenidas en cuenta. Por tanto, aumentar cuantitativamente los reforzadores y aumentar la apreciación de los eventos, situaciones o acciones que generan sensaciones agradables, serían dos medidas para incrementar el Capital Psicológico Acumulable.
Desarrollar estas medidas no hace que desaparezca la adversidad, pero contribuye a hacerla más llevadera, más soportable… Y además, con el paso del tiempo tendrán un impacto positivo sobre nuestro Estado de Ánimo, que tendrá un mayor equilibrio, con menos “bajadas y subidas”, ayudando así a incrementar la sensación de control y dominio.
- Modificar la Percepción de Control: para enfrentarnos a la Indefensión Aprendida que hemos mencionado anteriormente, la combinación de propuestas anteriores ayudará significativamente a mejorar la percepción de control y dominio. Aprender a ver las adversidades desde una perspectiva que combine las siguientes variables como internas, específicas y temporales será esencial para generar más sensación de control. Del mismo modo, si vemos los éxitos que tenemos a través de nuestras acciones desde una perspectiva que combine las variables internas, permanentes y globales, entonces sentiremos que somos capaces de influir en lo que sucede en nuestras vidas, de forma equilibrada.
“La clave del éxito está en aprender a manejarse dentro de la incertidumbre”.
Como señala el propio Martin Seligman, lo que se aprende a lo largo de nuestras vidas no es la Indefensión, sino el Control. Aprendemos a tener control en situaciones de incertidumbre y eso genera sensación de control, lo que redunda en un incremento de nuestra Esperanza. De hecho, él mismo lo llama el “Circuito de la Esperanza“.
- Planificar Metas que generen Ilusión y Esperanza: tras todo este año tan complicado, con tantos cambios, nos cuesta muchísimo pensar en el futuro, tanto a medio como a largo plazo. Es completamente comprensible que sea así, dado que no sabemos cuándo las cosas mejorarán o volverán a parecerse a la vida que llevábamos antes.
Sin embargo, para ayudarnos a gestionar toda esta situación, no solo será importante incrementar el Capital Psicológico o generar mayor Sensación de Dominio y Control, sino que también hemos de empezar a planificar algunas metas ilusionantes a medio y largo plazo (teniendo en cuenta que el medio y largo plazo será en este caso entre 2 y 6 meses). Ilusionarnos con una salida al campo para hacer una ruta de senderismo (a medio plazo), o tal vez un viaje a alguna ciudad para pasar unos días de vacaciones (a largo plazo), podrían ser metas factibles que ayuden a incrementar la Esperanza en un futuro mejor.
Las 4 variables que he analizado se basan en la observación que he realizado durante el último año en mi trabajo en la consulta, no pretendo nada más que compartir mi experiencia profesional y algunas recomendaciones que han provocado cambios positivos en las personas con las que he estado trabajando. La lectura de esta reflexión sustituye, en ningún caso, la petición de ayuda profesional si estás pasando por un momento delicado.
Por todo esto me parece que es importante tener en cuenta la Felicidad en estos tiempos, porque está vinculada a aspectos que pueden ayudarnos a llevar esta situación de forma más constructiva, a tener más control en la situación, a gestionar toda esta incertidumbre en la que estamos viviendo. Tener en cuenta la Felicidad y el Bienestar, incluyendo entre otras las variables mencionadas pueden ayudarnos en esta transición hacia nuevos Estilos de Vida que aún están por llegar.
En este 2021, tras el desgaste de 2020, creo que es importante que el discurso de responsabilidad y paciencia, se combine con una serie de medidas que faciliten la aceptación de los cambios que están sucediendo, al tiempo que alimentamos la Esperanza de que la situación mejorará y nuestras vidas serán más plenas y satisfactorias. Y esta Esperanza no solo debe basarse en el deseo de recuperar nuestras vidas pasadas, porque claro que iremos recuperando espacios, vínculos y actividades, sino porque habremos aprendido nuevas formas de observar nuestro bienestar, nuevos caminos para buscar nuestra felicidad.
Esa es mi Esperanza particular, mi deseo para todos nosotros: que seamos capaces de aprender nuevas maneras de vivir, más sencillas, más orientadas a las relaciones constructivas y significativas.
Tony Corredera.
Learn MoreDía Internacional de la Felicidad 2019
Cada 20 de marzo hay una nueva reflexión que deseo compartir, en relación al Día Internacional de la Felicidad. No todos los años decido compartir aqui mis pensamientos al respecto de este día, pero desde 2013, esta es la cuarta vez que lo hago. Y en este caso, el punto de partida será una experiencia personal.
El Día Internacional de la Felicidad va consolidándose en nuestra sociedad, como un día en el que nos paramos a pensar en este concepto, en sus implicaciones personales, sociales, culturales e incluso políticas. ¿Es importante la Felicidad? ¿Hemos de tenerla en cuenta como un objetivo en nuestras vidas? ¿Es la Felicidad una imposición de nuestro tiempo? Cada vez más instituciones, de todo tipo, deciden conmemorar esta fecha para realzar su compromiso con el Bienestar y la Felicidad de las personas. Un buen ejemplo, es el IES Albalat, en Navalmoral de la Mata, que cada año, coincidiendo con el 20 de marzo, celebra su “Semana de las Emociones” en la que realiza talleres, charlas, programas, etc., en relación a la Inteligencia Emocional de las personas que forman parte de su comunidad. El 2018 participé directamente y podéis leer aquí el resultado.
¿Porqué creo que es importante que exista un Día Internacional de la Felicidad? Ayer estuve impartiendo 5 horas de formación con los alumnos del Programa Superior de Coaching Psychology de la Universidad Complutense de Madrid, las correspondientes al Módulo de Psicología Positiva Aplicada al Coaching. En este espacio de trabajo (no solo las 5 horas de ayer, sino las otras 13 que compartimos en semanas previas) el aprendizaje es constante, el debate abierto, la práctica deliberada. Debido a que la planificación del Programa hizo coincidir una de mis clases con el Día Internacional de la Mujer, fecha en la que se convocó una Huelga General y no pudimos impartir esas horas, me he encontrado con 2 regalos: ver el compromiso del alumnado por buscar un espacio de “recuperación” para poder impartir la clase, más allá de los horarios establecidos, siendo un extra para ell@s; y por otro lado, de cara a la organización de esta fecha, participar unos días en su grupo de whatsapp privado. Allí he visto que su interés por la materia, por compartir, por aprender, va más allá de las clases. De hecho, parte de la clase de ayer estuvo mediada por los debates planteados en el grupo en los días previos, lo cual me ha resultado muy interesante, puesto que provocó en mí un incremento de mi interés y pasión por ofrecerles una clase de la mayor calidad posible.
En la tarde de ayer, durante las horas del módulo de formación, experimenté la felicidad de un modo particular: a través del “canal de flujo” o de la “experiencia óptima“. Mihalyi Cskszentmihalyi, considerado uno de los “padres” de la Psicología Positiva, describió en 1975 (mucho antes de la aparición formal de la Psicología Positiva) la Teoría de la Experiencia Óptima. Durante la clase de ayer se dieron las condiciones para experimentar “Flow“: mi percepción del tiempo se alteró (cuando me quise dar cuenta estábamos acabando la tarde), las acciones se sucedían unas detrás de las otras, tenía sensación de control, estaba muy concentrado y había una retroalimentación inmediata con los alumnos. Asimismo, hasta que no llegó la hora del descanso o el final de la sesión, no fui consciente de mis emociones y sentimientos: alegría, serenidad, satisfacción, agradecimiento y mucha felicidad. Ayer por la tarde sentí mucha felicidad, pero no era consciente durante el proceso porque estaba profundamente inmerso en una actividad. ¿Alguna vez habéis experimentado algo similar? Estoy bastante seguro de que sí, aunque posiblemente en momentos y actividades completamente diferentes.
Esta es una cuestión clave desde mi punto de vista para entender la complejidad de la experiencia de Felicidad. Al tratarse de un término subjetivo, no podemos establecer que exista “una felicidad”. Algunas veces he escrito en este Blog que me gusta concebir la felicidad no como una meta, sino como un camino. Pero ni siquiera considero que haya “un camino” hacia la felicidad, sino que posiblemente haya múltiples caminos, diferentes rutas, múltiples formas de caminar a través de las cuales experimentamos felicidad.
Inevitablemente, cuando llegamos a este punto, algunas personas conectan con la idea de la “dictadura de la felicidad“. Quienes trabajamos desde el marco de la Psicología Positiva sabemos que uno de los elementos más importantes es el equilibrio particular de cada uno de nosotros: ni hemos de perseguir todos la felicidad, si no queremos, ni ha de considerarse un objetivo universal necesariamente, ni hay un solo método-camino-recorrido, para alcanzarla. Y por supuesto, si no eres feliz: ¡no es culpa tuya!
Darte cuenta de que no eres feliz, de que no te sientes bien, eso sí, puede ser un punto de partida importante para empezar a hacer algo al respecto, si uno quiere, si uno puede. Porque no se trata de obligarte a sentir lo que no te “sale” (por ejemplo, alegría en un momento de tristeza), o de sonreír a toda costa a pesar de la adversidad. Como decía Chris Peterson, la psicologiá positiva va de “los demás”; tal vez, en esta misma línea, cuando uno está triste, afrontando una situación muy difícil, pedir ayuda, apoyo y consuelo en nuestro contexto social sea la medida más razonable, sin exigencias de felicidad fingida.
Ayer, durante la clase, contaba a mis alumnos una metáfora que explica muy bien, a través de la Fortaleza del Optimismo, lo que supone la Psicología Positiva y su estudio equilibrado de la felicidad y el bienestar. Imaginad una olla redonda puesta al fuego, donde estamos cocinando un estofado. La olla está muy caliente, pero es hora de retirarla, porque si continúa en el fuego, la comida se quemará; la olla no tiene mango, no tenemos guantes ni tampoco trapos de cocina. Un HiperOptimista podría pensar: “lo puedo coger con mis manos y apartarlo rápidamente, estoy convencido de que puedo“; consecuencias: quemaduras graves. Un Pesimista podría pensar: “no hay nada que pueda hacer, ya es demasiado tarde“, con lo que la comida se quemará y posiblemente la olla también. Si practicamos un Optimismo equilibrado, nos pondremos en marcha con soluciones razonables, con el objetivo de apartar del fuego la olla, salvar la comida y no quemar la cocina.
El Optimismo es una herramienta que nos permite construir mangos y agarraderas (soluciones prácticas) para cada sartén y olla hirviendo (problemas o adversidades).
Ayer fui muy feliz impartiendo mi clase, debatiendo con los alumnos, escuchando sus reflexiones y descubrimientos. Hoy mi desafío es encontrar otra “felicidad”, otra ruta de bienestar, que me inspire y me apasione. Esta es una clave importante: la búsqueda de nuevos formatos de felicidad sigue siendo tan necesaria como la repetición de aquello que ya sé que me genera bienestar.
La Felicidad es un concepto subjetivo y volátil, es cierto, y sin embargo sigue siendo un elemento importante para la mayoría de las personas a quienes les pregunto: ¿qué es la felicidad para ti? Teniendo en cuenta los cambios sociales que están teniendo lugar en nuestras sociedades, la creciente tendencia a la soledad disfuncional, en diferentes momentos de la vida, ¿no os parece que tomarnos en serio el bienestar de las personas, nuestra felicidad, es un objetivo importantísimo a desarrollar?
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn MoreLa Importancia de la Supervisión Profesional en Psicología
Durante mi formación como psicólogo especialista en clínica y salud, un elemento fundamental en esos primeros meses y años fue la supervisión profesional; mis supervisoras fueron referencias clarificadoras para mí en los primeros casos que tuve que afrontar hace 13 años.
Cuando estás empezando tu carrera profesional, sentirte seguro es un lujo al alcance de muy pocas personas; en cada nuevo caso, estás nervioso, deseas ayudar a esa persona que ha acudido a ti y hacer un buen trabajo. Aprender a gestionar las emociones derivadas de esta situación, para no perder de vista lo que realmente importa, es esencial. ¿Qué importa y no debemos perder de vista? Escuchar al cliente/paciente, entender lo que nos cuenta y nos solicita, clarificar para qué ha venido y qué desea conseguir, de manera que nosotros podamos decidir si estamos “cualificados” para afrontar la situación.
Pero, ¿qué es estar cualificado? ¿Tener todas las respuestas? ¿Saber de todos los problemas que puedan aparecer en cada sesión? Seguramente quien se plantee sentir este grado de cualificación, nunca se percibirá realmente “cualificado” para comenzar a trabajar en el campo de la psicología clínica y de la salud.
Sistemáticamente en los últimos 14 años he conocido compañeros y compañeras que buscaban una seguridad que es imposible construir hasta que no comienzas a trabajar: se formaban en un postgrado tras otro, pero nunca daban el paso de comenzar la práctica profesional en consulta.
Cuando, 2 años después de terminar mi Master en Psicología Clínica y de la Salud, una de mis mentoras me ofreció la oportunidad de ser Supervisor de alumnos del master, me pareció inicialmente una locura. ¿Estoy preparado para guiar a otras personas en este proceso? Sin embargo, el desafío y la oportunidad eran enormes. Durante 3 años ocupé ese puesto y he de señalar que pude aprender mucho. Por ejemplo:
- Casi todas las personas que empiezan a ejercer sienten las mismas inseguridades y recurren a soluciones similares: quieren saber el protocolo concreto para atender un “trastorno” o un “problema” concretos, de manera que leen y revisan libros y artículos que hablan de esos diagnósticos. A menudo, esto supone que pueden encontrar respuestas puntuales que les ayudan a resolver una situación de consulta o, por el contrario, al buscar una “etiqueta diagnóstica” demasiado rápido, han invertido mucho esfuerzo en saber sobre un tema muy concreto que después descubren que es irrelevante para lo que el cliente/paciente les plantea.
- Muchas personas comparten la sensación de “no estar preparados”, de sentirse abrumados y no saber cómo empezar. La pregunta más recurrente era: “¿y si…?”, y a continuación se describía una situación imposible de predecir la mayoría de las veces. Por ejemplo, “¿y si el paciente no trae las tareas?” (antes de conocer por primera vez a un paciente) o “¿y si esta técnica no da resultado?” (antes de haberla pautado al paciente). Estas preguntas, por otro lado totalmente razonables, son una muestra de cómo intentamos controlar lo incontrolable.
- Los alumnos deseaban construir su seguridad profesional en base a protocolos y, cuando éstos no funcionaban como esperaban, algunos volcaban su frustración con el propio paciente, siendo más agresivos en la sesión: “pues si no hace esto, no sé cómo espera mejorar“.
Todo esto me hizo reflexionar sobre la importancia de la Supervisión, tanto desde una perspectiva técnica como desde una perspectiva emocional. Aprender a gestionar nuestra posición como psicólogos dentro de una relación terapéutica ha de estudiarse y desarrollarse tanto como los conocimientos técnicos basados en la evidencia para intervenir en unas problemáticas de manera eficaz y en tiempo breve.
Si estás empezando tu carrera como psicólogo clínico y de la salud, lo más recomendable es que supervises tu praxis desde el primer día. Nuestra formación es permanente, puesto que más allá de postgrados, es recomendabe acudir a Seminarios y Sesiones Clínicas. Todos estos pasos de formación continua son muy importantes y necesarios, aunque estén relacionados, la mayoría de las veces, con aspectos de intervención clínica desde el punto de vista técnico. Creo que también es muy importante valorar nuestra formación epistemológica, para ser capaces desde ahí de construir el esqueleto teórico y técnico al servicio de los objetivos de nuestros clientes/pacientes.
Sin embargo, insisto en la idea de que el espacio de Supervisión es esencial para crecer y ser conscientes de nuestros progresos.
Conforme avanza la experiencia profesional, el papel de la supervisión también va modificándose:
- Inicialmente es una Supervisión Técnica: planteamiento de los casos, ayuda con la selección de técnicas de intervención, seguimiento de la evolución, dirigir situación en las que nos atascamos, cómo gestionar situaciones complicadas durante una sesión…
- Más adelante, la Supervisión se va centrando también en aspectos relacionados con el Posicionamiento Terapéutico: la construcción de la alianza terapéutica, las emociones que sentimos en las sesiones, los procesos de transferencia y contratransferencia, así como el efecto que genera nuestra profesión en nuestras vidas personales.
Cuando empezamos a dominar el “esqueleto” de la evaluación y el planteamiento de los casos, empieza a ser necesario revisar y trabajar la comunicación durante las entrevistas de manera diferenciada de la comunicación durante la intervención, así como nuestro “posicionamiento” frente al paciente (cómo nos sentimos en las sesiones, cómo afecta a nuestra vida personal) para prevenir burnout y otros trastornos emocionales que podemos sufrir como consecuencia del ejercicio de nuestra profesión.
Después de todos estos años de trabajo, sigo siendo un apasionado de nuestra profesión. He sido testigo de cómo algunas personas que empezaron a estudiar la carrera con la misma pasión que yo, o que empezaron a ver pacientes con la misma dedicación y pasión que yo, se han ido quemando poco a poco hasta abandonar por completo la psicología.
Creo que en algunos casos, haber tenido un espacio de supervisión habría podido guiarles hacia otro camino, no sé si necesariamente hacia otro resultado, pero desde luego sin el malestar con que algunos han acabado sintiendo hacia la profesión de la psicología clínica y de la salud.
Si amas nuestra profesión y estás comenzando, no lo dudes, busca a un profesional que te supervise y ayude a desarrollar tus habilidades y recursos profesionales.
Tony Corredera
Director de Crecimiento Positivo
Learn MorePamplona en Positivo 2018: Día 2
“Un amigo es alguien que ve en ti más posibilidades de las que tú mismo ves, alguien que te ayuda a ser la mejor versión de ti mismo“.
Sheryl Sandberg
Tras las intensas emociones experimentadas en la Jornada del día 19, el sábado 20 de octubre prometía ser igual de intenso. Para ese segundo día, Iosu Lazcoz y el equipo de Pamplona en Positivo habíamos ideado un itinerario de talleres que podía experimentarse de diferentes maneras: se podía elegir asistir a todos, o solamente a aquellos que fueran de verdadero interés para uno mismo. Diseñamos una hoja de ruta con 5 talleres, que daba comienzo a las 11 de la mañana y que terminaría sobre las 20:30, organizados de tal manera que daba tiempo a desplazarse por Pamplona para asitir a todos y cada uno de ellos. El reto, para la organización, ha sido enorme y apasionante a partes iguales. Una ciudad entera, a través de algunos de sus lugares más emblemáticos, daba cabida a esta idea de empoderar a las personas con recursos psicológicos basados en la evidencia. ¿Verdad que suena bien?
Mientras desayunábamos, Iosu y yo recibimos la primera gran noticia del día a través de un mensaje de Belén Galindo: el Diario de Navarra nos había dedicado una página entera del periódico del sábado a la Jornada del día anterior, en el Museo de Navarra. Y para mi sorpresa, ¡el artículo entero estaba dedicado a mi ponencia! ¡Qué ilusión y qué manera de empezar el sábado! Si ya estaba motivado por el ser el primero en abrir la jornada de talleres del sábado, esta noticia me subió en una nube de emociones positivas de la que ya no pude bajar en todo el día. Podéis leer el artículo pinchando aquí.
Cuando se organizan talleres como los que habíamos ideado, tras una intensa jornada como la del viernes, siendo el primero del sábado, y se ofrecen de forma gratuita, como era el mío, uno siempre tiene dudas sobre si habrá suficientes personas para realizarlo. En este caso las dudas se disiparon minutos después de llegar al Café Iruña, donde ya nos esperaban tomando café unas 10 personas; habíamos reservado el famoso “Rincón de Hemingway“, con la idea de ponerme tras la barra de ese rincón, a impartir mi taller “Creando Relaciones Positivas“.
Llevo años trabajando en este ámbito, documentándome y desarrollando ideas basadas en mi experiencia como psicólogo; muchas consultas, tanto de tipo de individual, como de pareja o de familia, tienen como objetivo principal mejorar las relaciones. Dado que para este taller disponía de 1 hora únicamente, traté de hacerlo lo más dinámico posible, dando un pequeño encuadre teórico inicialmente, para después ofrecer recursos de creación, mantenimiento y gestión de las relaciones humanas con un objetivo compartido: crecer dentro de las relaciones. Estar detrás de una barra de cafetería impartiendo un taller, sin material audiovisual de apoyo, con los asistentes repartidos en los diferentes rincones de esa sala, algunos sentados, otros de pie, compartiendo risas y aprendizajes, ha sido una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida. A todas las personas que estuvisteis allí esa mañana: ¡GRACIAS!
El segundo taller del día, “Valores Navarros en Clave Musical“, fue impartido por Edita Olaizola, en colaboración con dos maravillosas violinistas del Conservatorio Pablo Sarasate y celebrado en el Nuevo Casino de la Plaza del Castillo. Tras una encuesta realizada unos meses antes del evento, Edita nos sorprendió a los asistentes con una reflexión sobre los valores que los propios navarros destacan de sí mismos como conjunto; cada reflexión a la que nos invitaba Edita suponía realmente un profundo pensamiento acerca de la importancia de conocer los valores para desarrollar sentido de pertenencia a un grupo. ¿Cómo no sentirse orgulloso de las personas de navarra tras este taller? Por supuesto, la música que acompañó al taller fue sencillamente maravillosa: talento musical, que estremece la piel, al servicio de una fascinante reflexión dirigida por Edita.
Tras esto, parada para comer. Y, nuevamente, igual que en la jornada anterior, ponentes y asistentes, todos juntos, compartiendo unos pinchos, unas risas y muchas emociones positivas.
Lo cierto es que no podíamos relajarnos mucho porque tras la comida teníamos que trasladarnos al Castillo de Gorraiz, donde la fantástica Cristina Rubio nos esperaba para impartir su taller “Menú Optitud“: una pequeña disertación sobre aquellos alimentos que potencian la acción de la serotonina en nuestro cerebro y facilitan las emociones positivas. Además, el taller contaba con la presencia de uno de los Chefs del hotel, que tuvo a bien enseñarnos a preparar una receta en directo.
Fue también un momento muy interesante y agradable (y sabroso, estaba realmente rica la ensalada de salmón), puesto que este Chef era un ejemplo de Resiliencia y capacidad para buscar nuevos horizontes en su vida. Siempre he pensado que una jornada de formación, sea cual sea el formato, el momento más delicado viene después de la comida; a los asistentes suele entrarles algo de sueño y esto dificulta volver a coger el ritmo. Sin embargo, Cristina nos enganchó rápidamente a su propuesta, que fue muy dinámica y entretenida.
Tras este taller, el grupo que estaba compartiendo todos los talleres del día se trasladó a La Catedral de Pamplona donde tendrían lugar los dos últimos talleres; el diseño de la jornada permitía ir a todos los talleres, como dije antes, así que el nivel de intimidad, emoción positiva compartida y complicidad iba creciendo entre quienes estábamos acudiendo a todas las propuestas.
El siguiente taller, “La Optitud: ¿se nace o se hace?” fue planteada como una conversación entre Iosu Lazcoz, creador del concepto Optitud, y la periodista Belén Galindo. Asimismo, servía para presentar en sociedad los dos nuevos libros de ambos: Iosu presentaba “Optitud ante la Adversidad” y Belén “Gente Op“. Fue una conversación deliciosa, alejada de una “venta de libros” al uso. Ambos compartían sus vivencias y experiencias relacionadas con la Optitud, de manera que haciendo gala de su generosidad, nos ofrecieron algunas claves que han descubierto en sus viajes, en sus trabajos, en sus vivencias, para una vida más plena y feliz.
Cuando terminó este taller, mientras preparábamos las cosas para el último del día, caí en la cuenta de que llevábamos sin parar de compartir aprendizajes más de 8 horas, un grupo de al menos 20 personas. En cada taller había personas que no iban a todo, pero se mantenía ese grupo que estábamos compartiendo cada momento. A mi, personalmente, me parece impresionante que las cosas se dieran así.
El último taller fue toda una sorpresa para mí. Quizá porque no sabía qué esperar, aunque Iosu me había hablado de maravilla del mismo. “Positive Wine Sweetology” fue una sorpresa no solamente por el contenido, un planteamiento totalmente distinto al de una cata normal y corriente, sino porque sus ponentes, el propio Iosu Lazcoz y Javier Bañales, supieron utilizar las metáforas adecuadas sobre el cuidado del vino y el cuidado de las personas: tal vez necesitemos cosas similares y al mismo tiempo conviene invertir los valores en la ecuación. Valorar un vino por sus cualidades positivas en lugar de por sus defectos tiene el mismo impacto que valorar a una persona por sus fortalezas en lugar de por sus errores. La reflexión de Javier, desde su experiencia como enólogo, nos orientó hacia una reflexión sobre lo que importa en la relación con las personas: respeto, cuidado, valoración y disfrute compartido. Un lujo de taller, en el que, por supuesto, pudimos disfrutar del “maridaje” de vino y dulces.
Tras los meses que han pasado desde que terminó Pamplona en Positivo, creo que no puedo sino confesar que lo que hemos vivido ha sido un acto de generosidad de Iosu Lazcoz, en el que hemos podido conocerle mejor, a través de la propuesta de una jornada de 2 días y en la que se han podido observar algunas de sus mejores cualidades: generosidad, trabajo en equipo, liderazgo, capacidad de amar, sentido del humor y mucha vitalidad.
Desde aquí quiero darte las GRACIAS, así en mayúscula, por la oportunidad maravillosa de vivir esta experiencia, de sacarle todo el jugo, de conocer a personas maravillosas que ya forman parte de mi corazón. Estamos acostumbrados a concebir 3 grandes objetivos para una vida plena: tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. No es que me parezca mal como planteamiento. Sin embargo, Iosu ha alcanzado la excelencia con este regalo que pudimos experimentar el 19 y 20 de Octubre: compartió su alma con nosotros y nos facilitó un escenario donde dar lo mejor de nosotros mismos, donde todos fuimos aprendices y maestros, donde compartimos lo mejor de la vida y lo vivimos con total plenitud: las relaciones humanas.
Tony Corredera
Director de Crecimiento Positivo
Learn MorePamplona en Positivo 2018: Día 1
“Las Emociones Positivas son el Capital Psicológico Acumulable“.
Barbara Fredrickson.
Siempre he pensado que las personas anhelamos conectar con los otros. Deseamos tener auténticos encuentros en los que percibimos una conexión de verdad con otra persona y con la que podamos expresar y compartir cómo realmente somos. Queremos sentir con los demás. Sentir a los demás y que nos sientan.
Hace tiempo que sospechaba que compartir nuestras emociones más bonitas multiplica sus efectos en nosotros y en quienes forman parte de una experiencia positiva compartida. Tras lo que hemos experimentado en el evento Pamplona en Positivo, llego a la conclusión que compartir la alegría, la ilusión, la esperanza, el amor, provocan en nosotros un sentido de conexión profundo y palpable.
Este post es un pequeño homenaje, en forma de crónica, de mis experiencias antes, durante y después del evento. Este post está dedicado a las personas que formaron parte del evento, de un modo u otro, y que, como lo vivieron en primera persona, comprenderán gran parte de mis palabras.
En la noche del 18 de octubre, Iosu Lazcoz organizó una cena en la que coincidíamos al mismo tiempo y por primera vez todas las personas que han hecho posible Pamplona en Positivo: organizadores, ponentes y patrocinadores nos conocíamos en persona compartiendo platos en el Castillo de Gorraiz, que tuvo el maravilloso detalle cómplice de ofrecernos un menú “Gorraiz en Positivo”.
Durante la cena, la sensación de conexión entre las personas que estaban a mi lado fue instantánea: personas de diferente origen, con trabajos distintos, con trayectorias muy particulares, pero que teníamos en común un deseo de compartir, ayudar y mejorar las cosas. A mi lado, Juan Manuel nos contaba a todos su proyecto “Sonrisas de Comida“; escuchando atentamente, frente a mí, Joaquín y Cristina, de Cafés Afortunato, que después nos contarían cómo a través de su empresa ofrecen empleo a personas con enfermedad mental crónica. A mi otro lado, Yolanda, una maravillosa cantante que compartía con nosotros su experiencia; y frente a ella, Ignacio, todo un catedrático y decano de la facultad de Económicas, nos contaba su maravillosa labor más allá del puesto, ayudando a los estudiantes.
El resto de la mesa, a cuyas conversaciones no podía atender, como es lógico, lo completaban personas igualmente admirables: Belén, Edita, Cristina, Paco, Sonia, José Antonio, Danny… El brindis final por parte de Iosu suponía un colofón a una noche que presagiaba un fin de semana inolvidable para nosotros y para las personas que nos acompañaron.
Nunca me había resultado tan difícil describir un suceso como lo que sucedió el pasado 19 de octubre. En un marco impresionante, el Museo de la Universidad de Navarra, Pamplona en Positivo daba la bienvenida a los asistentes con un hilo de fondo: “Oh, happy day!“, tan pegadizo como oportuno por todo lo que estábamos a punto de vivir.
Paco Rivero, el presentador del evento y una persona valiente y admirable, nos ofrecía un toque muy personal, emotivo y diferente cada vez que presentaba a los ponentes. Su mezcla perfecta de seriedad y sentido del humor, su capacidad para jugar y emocionar, sirvieron para guiar a los asistentes en este camino de forma inspiradora. Paco no solo mantuvo el interés de los asistentes durante toda la jornada, sino que consiguió hacer reír, jugar y divertirse a los asistentes en cada una de sus intervenciones.
Mi amigo Iosu Lazcoz fue el primero, y lo cierto es que no podíamos tener un arranque más potente que este: el ideólogo y motor de esta experiencia, nos ofreció algunos caminos a través de los cuales vivir una vida más plena, satisfactoria y feliz, desarrollando y potenciando nuestra Optitud. Su alegría, seguridad y sentido del humor fueron el mejor modo de comenzar este viaje. Cualquier cosa que escriba aquí sobre el papel de Iosu se va a quedar corta, porque su ponencia, que fue genial, no hace justicia al trabajo “invisible” que ha desarrollado, en el que ha hecho gala de sus mejores fortalezas: optimismo contagioso, humor para los momentos malos y los buenos, capacidad de amar a cada persona que ha participado, haciendo que nos sintiéramos importantes y engrasando las relaciones entre nosotros cuando se producía algún desajuste. Has estado simplemente impresionante. ¡Gracias amigo!
Sonia Yanguas fue la siguiente ponente, la primera historia de superación de la jornada. Nos contó su viaje, su transformación, y algunas claves importantes, su particular caja de herramientas, que le sirvieron para superar la adversidad. Sonia le dio continuidad a la intervención de Iosu y, tal y como él había conseguido desatar carcajadas con su humor, Sonia ofreció mensajes que emocionaron a los asistentes.
Sonia demostró que tiene el don de la palabra, y también una maravillosa capacidad para la autogestión de sus emociones: me confesó antes de empezar lo nerviosa que se sentía, pero ¡quién lo diría tras escucharte inspirar a los asistentes con tu historia! Gracias Sonia, por ponerle tanto cariño a este proyecto.
Me tocó a mí continuar con mi ponencia. ¡Qué os puedo decir! Quienes me conocen saben que me encanta la formación, que nunca me ha pesado ponerme frente a desconocidos a compartir lo que sé. Y también debo confesar que nunca había estado delante de 320 personas escuchando en silencio mis palabras. Nuestro objetivo, desde que planteamos esta maravillosa locura, era ofrecer a los asistentes mensajes inspiradores basados en los hallazgos científicos relacionados con la psicología positiva. En junio, Iosu me había pedido que asumiera la responsabilidad de la Dirección Científica del evento, de manera que para mí era muy importante mantener ese equilibrio: ofrecer información útil basada en la evidencia, expresados a través de mensajes inspiradores. Puedo confirmar, por las reacciones de las personas a las dinámicas propuestas y al cariño recibido durante todo ese fin de semana por parte de los asistentes, que conseguí este objetivo. No os miento cuando afirmo que este ha sido uno de los mejores momentos de mi vida profesional y personal. ¡Gracias por todo lo que hemos compartido!
Llegó el descanso y con él la primera oportunidad de interactuar con los asistentes. Más allá de las felicitaciones, que siempre son agradables y que agradecí muchísimo, observé mucha alegría, conversaciones animadas sobre lo que habían escuchado durante las primeras dos horas.
Fue muy bonito y especial ver la facilidad con la que se establecían conexiones; en el breve tiempo de descanso tuve 3 conversaciones emotivas con 3 personas difererentes, que se animaron a compartir conmigo historias personales, sus proyectos, expresando gratitud por lo que estaban viviendo este día. Gracias Marian, Estela y María.
Tras el breve receso, llegaba el turno de Ignacio Ferrero, Decano de la Facultad de Económicas de la Universidad de Navarra, del que ya hice un breve comentario más arriba. Su intervención fue emocionante, por el modo tan personal con el que comenzó, y por la fascinante propuesta que nos lanzaba: la felicidad en el trabajo orientada al desarrollo de virtudes éticas. De todo el equipo de ponentes que formó parte de Pamplona en Positivo, tanto del día 19 como del día 20, al único que no conocía (bien en persona, bien a través de redes sociales virtuales) era a Ignacio. Y ha sido todo un descubrimiento, no solamente por el interés que me despierta su trabajo, sino sobretodo porque es una buena persona, con todo lo que eso significa. Gracias Ignacio por tu generosidad.
Llegó el turno de Juan Manuel Pedreño, posiblemente el momento más emotivo de la mañana, cuando nos contó su proyecto “Sonrisas de Comida”. Cuando la humildad es una virtud ésta se muestra sin necesidad de aparentar nada. Así es Juanma, una persona que no necesita demostrar nada; sus acciones silenciosas, sin buscar publicidad, y que quiso compartir con los asistentes hablan por sí solas de Juanma y de su proyecto. Cuando la prensa ha comenzado a hacerse eco de su solidaridad y de su proyecto, él ha querido participar activamente con un solo objetivo: llegar a más personas que puedan necesitarlo. Iosu y yo estábamos sentados durante su ponencia en la parte de atrás del anfiteatro, y ambos soltamos alguna lagrimilla de emoción al escuchar esta historia de adversidad, de superación y de generosidad, que representa a muchísimas familias no solo de Pamplona o del resto de España, sino posiblemente de todo el mundo. Muchas gracias, Juanma, por tu activismo incansable.
A continuación vino el descanso para comer. Una vez más, la espontaneidad de las personas que hemos participado en este evento, más allá de los roles, hace de Pamplona en Positivo algo especial; he asistido a infinidad de jornadas y congresos en mi vida. Siempre he pensado que no me gusta cómo los ponentes se “diferencian” de los asistentes y toman distancia, comen aparte, apenas cruzan palabra más allá de las “felicitaciones” pertinentes, etc. Aquí, sin pretenderlo, se rompieron esas “barreras” y fuimos a comer un grupo de personas juntas, algunas éramos ponentes y otras eran asistentes.
Recalco esta parte, como la del descanso y la de la cena pre-congreso, porque me parece esencial para comprender Pamplona en Positivo y la experiencia fantástica que hemos compartido. Personas conectando con personas, escuchándose, ayudándose, comprendiéndose, emocionándose, JUNTAS.
Tras la comida, Edita Olaizola nos dio una clase magistral sobre cómo el uso de las metáforas puede resultar inspirador, utilizando algunas referencias basadas en obras de arte; y no solo eso, también tuvo que demostrar cómo se gestiona la adversidad en directo, puesto que tuvimos algunos problemas técnicos justo en este punto del día.
Conozco a Edita desde hace algunos años y cada interacción con ella, cada vez que la escucho o que leo sus artículos, me invita a una reflexión profunda, desde el uso de elementos sencillos. Esa capacidad la convierte en alguien muy especial, una sabia que te enseña algo importante casi sin que te des cuenta. Gracias Edita, por tu arte, tu saber y tu gran sentido del humor.
El bloque de ponencias del día lo terminó Danny Imízcoz, que también fue uno de los organizadores del evento. Danny quiso participar hablándonos de su historia de superación, en la que nos contó cómo afrontó la pérdida de su madre, al mismo tiempo que otras áreas de su vida se venían abajo. Su mundo, como lamentablemente ocurre algunas veces, se colapsó.
Pero Danny quería compartir esperanza. Ha tenido que reinvertarse, aprender a levantarse de la dura caída, y en su renacer ha tenido la generosidad de querer compartirlo con los asistentes a Pamplona en Positivo. Estoy seguro de que su historia particular refleja algo de todos y cada uno de nosotros, lo que yo llamo los “lugares comunes”. Gracias Danny por tu dedicación y por tu valentía.
En la parte final de la jornada tuvo lugar la entrega de los I Premios Optitud, presentados por la maravillosa Ana Belén Albero. Este evento no podía cerrarse sin el reconocimiento de la superación, de la resiliencia, de la capacidad que tenemos para reinventarnos. Seleccionamos un grupo de personas que destacaban por sus valores en el afrontamiento de la adversidad en la vida, personas que nos inspiran y que nos proporcionan esperanza. El resultado de las votaciones nos dio la oportunidad de premiar, reconocer y valorar públicamente a algunas personas a las que también queríamos transmitir lo importantes que son al ofrecernos inspiración y esperanza: Fátima Frutos, Amaia Izar, Celia Canseco, Juan Manuel Pedreño, Elena Chávarri y Oier Altuna; Oier fue quien recibió más votos y se llevó el Primer Premio, un reconocimiento a su capacidad de superación, aunque en este caso no hubo ganadores ni perdedores. Bueno sí, ganamos todos los que pudimos escuchar sus historias y compartir algunas palabras con ellos. Gracias a todos, por ser esperanza e inspiración.
Y finalmente, el cierre del evento. Uno podría pensar que tras todo el día implicado, atendiendo, emocionándose, a estas alturas sería difícil un cierre “elevado”. Tal vez a estas alturas de post, el cansancio haya hecho mella en ti también. En nuestro caso, las más de 300 personas que estábamos en Pamplona en Positivo fuimos testigos de otro momento mágico, inspirados por la maravillosa cantante Ysi Kalima, que nos “elevó” a cotas inimaginables convirtiendo a todos los asistentes en un improvicado coro musical. ¿Recordáis que el congreso recibía a los asistentes en el auditorio con la melodía de fondo “Oh, happy day!”? Pues Ysi nos llevó a un nuevo nivel de emotividad con su manera de dirigirnos como un coro que interpretaba esta canción. ¡Momentazo! Gracias Yolanda porque eres magia, me hiciste revivir emociones que hacía tiempo que no sentía.
Aunque he hecho un gran esfuerzo por tratar de reflejar lo que vivimos el pasado 19 de Octubre en Pamplona, por desgracia acabo con la sensación de no poder transmitir verdaderamente lo que sentimos. Conexión en el sentido más amplio de la palabra, a través de las emociones que compartimos, que nos elevaron, que nos inspiraron mutuamente. Si has llegado hasta el final de este relato, ¡te felicito! Dejo para otro momento lo que vivimos el sábado 20, en la jornada de talleres. Esa, sin duda, será otra emocionante historia.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
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