Diez Años de Crecimiento Positivo
La primera vez que pronuncié en voz alta “Crecimiento Positivo” fue durante una conversación con uno de mis mejores amigos, alguien que ha tenido un papel decisivo en los momentos clave de mi vida como adulto y que aún sigue formando parte activa de la misma. Recuerdo que estábamos hablando de cómo podíamos proyectar en una expresión todas las ideas que le estaba contando para poner en marcha un proyecto de divulgación de conocimientos en el área de la Psicología Positiva, y mucho más.
Parte de lo que quería era difundir mis propias ideas, mis experiencias profesionales, con el propósito de ayudar a quien pudiera, de inspirar a otras personas, de tratar de iluminar algunos caminos oscuros. Y porqué no decirlo: también era un modo de encontrar un camino para mí mismo. Estaba en el momento más oscuro de mi vida y no veía el modo de salir de ese profundo agujero en el que me encontraba. Mi amigo fue guiándome con sugerencias, invitándome a decir en voz alta lo que pasaba por mi cabeza, de forma que poco a poco elaboramos la premisa inicial: divulgación de conocimientos, experiencias e ideas. Pero faltaba un nombre. Fue pronunciar esas palabras y la cara se me iluminó; fue un descubrimiento guiado. Nunca podré agradecerte lo bastante, Francis, todo lo que siempre has hecho por mí.
Y han pasado 10 años. Nada más y nada menos. Dicen los expertos en ser experto, que hacen falta 10000 horas de dedicación y/o 10 años, para que se pueda considerar a alguien experto en un campo de conocimiento. Según esos cálculos, podría decirse que soy un experto en el campo de la Psicología Clínica y de la Salud, así como de la Psicología Positiva. Sin embargo, mi sensación no es exactamente esta; sigo sintiéndome aprendiz, siento curiosidad por muchas cosas dentro de mi profesión, y al mismo tiempo, me percibo preparado y con deseos de compartir todo lo que he podido aprender en este recorrido. Así que soy una mezcla entre un aprendiz y un profesor. No sé si “experto” es algo aplicable a un campo de conocimientos como el que versa sobre las personas.
Estos 10 años han sido, ante todo, muy divertidos. Como contaba en este mismo blog con motivo de nuestro Quinto Aniversario, el proyecto que inicialmente nació con la intención de divulgar, poco a poco fue asumiendo más contenido, más alcance y más posibilidades: psicoterapia, supervisión de psicólog@s, cursos para profesionales, talleres vivenciales, etc. También crecimos en personal, nos aventuramos en proyectos compartidos con otros colegas, con diversos resultados, pero siempre con un denominador común: el crecimiento a través del aprendizaje.
¿Y qué hemos aprendido en estos 10 años? Ese es el primer objetivo que nos hemos marcado para este décimo aniversario: compartir lo que hemos aprendido hasta el momento. Nuestro deseo de este año es volver a retomar con asiduidad la divulgación a través de nuesro Blog, tratando de ser amenos y didácticos, ayudar a aclarar algunas confusiones, entre ellas el papel de un psicólogo en la consulta.
Para empezar, os dejamos algunas reflexiones de nuestra experiencia estos 10 años:
- La importancia de ir paso a paso, de construir las cosas desde el conocimiento científico (y revisable), la experiencia profesional y la observación de los resultados, para así crear contenido de calidad.
- El contexto importa mucho: las personas transitamos por lugares comunes, pero que ninguna recorre exactamente el mismo camino, lo que supone un equilibrio entre la sistematización de las intervenciones terapéuticas y la adaptación a la realidad particular de la persona. Lo que vale para uno, puede no ser válido para otro; lo que vale para muchos, puede no funcionarle a uno. Sin embargo, el desarrollo de una metodología basada en la evidencia, está resultando esencial para alcanzar los objetivos de cambio de las personas que vienen a consulta, a nuestros talleres o cursos de formación.
Observamos un creciente interés en el tema de la Felicidad y el Bienestar, pero de una forma superficial en muchos casos, que genera una especie de “Doble Victimización“: personas que se sienten infelices y se culpan por no ser capaces de ser felices. La proliferación de libros de autoayuda sobre estas temáticas, acaba generando más insatisfacción que la que, teóricamente, tratan de paliar. Algunas consecuencias son las críticas, muchas veces desmesuradas, que la Psicología Positiva recibe. Es un problema que nos parece grave y que deseamos contribuir a resolver con una divulgación responsable. Nuestro compromiso consistirá, como he señalado antes, en retomar la actividad del Blog, con nuevas secciones, así como la publicación de actualizaciones de libros y artículos recomendados. Aquí podéis ver algunas de las recomendaciones que hicimos en el pasado.
- Hay una necesidad evidente de vincularnos con otros, de sentir que le importamos a otra(s) persona(s), aunque cada vez las relaciones son más electrónicas que presenciales. Son innumerables los problemas relacionales que se crean por malentendidos en whatsapp, del mismo modo que es una consulta frecuente la dificultad para practicar las relaciones en persona. Una de las consultas más habituales relacionadas con problemas de estado de ánimo tienen como denominador común el sentimiento de soledad. Y no para de crecer esta demanda. Nuestra colaboración en el proyecto de los #BestYou de Teresa Falls dio como resultado este interesante webinar.
- Muchas personas se sienten perdidas, sin referentes personales ni propósitos vitales. Hemos observado cómo en muchos casos, ayudar a encontrar un propósito provoca el efecto de elevar el estado de ánimo, el compromiso con los objetivos y metas, así como mejorar las relaciones interpersonales. Y un vehículo eficaz en un altísimo porcentaje de los casos ha sido el descubrimiento, desarrollo y utilización de las Fortalezas Personales, trabajadas desde un modelo que trata de encontrar un “equilibrio” en las mismas. Es nuestro deseo compartir a partir de ahora nuestros hallazgos en este sentido en Congresos Especializados, a través de nuestros Newsletter y en nuestro Blog.
- A veces, “con la mejor de las intenciones, se consiguen los peores resultados“: todas las personas tratan de adaptarse a la adversidad como pueden, pero frecuentemente nos encontramos que lo que tratan de hacer para resolver problemas, se acaba convirtiendo en sus nuevos problemas.
- En mi formación como psicólogo, fue esencial la Supervisión de mi práctica con pacientes, especialmente en mis primeros años. Con el paso del tiempo he podido comprobar que este rol es imprescindible y que ha de mantenerse no sólo en los primeros años, sino a través del tiempo: supervisión profesional, exposición de casos, asistencia a congresos, formación especializada… Todas opciones excelentes y complementarias para seguir progresando en los conocimientos y habilidades necesarios para la praxis profesional en psicología. En estos últimos 5 años, el Servicio de Supervisión Profesional ha crecido considerablemente, de tal manera que hemos acumulado experiencias suficientes para comenzar a proponer formaciones en habilidades específicas para l@s psicólog@s. Este es uno de nuestros proyectos más ambiciosos en el Décimo Aniversario.
Durante los próximos 12 meses deseamos desarrollar todos los descubrimientos que hemos ido realizando estos 10 años, con entradas nuevas en nuestro Blog, así que si os ha picado la curiosidad, ¡pronto iremos desarrollando novedades al respecto!
Quiero terminar este post expresando mi Gratitud hacia todas las personas que habéis formado parte, de un modo u otro, de Crecimiento Positivo. GRACIAS, GRACIAS y un millón de veces GRACIAS por vuestra confianza, compromiso, autenticidad y generosidad.
A todas las personas que habéis compartido vuestro tiempo con nosotros, este décimo aniversario también es mérito vuestro. Los que me conocéis directamente, ya sabéis lo importante que es reconocer el esfuerzo y dedicación mutuos que dedicamos a cada proceso, a cada objetivo, a cada persona.
Gracias de corazón.
¡Vamos juntos a por otros 10 años!
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn MoreDe la Soledad al Encuentro
“Es viernes por la tarde y el nivel de angustia va creciendo; mis planes se han venido abajo y el fantasma de la soledad aparece ante mí. Repaso mentalmente y me doy cuenta que estoy muy solo, que no tengo prácticamente a nadie con quien pueda contar. Las pocas personas que me vienen a la cabeza seguro que ya tienen planes. ¿Qué puedo hacer? Estoy solo y no se me ocure qué puedo hacer. Debería aprender a convivir con estos sentimientos, debo aprender a vivir solo, o acostumbrarme al menos…“.
Este es un relato ficticio, que ejemplifica numerosas conversaciones que he tenido en consulta en los últimos años. Personas que se sienten solas, abrumadas ante la idea de no tener con quién conectar, de no vislumbrar una solución a ese sentimiento que, poco a poco, se ha convertido en su gran miedo.
A finales del año 2015, leí un estudio que afirma que 4 millones de personas en España “se sienten solas“. El dato resulta abrumador, sobretodo si observamos que estudios similares en otros países muestran una tendencia similar. En EEUU, otro estudio del que me habló mi amiga y compañera Teresa Falls, se ha observado un decremento del número de personas significativas que forman parte de la vida de los ciudadanos encuestados. Se ha pasado de tener entre 1 y 3 conexiones significativas, a tener entre 0 y 1 conexiones.
En el estudio realizado en España, se discrimina bastante acertadamente entre diversas tipologías de soledad, que van desde el hecho de “vivir solos” por elección, “vivir solos” porque perciben no tener otra opción, “sentirse solos” en compañía de personas con quienes conviven o se relacionan, así como “sentirse solos” como resultado de un aislamiento social real. En este caso hablamos de una soledad no deseada y sufrida, que hace referencia a la percepción de no tener conexiones y vínculos significativos con otras personas. En los últimos años muchas personas que han pedido ayuda profesional en la consulta, tenían como demanda, de un modo u otro, la soledad.
Estar solo y sentirse solo, aunque frecuentemente pueden confundirse, son experiencias muy diferentes que vienen marcadas por un modo particular de percibir la situación:
- Sentirse solo estando en compañía de otras personas: algunas personas la consideran la peor forma de soledad, puesto que les lleva a pensar que el problema es exclusivamente suyo. Este tipo de percepción genera doble sufrimiento: sufro porque me siento solo y sufro por creer que es culpa mía, por una incapacidad para “conectar”.
- Sentirse conectado y disfrutar en compañía de otras personas: es lo que mayoría de las personas deseamos, conectar con otros, vincularnos de forma significativa y disfrutar de nuestras relaciones interpersonales.
- Sentirse solo estando en compañía de uno mismo, es decir, físicamente solo: es la forma más frecuente en la que gran parte de las personas experimentan la soledad no deseada, asociada al aislamiento y al sufrimiento. Entran en contacto con ella cuando están físicamente solos, cuando no están acompañados.
- Sentirse bien, disfrutando, estando en compañía de uno mismo: en algunos contextos se la conoce como “soledad buscada” y sucede cuando deliberadamente queremos estar con nosotros mismos y nos sentimos bien al hacerlo, puesto que, aunque no sea en este momento, nuestra percepción de estar conectados a otros, se mantiene.
El sentimiento de soledad, para muchas personas, puede tener su origen en un modo particular de percibir la situación en la que se encuentran en ese momento; cuando centramos la atención exclusivamente en pensamientos como “estoy solo“, “no tengo a nadie“, “no le importo a nadie“, la sensación de soledad y desconexión incrementa.
Del mismo modo, esas percepciones generan consecuencias que provocan frecuentemente un empeoramiento de la situación: la percepción de soledad nos bloquea, no ponemos en marcha acciones que cambien la situación, como llamar a un amigo, de manera que incrementamos el aislamiento y la sensación de soledad.
Desde hace mucho tiempo se sabe que los seres humanos somos animales sociales, como casi todos los primates. Sin embargo, no todos tenemos las mismas preferencias a la hora de relacionarnos con los demás, del mismo modo que no todos sabemos disfrutar de estar con nosotros mismos a solas de la misma manera. Es importante aprender a alcanzar un equilibrio saludable partiendo de nuestra preferencia: hay personas que prefieren mayoritariamente estar en compañía de familiares, amigos, pareja, compañeros de trabajo, etc., mientras que otras, pueden tener una gran preferencia y reservarse grandes espacios para estar a solas. En ambos casos, hemos de procurar que exista un equilibrio entre el tiempo que dedicamos a nuestras relaciones interpersonales y el tiempo que dedicamos a estar solamente en compañía de nosotros mismos.
Un elemento importante para alcanzar este equilibrio es respetar nuestra preferencia y no exigirnos “lo que los demás consideran mejor”; en numerosas ocasiones he visto cuestinarse las propias preferencias a personas que parecían disfrutar de las mismas, solo porque otras personas las han considerado “raras” o diferentes.
La soledad es más que un estado emocional, es un aprendizaje que forma parte inevitable de la vida: hemos de aprender a convivir con nosotros mismos, a disfrutar de esa convivencia y hacer de ella un espacio de crecimiento. Hoy por hoy concebimos la soledad como una vivencia negativa, asociada frecuentemente con otros problemas y siempre con connotaciones peyorativas. Parece que “estar solo” se hubiera convertido en un indicador de perturbación emocional y social. El equilibrio entre estar solo y cultivar relaciones interpersonales es un descubrimiento personal que ha de basarse en una sana conexión con nuestras emociones, puesto que éstas cumplen la función de descubrirnos nuestras necesidades. A partir de la detección de nuestras necesidades estaremos en disposición de elegir, partiendo de nuestra preferencia, si quedarnos a solas o buscar la compañía de otras personas que nos importen.
Es fácil que ese equilibrio se pierda. En consulta me encuentro muchas personas que sufren con la soledad que han creado al desprenderse de todas sus relaciones poco a poco, así como personas que han creado relaciones interpersonales basadas en la dependencia. Las relaciones interpersonales nos exponen a numerosos riesgos, como el rechazo, la exigencia, la incomprensión…, pero también nos permiten la posibilidad de conectar con otros y experimentar el amor, la amistad, el apoyo, el consuelo, la alegría compartida…
En el camino de aceptar la soledad como parte de la vida, hay un elemento que nos puede facilitar el equilibrio entre las relaciones significativas con otros y la construcción de una relación significativa con nosotros mismos: el encuentro. Encontrarse con otra persona supone un ejercicio de curiosidad y apertura, en el que estamos dispuestos a adentrarnos en el universo de creencias y experiencias del otro; supone un abandono temporal de mis convicciones para abrirme a otras posibilidades. En el encuentro existe la posibilidad de conectar y crecer, pero no siempre sucede; a veces, el encuentro no se repite y sin continuidad no podemos dar recorrido ni profundidad a una relación. Ni siquiera con nosotros mismos.
El factor que mejor explica, a través de mi experiencia de los últimos años, el que las personas nos sintamos cada vez más solas es la ausencia de encuentro. Un encuentro requiere tiempo, dedicación y presencia. El auge de las redes sociales virtuales, la velocidad a la que procesamos vivencias y la incesante búsqueda de nuevas sensaciones, provoca que imposibilitemos el encuentro con los demás… y también con nosotros mismos. Sin encuentro no podemos conectar, y sin conexiones no podemos sino sentir el acoso de esa soledad que nos genera sufrimiento.
Siempre me ha gustado la expresión “cultivar las relaciones”. Cualquier cultivo requiere tiempo y dedicación, cariño y paciencia. Me resulta muy agradable pensar que son 4 factores importantes para que las relaciones florezcan. El único antídoto contra la soledad sufrida es el encuentro, lo que implica un cambio en el modo en que enfocamos parte de nuestras vidas: menos velocidad y más paciencia, más relaciones en persona y menos relaciones virtuales… Para ir de la soledad al encuentro he de aceptar la posibilidad de que no siempre suceda lo que deseo, de no encontrarme con los otros, pero que invariablemente, si aprendo a disfrutar de una buena relación conmigo mismo, el impacto de la soledad no será el sufrimiento, sino el autodescubrimiento.
Tony Corredera.
¿Sabes que vamos a celebrar dos talleres sobre Relaciones Positivas este mes de octubre de 2019? Uno será en Pamplona el 5 de Octubre y el otro será en Madrid el 19 de Octubre. ¿Quieres saber más sobre estos talleres?
Learn MorePosponiendo la pasión… para centrarme en la presión
Hace más o menos un mes, recibí una invitación que me hizo muchísima ilusión: impartir una charla sobre Psicología Positiva en un Instituto de Educación Secundaria, con alumnos de 2º de Bachillerato. El profesor de la asignatura optativa “Psicología” estaba contactando con profesionales de la psicología con diferentes perfiles para hablarles a los alumnos de la profesión, del tipo de trabajo que realizan, etc.
En cuanto recibí la propuesta recordé a Mariano, mi profesor de Psicología en el instituto en el que estudié, la persona que cambió mi trayectoria para siempre: su pasión por la psicología fue tan contagiosa que gracias a él decidí lo que quería estudiar en la universidad. Y a qué quería dedicarme en la vida. En ese primer momento pensé: “tal vez pueda ayudar a estos alumnos a sentirse inspirados“.
Finalmente, tras conocernos en persona, el profesor de este instituto amplió su propuesta de una charla a un mini-taller de 3 sesiones sobre qué es la Psicología Positiva, desvincularla de la asociación con la “auto-ayuda” y hablar del trabajo científico que se desarrolla (incluído mi propio trabajo en consulta). Esta posibilidad me resultó aún más atrayente. Trabajar con adolescentes resulta siempre un desafío inspirador, ya que son todo potencial a descubrir, suelen ser críticos y habitualmente están deseando “cambiar” el mundo.
En nuestro primer encuentro, solo 7 de los 15 alumnos de la clase acudieron; el resto estaban preparando un examen importantísimo que tenían que afrontar esa semana. En tan solo 5 minutos de la primera sesión me quedó claro el nivel de presión que estaban soportando este grupo de alumn@s; por extensión, supuse que la mayoría de alumn@s de 2º de Bachillerato estaban sometidos a una presión parecida y que se puede resumir en una sola palabra: selectividad. Desde el primer día del curso de 2º de Bachillerato, de forma directa e indirecta, la futura selectividad está presente: las prisas por avanzar en el temario, el hecho de terminar un mes antes el curso para preparar esa prueba, la condensación de fechas y exámenes…
¿Se pueden posponer todas las pasiones 9 meses sin que haya consecuencias sobre nuestro bienestar?
Les pregunté cuáles eran sus pasiones, lo que más les gustaba hacer, y lo cierto es que fue muy bonito escuchar la sencillez de sus preferencias: leer, escuchar música, escribir, bailar… Sin embargo, me resultó preocupante saber que hacía meses que no practicaban estas actividades y preferencias con asiduidad; alguna alumna incluso había dejado de practicarlas absolutamente. Cuando quise saber porqué, la respuesta fue: “no hay tiempo, ahora mismo la prioridad es estudiar“. Aunque no formulé en voz alta esta pregunta ese día, sí que se asomó en mi cabeza: “¿se puede posponer lo que te apasiona 9 meses?, ¿qué consecuencias puede tener esa decisión de desconectar de las emociones positivas, del sentido vital, de lo que hace que sus vidas merezcan la pena?“.
En consulta, suele ser habitual encontrarse con personas que, centradas en resolver un problema, hace meses que han eliminado de su día a día todo aquello que les divierte, apasiona o genera emociones positivas. Cuando se eliminan los reforzadores de la vida cotidiana, es habitual empezar a experimentar cierto nivel de indefensión aprendida, pérdida de sentido vital, ausencia de emociones positivas, aislamiento social… De hecho, cuando algunas personas vienen a consulta diciendo que “están deprimidas” es habitual encontrar que han abandonado sus reforzadores positivos y han comenzado a dejar de lado sus relaciones interpersonales (cuando no están completamente aisladas). ¿No resulta preocupante que implementemos un sistema cuya presión empuja al alumnado a recrear las condiciones de la indefensión aprendida o de procesos depresivos?
El profesor que me invitó me relataba cómo alumn@s brillantes “se habían rendido” y daban el año por perdido, prácticamente desde noviembre. Siempre he tenido claro que es importante enseñar a los alumnos habilidades para la gestión del estrés y de cualquier emoción generadora de malestar, pero esta experiencia ha reforzado mi idea de un cambio estructural más profundo. Como les dije a los alumnos: ¿imagináis una escuela que potencia vuestros puntos fuertes y os deja desarrollar vuestras pasiones? Aunque sus respuestas iniciales no eran demasiado optimistas ante esta posibilidad, lo cierto es que conforme fuimos avanzando en cada sesión, el alumnado se involucró en las propuestas que fuimos explorando: reservar tiempo semanalmente para lo que les gusta, entrando en contacto con la Experiencia Óptima (o Flow), anotar las cosas positivas que les suceden en su día a día, así como explorar sus Fortalezas Personales. Al final de la tercera sesión, incluso los más escépticos manifestaban su deseo de que hubiera más sesiones.
“El mundo no es como es; el mundo es como lo hacemos entre todos. ¿Cómo quieres contribuir tú?”
Reconozco que esta intervención es una gota de agua en la inmensidad del mar. Sin embargo, creo que tiene su valor en tanto en cuanto se identifica la necesidad de equilibrar las percepciones y los tiempos; estamos preparando a nuestros adolescentes para el futuro, les estamos encaminando hacia un futuro en el que perciben que tienen que renunciar a sus pasiones, que las experiencias positivas se pueden posponer porque lo primero es “cumplir con el deber”. ¿No se puede hacer ambas cosas? ¿No es compatible disfrutar de lo que se hace con hacerlo bien?
Si no cuidamos la autoeficacia de nuestros adolescentes, al tiempo que les dotamos de habilidades para gestionar la presión y la frustración, ¿cómo esperamos que crean que pueden? ¿Cómo esperamos que se ilusionen con su futuro? Parte de nuestra responsabilidad como adultos es ayudarles a construir un sistema de creencias flexibles, que les permita identificar aquellas creencias disfuncionales que forman parte de lo que Sonja Lyubomirsky llama “Los mitos de la felicidad“: creencias que nos dicen que, por ejemplo, “ya seré feliz cuando acabe selectividad“. En mi opinión, tal vez ayudaría que el sistema (que somos todos) no empuje a favor de estas creencias.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
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¿Descargas tus emociones?
Este domingo viajaba en autocar de regreso a casa, tras pasar el fin de semana fuera. De pronto, justo a la entrada de mi ciudad, el autocar empezó a frenar lentamente y todos levantamos la vista para observar lo que ocurría: un atasco que se adivinaba bastante largo. No creo que a nadie le gustara aquella situación, que parecía poder prolongarse bastante tiempo. Sin embargo, creo que a todos nos sorprendió la reacción de una de las pasajeras que, nada más frenar el autocar, sacó su móvil, hizo una llamada y en cuanto fue atendida empezó a “despotricar” sobre la situación con su interlocutor: “vaya.. (insulto) de autocares, si lo sé voy en tren, ya sabía que estos … (otro insulto) me iban a fastidiar, seguro que los… (un insulto más) me echan la bronca por llegar tarde“.
Utilizó un tono tan elevado que casi parecía gritar, así que llamó la atención de casi todos los viajeros. Repetía una y otra vez, cada vez más tensa, su discurso, elevando el tono y poniéndose de pie; daba la impresión de querer salir corriendo y llegar por su propio pie a su destino. Estaba claro que esta pasajera estaba muy enfadada, frustrada y desesperanzada, tal vez por no controlar la situación, al tiempo que parecía asustada por no poder llegar a tiempo a donde quiera que fuera. Sin embargo, al contrario de lo que intuitivamente pudiéramos pensar, contar lo que pasaba no le ayudaba a desahogarse, sino que parecía incrementar su sufrimiento.
Apenas 5 minutos después, descubrimos que solo era una retención de tráfico y todo se reanudó sin problemas, llegando a destino unos 15 minutos después de lo esperado. Desde el momento en que el autocar se movió, esa pasajera pareció relajarse y se despidió de su interlocutor, con aparente desgana y volvió a sentarse. De forma inmediata pensé en cómo se podría estar sintiendo el interlocutor, que había recibido una descarga emocional de alta intensidad.
Por otro lado, entre los pasajeros se había creado una atmósfera de tensión bastante evidente, puesto que durante todo este incidente el resto nos habíamos callado y dejado nuestras actividades (como leer o atender la película que iba puesta). Y al observar a mi alrededor en estos minutos tras la breve parada, vi que todos íbamos en silencio. Me pareció una clara situación de contagio emocional negativo. Pensé en la cantidad de veces que algún paciente, amigo o familiar, me ha contado su sufrimiento en los mismos términos: expresándose desde su emoción, en lugar de expresar sus emociones. Parece muy parecido, pero son formas de comunicación muy diferentes.
Es una creencia muy generalizada que “tenemos que expresar lo que sentimos”, porque guardárnoslo trae consecuencias negativas evidentes, premisa que como tendencia general me parece aceptable (algo que traté de explicar en esta metáfora: “Vasijas Emocionales“). Sin embargo, cuando hablamos desde nuestras emociones, como la rabia, la tristeza, el miedo, etc., nuestro discurso gira alrededor de dichas emociones y frecuentemente nos puede llevar a una pendiente hacia abajo: se intensifican nuestras emociones porque esta forma de discurso es circular y redundante, no lleva hacia ningún sitio; cuanto más repetimos el discurso, más se intensifican las emociones negativas. Responde claramente algunos porqués (el motivo por el que nos sentimos así), pero no enfatiza en ningún para qué (la función que cumple expresar lo que expreso). Y eso nos lleva a una buena pregunta: ¿para qué expresar nuestras emociones?
La primera respuesta intuitiva sería: “para sacarlas fuera y que no me hagan daño”; o “para compartir mi sufrimiento”; o “para descargarme”. Nuestras emociones tienen una función, nos ofrecen una información relevante (acerca de la situación o de nosotros mismos) y nos conectan con nuestras necesidades. Esta es una clave importante: a través de la identificación de nuestras emociones (qué sentimos) podemos conectarnos con nuestras necesidades (y cubrirlas).
Cuando hablamos desde nuestras emociones, no solo no identificamos y expresamos en voz alta qué sentimos (nombrar las emociones concretas), sino que no podemos conectar con nuestras necesidades (y cubrirlas o pedir a otros que nos ayuden).
Por eso, muchas veces, en consulta, la recomendación suele ser hablar de la emoción: identificarla, expresarla a los demás y así conectar con la necesidad que he de atender y cubrir. Para comunicar a los demás nuestras emociones, cuando hemos estado acostumbrados a comunicarnos desde nuestras emociones, puede resultar un poco complicado; una recomendación que hago a mis pacientes es utilizar una técnica llamada “Mensajes Yo“, que consiste en aplicar el siguiente esquema:
Yo me siento (y nombrar la emoción que experimento: enfadado, frustrado, triste, ansioso, decepcionado, etc.)….
… Cuando (y especifico la situación en la que me he sentido así)…
… Me gustaría (y expreso mi necesidad, una petición concreta que orienta al otro en el modo en que puede ayudarme).
La psicóloga Nikola Overall, de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, ha contrastado que en las relaciones de pareja, las personas tenemos dos estilos principales a la hora de afrontar una situación de ayuda:
- Apoyo nutritivo: que puede ser apoyar emocionalmente al otro, expresando cariño y amor, o infundiéndole confianza.
- Facilitación de la acción: a través de consejos prácticos o bien ofreciendo recursos a quien nos pide ayuda (hacer algo por él).
El problema en una relación concreta, sea en una pareja o en otro tipo de relación personal, está en el equilibrio de lo que yo necesito (para lo cual es necesario identificar la emoción y nombrarla), la petición que formule al otro, y el estilo de “ayuda” que la otra persona tenga como tendencia primaria. Por ejemplo, si yo me siento triste en una situación y necesito que otra persona me abrace (quiero apoyo emocional) pero esa persona tiene como estilo preferente dar un consejo o recomendación orientado a una solución (me ofrece algo que no busco), es posible que me sienta incomprendido, molesto y frustrado. Del mismo modo, quien intenta ayudarme percibe que no lo logra, por lo que podría sentirse también frustrado. ¿Habéis vivido algo así alguna vez?
En el ejemplo del autocar, la persona que hizo la llamada hablaba desde su emoción (posiblemente un conjunto de ellas: enfado, miedo, frustración…), con gran intensidad, sin hacer ninguna petición a su interlocutor. Cuando pensé en esa persona al otro lado del aparato, la imaginé sin saber qué decir o hacer para apoyar, ayudar o facilitar la solución. La persona del autocar se había descargado emocionalmente sobre su interlocutor. Y tuve la impresión de que ni ella, ni su interlocutor, ni ningún pasajero, se sintió mejor después de hacerlo.
¿Cómo puedo resolverlo? Hablando de mi emoción, expresándole a mi interlocutor lo que siento y lo que necesito. Formulando una petición concreta, de apoyo nutritivo o de consejo que facilite mis acciones, que ayude a cubrir mi necesidad, posiblemente podré sentirme mejor, puesto que es más posible que consiga lo que quiero si oriento al otro hacia esa necesidad. Del mismo modo, mi interlocutor sabrá qué siento, qué necesito y podrá orientarse hacia un estilo más adecuado de ayuda. A través de este estilo, parece que todos podemos salir ganando. Y tú, ¿te descargas o expresas tus emociones? ¿Hablas desde tu emoción o de tu emoción?
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn MoreEl lado bueno de las cosas
En nuestro día a día, vivimos bombardeados por todo tipo de noticias que valoramos como negativas, tristes, desesperanzadoras y que generan en nosotros una mezcla de tensión y enfado. No siempre somos conscientes del efecto que una “sobre-exposición” a las historias que nos cuentan en el telediario y la radio tiene en nosotros; por otro lado, uno de los usos que le damos a las redes sociales virtuales es compartir noticias de actualidad, de opinión, e incluso nuestras propias opiniones sobre la realidad a la estamos expuestos. Además, ¿sobre qué cosas giran nuestras conversaciones con quienes nos rodean? En muchos casos, contamos a los demás sobretodo lo que no está yendo bien, lo que nos falta y lo que no nos gusta. ¿Qué efecto genera en nosotros esta sobre-exposición a malas noticias desde tantos frentes?
Las personas somos creadoras de nuestra realidad en muchos niveles, empezando por la percepción, de manera que a qué prestamos atención y dedicamos tiempo se convierte en algo realmente importante y que influye en nuestro estado de ánimo, nuestro bienestar y nuestra felicidad. ¿Está equilibrada nuestra percepción? ¿El hecho de destacar tantas malas noticias, de prestar atención sobretodo a lo negativo, no estará sesgando nuestra percepción de la realidad?
Hace unos días decidí hacer un experimento en mis redes sociales vituales. Es algo que habitualmente pongo en práctica con mis clientes en la consulta, ante determinadas situaciones en la que es importante equilibrar la percepción de las personas entre los aspectos positivos y los negativos. Pedí a las personas que forman parte de mis contactos que escribieran un hecho, acontecimiento, situación o “cosa” que valorasen como positiva y que hubiera sucedido ese mismo día.
Mi primera sorpresa fue la participación. En el momento en que decido escribir este post y lo estoy desarrollando, ha habido un total de 38 comentarios directos, 2 en otros grupos que gestiono yo mismo, 4 personas que han decidido poner en marcha la misma iniciativa a partir de esta idea y más de 12 comentarios en sus respectivos intentos… Muchísimas personas han reaccionado y han decidido participar en este “experimento” que buscaba poner a prueba esa capacidad de percibir lo bueno.
De los comentarios que se han realizado de los aspectos positivos que cada persona destacaba de ese mismo día, al menos un 70% tenían que ver con sus relaciones interpersonales, sus hijos, parejas, compañeros de trabajo, etc., lo que señala la importancia que las relaciones tienen en nuestro bienestar y felicidad. Otros temas señalados como positivos tenían que ver con nuevos proyectos profesionales o reconocimientos laborales, y en algunos casos una mayor consciencia de todo lo bueno que tienen en sus vidas en términos generales.
El experimento no pretende sentar cátedra, ni mucho menos, pero ha servido para llegar a 3 conclusiones que había observado directamente con mis clientes:
- Este pequeño esfuerzo nos conecta con emociones positivas de todo tipo, facilitando una perspectiva más equilibrada de su realidad particular. En consulta, este ejercicio suele realizarse al menos dos veces a la semana durante un mes, en un formato que busca no una sino tres cosas positivas de ese día. Los resultados que he obtenido con mis clientes confirman un cambio en el discurso, con la inclusión de palabras más positivas, una verbalización de más experiencias positivas así como emociones positivas experimentadas.
- Se produce un contagio emocional positivo, dado que la invitación a este experimento ha sido reproducida por más personas por su cuenta. Dicho de otro modo, el beneficio experimentado por algunas de las personas les lleva a invitar a su entorno a participar del mismo sencillo ejercicio. En consulta ocurre de la misma manera con cierta frecuencia.
- Yo mismo he recibido un beneficio emocional directo en forma de gratitud por poner en marcha este “experimento”: 4 personas de forma directa y 15 de forma privada (en correos electrónicos o llamadas) han manifestado un agradecimiento por invitarles a participar y descubrir así los beneficios que han tenido para ellos. Mis clientes, en consulta, manifiestan habitualmente los beneficios positivos de esta tarea, lo que incluye un incremento de la gratitud al ser más conscientes de lo bueno que les ocurre cada día que se paran a observar.
Esta experiencia de hace unos días, con una propuesta sencilla, a través de una tarea aparentemente insignificante, parece activar algunos mecanismos que influyen en nuestro bienestar. Por ejemplo, queda claro que nos pone en contacto con algunas Fortalezas Personales, como la Perspectiva y la Gratitud, también genera emociones positivas y nos pone en contacto con lo que nos apasiona y con quienes nos importa en un alto porcentaje de casos.
No podemos concluir que esto ocurra en todos los casos, puesto que no es así: en el mismo experimento ha habido 2 comentarios que no se pueden considerar positivos; llevaban implícito un cuestionamiento a la propuesta de “ver el lado bueno”. Esto es algo que también me encuentro en consulta con bastante frecuencia, ante la propuesta de esta sencilla tarea. Esta resistencia nunca ha sido un obstáculo real entre mis clientes, puesto que la puesta en marcha de esta tarea (junto a otras, como parte de un conjunto de técnicas y estrategias en dirección a sus objetivos) acaba por influir positivamente en ese mayor equilibrio en la percepción de su realidad.
Si me permites me despido lanzando el desafío a quien desee aceptarlo: ¿te animas a participar de este experimento? Anota 3 cosas positivas que te sucedan cada jueves y domingo durante el próximo mes. Si llevas a cabo este ejercicio y te apetece compartir tu experiencia, solo tienes que comentar este post. Puede que creas que no te servirá para nada pero, ¿y si funciona?
Tony Corredera.
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Don´t Worry, Be Happy :-)
Cada cierto tiempo, las personas que trabajamos desde el ámbito de la Psicología Positiva recibimos críticas acerca del perfil desde el que enfocamos nuestra profesión, algunas necesarias, otras totalmente irracionales. Más allá del debate sobre la conveniencia y las formas, quiero compartir una reflexión acerca de mi experiencia profesional.
El mensaje con el que titulamos este post, “Don´t Worry, Be Happy“, es el título de una canción del compositor de jazz Bobby McFerrin; este título lanza un mensaje que los críticos, a los que hacíamos referencia anteriormente, utilizan para fundamentar sus “argumentos” contra los estudiosos del funcionamiento óptimo, el bienestar, la felicidad y el impacto de las emociones positivas en la calidad de vida de las personas. Estos críticos fácilmente identificarían el mensaje de la canción “no te preocupes, sé feliz” con el ideario que la Psicología Positiva defiende, como si los que trabajamos desde este ámbito aspirásemos a convencer a los demás de que la felicidad se alcanza a través de fráses cómodas que hay que repetir a diario.
Lo paradójico de esta situación es que muchas investigaciones, desde hace décadas, han señalado que la preocupación es un estilo de afrontamiento disfuncional que puede acabar configurando trastornos muy graves. Es cierto que la preocupación no es una patología, ya que de un modo u otro es algo que todos experimentamos, pero al contrario de lo que los críticos de la Psicología Positiva afirman, lo que recomendaríamos para la gestión de una preocupación difuncional no es el latiguillo “no te preocupes“. El psicólogo Thomas Borkovec, especialista en el Trastorno de Ansiedad Generalizada, formuló la teoría de la preocupación como evitación cognitiva, que viene a decir que algunas personas utilizan la preocupación para afrontar la respuesta de ansiedad fisiológica que sienten en algunas situaciones, por lo que logran disminuirla temporalmente. A medio plazo, la preocupación no produce cambios efectivos en la respuesta de afrontamiento (porque no afrontan ni la ansiedad fisiológica ni actúan en la situación que la provoca), de manera que la ansiedad reaparece; dicho de otro modo, la preocupación solo sirve para mantener el problema de ansiedad. De estos estudios, llevados a cabo desde los años 90 del siglo pasado, podemos concluir que la preocupación no es precisamente un estilo de afrontamiento constructivo y resolutivo.
Da la impresión de que estos críticos ensalcen las virtudes de la preocupación, el pesimismo (o realismo, como ellos lo llaman) o las respuestas defensivas basadas en las emociones universales ligadas a la supervivencia (miedo, tristeza, asco). La Psicología Positiva centra su objeto de estudio en los aspectos positivos de las personas, en las emociones positivas, en las fortalezas personales, en el bienestar y la felicidad, pero no niega la existencia y utilidad ni de las emociones negativas, ni del razonamiento lógico.
Uno de los principales problemas que observo no se deriva de la actividad de los críticos, sino de la actividad de quienes trabajamos desde este ámbito, tanto si somos académicos como si somos practicantes (en cualquiera de los ámbitos de aplicación); dicho problema se deriva de los mensajes que divulgamos, y que no divulgamos, en diferentes medios: blogs, revistas especializadas, redes sociales… Parte de nuestro trabajo consiste en explicar bien nuestros hallazgos y en eso, desde mi experiencia, no estamos siendo tan eficaces como sería deseable.
Pretendemos ofrecer una visión tan sencilla de la “realidad” que se producen con facilidad reduccionismos acientíficos. En principio, todos podemos reconocer (incluso sin ser científicos) que la positividad es “buena” y la negatividad “mala”; sin embargo, el mundo, la realidad, no es necesariamente dicotómica, ni tampoco permanente. ¿Se puede ser siempre “positivo”? ¿Hay que huir siempre de lo negativo? Leo y escucho decir que una de las mejores formas de “estar bien” es alejarse de las personas negativas. ¿Qué es una persona negativa? ¿Lo es porque se queja o porque se preocupa? No está claro lo que significa pero en mi experiencia profesional sí he podido observar algunas consecuencias: temor a “ser demasiado negativo”, a no encajar por si no se es suficientemente positivo o entusiasta.
En la consulta frecuentemente me encuentro con personas que desean aprender a gestionar problemas relacionados con la ansiedad; es cierto que no siempre ocurre que la consulta se relacione con una patología grave desde un punto de vista clínico, sino que se trata de personas cuyos recursos para gestionar su respuesta de ansiedad se han visto sobrepasados. El posicionamiento terapéutico desde la perspectiva de la Psicología Positiva supone focalizar desde el principio en los recursos disponibles, en el desarrollo de nuevas habilidades y en la potenciación de las fortalezas personales.
No por ello menoscabo la utilidad y funcionalidad que las emociones negativas pueden tener ante determinadas situaciones; como profesional de la psicología, como científico, me interesa averiguar el modo en que las personas aprendan a alcanzar un equilibrio que tienda al bienestar, dentro de las posibilidades de la situación, los recursos de los que dispone y la construcción de nuevas herramientas y habilidades. Decirle “sé positivo”, “aléjate de las personas negativas”, “no te preocupes” u otros eslóganes que algunos gurús repiten sin cesar es como no decir nada. De hecho, es una invitación por mi parte a que se sienta incomprendido, incapaz de ser “normal” o de ser “feliz”. De forma enmascarada, al comunicar esos mantras, le estoy haciendo ver que si no es feliz es porque no quiere.
Ayudar a las personas a descubrir sus potencialidades, a reconocer sus tendencias de pensamiento, emoción y acción, generadoras de problemas, y poner en marcha recursos nuevos que disminuyan su malestar e incrementen su bienestar, son algunos objetivos “centrales” de parte de mi trabajo. En este sentido, un descubrimiento interesante derivado del trabajo que he realizado en los últimos 3 años me indica que dentro de la atención a personas que consultan por problemas de ansiedad, se producen con más facilidad resultados positivos, en forma de objetivos terapéuticos alcanzados, cuando se trabaja potenciando las Fortalezas Personales que les llevan al afrontamiento a través de la acción.
Cuando se ponen en marcha las Fortalezas a través de acciones, se generan emociones positivas y vivencias de empoderamiento: las personas que he atendido utilizando las fortalezas como recurso complementario informan de un incremento de la percepción de capacidad de afrontamiento de las situaciones ansiógenas, al tiempo que manifiestan una reducción significativa de las preocupaciones (en términos de frecuencia, duración e intensidad de las mismas). De nuevo paradójicamente, se sienten “más felices y menos preocupadas“.
Como especialistas en este campo, hemos de asumir la responsabilidad de una divulgación de conocimientos y hallazgos responsable, que garantice la explicación de los descubrimientos de forma comprensible para la mayoría de las personas. No se trata de simplificar, sino de explicar mejor.
En lugar de decir que “no te preocupes”, o afirmar que si tienes ansiedad es mejor “centrarte en lo positivo”, puede resultar más responsable por nuestra parte comentar que la preocupación es una estrategia para afrontar la ansiedad que no resuelve el problema, puesto que nos lleva a evitar aquello que nos genera ansiedad (y por tanto la mantiene). Para afrontar con éxito los problemas relacionados con la ansiedad, la mayoría de las veces tendremos que exponernos a lo que nos da miedo y nos genera ansiedad, de manera que a través de esas acciones de afrontamiento, tanto nuestra percepción de miedo como nuestra respuesta fisiológica de ansiedad disminuirán. Lo que he descubierto aplicando las Fortalezas Personales en este tipo de consultas es que se generan aprendizajes, habilidades y emociones positivas que aceleran la recuperación y facilitan el afrontamiento, además de que las personas informan sentirse más felices y preparados para utilizar sus recursos de forma más óptima. Puede que, finalmente, el mensaje “don´t worry, be happy” no sea tan desacertado, aunque conviene, creo yo, explicarlo mejor.
Tony Corredera Larios.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn MoreV Conferencia Internacional de la Felicidad en el Trabajo
La semana pasada asistí a la V Conferencia Internacional de la Felicidad en el Trabajo (#FET2015), celebrado los días 10 y 11 de junio en A Coruña y organizado por Aedipe Galicia, entre otras organizaciones. Como hace 2 años, cuando asistí por primera vez, el resultado ha sido sumamente satisfactorio y me marcho de nuevo con la sensación de seguir aprendiendo y compartiendo con muchísimos colegas y amigos que estamos trabajando en la misma dirección: ayudar a las personas a ser más felices. Por supuesto, también en el trabajo.
Lo primero que quiero hacer es empezar reconociendo y agradeciendo el esfuerzo que Belén Varela (@laquintavarela) ha realizado para que, y a pesar de los diferentes imprevistos que han ido sucediendo antes y durante el evento, el resultado final haya sido tan satisfactorio. ¡Enhorabuena!
Si algo caracteriza estos encuentros profesionales es precisamente el que comparten espacio y cartel algunos de los mejores representantes del mundo académico y de la investigación en Psicología Positiva Aplicada a la Empresa, junto a profesionales de diverso perfil que están aplicando con éxito medidas para incrementar el Bienestar y la Felicidad en las Organizaciones. Es verdad que aún queda mucho por hacer, pero es un placer escuchar cómo ya hay organizaciones aplicando programas y medidas que buscan directamente incrementar la Felicidad de quienes forman parte de esas organizaciones.
Hoy por hoy, escuchar los resultados de las investigaciones y experiencias de personas como Marisa Salanova (@MarisaSalanova), Emiliana Simon-Thomas, Robert J. Vallerard o John Briffa, en el mismo congreso, no resulta fácil de encontrar. Es fantástico comprobar como todos ellos, desde perspectivas tan diferentes como el engagement, la fisiología o la pasión, concluyan lo importante que es el bienestar y la felicidad en las organizaciones. Los descubrimientos de estos investigadores señalan que se pueden hacer cosas, tanto desde el plano individual (lo que cada uno puede hacer por sí mismo para ser más feliz en el trabajo) como desde el plano de la organización (las condiciones que pueden crearse) para facilitar entornos profesionales que incrementen la calidad de vida y la felicidad percibida de quienes habitan y conviven en las organizaciones.
Resulta apasionante escuchar cómo hay organizaciones, como Mahou, Vygon, Chiesi o Human Age, que están aplicando con éxito medidas para hacer de los contextos profesionales escenarios donde poder crecer, evolucionar y ser más felices. Ha quedado comprobado, tanto en la investigación como en la aplicación en organizaciones como las mencionadas antes, cómo las personas que son felices no solo tienen mejor rendimiento profesional, sino que además son más creativas. Especial mención he de hacer a Paloma Fuentes, cuya sensibilidad para responder a una pregunta del público sobre qué ha de hacer una organización con las “personas tóxicas” me pareció maravillosa; en su opinión, el sistema ha de hacer un esfuerzo por incluir a esas personas. El debate sobre esa cuestión está abierto y ojalá en los próximos años aprendamos a deshacernos de etiquetas cuyo resultado sí es realmente tóxico, puesto que generan auténticas profecías que se cumplen a sí mismas.
También resultó interesante escuchar la aplicación exitosa de metodologías basadas en la Psicología Positiva en otros países; la contribución de Iveth Suárez (desde Guatemala), de Muki Palacios (desde Perú) con su programa FET, y de Hugo Nisembaum (Brasil) fueron muy enriquecedoras. Obviamente, no puedo dejar fuera el producto nacional: Julián Pelacho (@julianpelacho) nos contó la aplicación de una serie de estrategias de Liderazgo Positivo para mejorar el clima laboral en una cadena de restaurantes italianos.
Como hace 2 años, durante estos dos días de conferencias y mesas redondas, ha habido también momentos muy divertidos, donde el movimiento (del cuerpo, pero también de las emociones y las conciencias) ha sido revelador. La conferencia de Jorge Salinas (@jsalinasatesora) nos dejó múltiples perlas para pensar, momentos para interactuar con completos desconocidos y durante unos minutos, ¡todos los participantes bailando juntos!
De Jorge Salinas me llevo la experiencia compartida de que toda la cadena de respuestas que empiezan con la pregunta “¿para qué vas a trabajar?”, acaban muy habitualmente en esta: “para ser feliz“.
Por supuesto, otro de los momentos absolutamente emotivos de estas dos jornadas fue el “Diálogo de los Héroes de Angrois”, en el que uno de los supervivientes del terrible accidente de tren, Marcial Cendón, nos dejó auténticas perlas de sabiduría basada en esa experiencia. Solo quiero destacar las recomendaciones que nos dio al final de su intervención: “disfrutad a tope, no dejéis escapar un solo sentimiento y ayudad siempre a los demás“.
Desde un punto de vista personal, lamento solamente no haber podido quedarme hasta el final del evento y haber perdido la oportunidad de escuchar en directo a Alex Kjerulf, y en videoconferencia al gran Mihaly Csikszentmihalyi; quienes escucharan a Jorge Salinas hablar de coherencia y congruencia entenderán que mi decisión me dejó “satisfecho”. Como contrapartida, he tenido la oportunidad de escuchar de nuevo en directo e intercambiar unas palabras, con el fantástico José Antonio Marina, de cuyo discurso me quedo con la historia que nos contó sobre la Catedral de Toledo:
“En una ocasión, mientras se construía la Catedral de Toledo, una persona que pasaba por allí se acercó a 3 de los canteros que tallaban piedra. Le preguntó al primero, “¿qué estás haciendo?”, a lo que respondió “aquí estoy, explotado contra mi voluntad, picando piedra como un esclavo”; le preguntó al segundo lo mismo, “¿qué estás haciendo?”, a lo que respondió “lo que me han mandado, tallar y dar forma a esta piedra”. Cuando le preguntó al tercero “¿qué estás haciendo?”, éste, entusiasmado le respondió: “¡estoy construyendo una Catedral!”.
Con esto me despido, con la sensación de Gratitud y Reconocimiento hacia todos los organizadores, entre quienes nuevamente quiero destacar a Belén Varela. Muy agradecido también a todos los ponentes ya los asistentes con quienes tuve la ocasión de aprender y compartir. Me voy, lleno de energía positiva, de buenas relaciones, de propósitos renovados, sabiendo que comparto un gran camino con otras personas. Como habría dicho el mismo cantero de la anécdota de José Antonio Marina: ¡yo también estoy construyendo una Catedral!
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn MoreCon la mejor de las intenciones…
Siempre me ha interesado el tema de la comunicación. Me parece que es una herramienta esencial para que cualquier objetivo pueda cumplirse, independientemente de lo que nos propongamos, porque casi todo lo que tiene que ver con los seres humanos implica una interconexión con los demás. Obviamente, si tu trabajo consiste en comprender y ayudar a las personas, manejar con eficacia y maestría la comunicación es un objetivo imprescindible.
Corría el final del año 2007 cuando, profundizando en mi conocimiento del arte de comunicar, cayó en mis manos el libro “El Diálogo Estratégico” de Giorgio Nardone. Me pareció tan interesante que decidí formarme en el “Master en Comunicación y Problem Solving Estratégico“, formación acreditada y dirigida por el mismo Profesor Nardone. Ahí empezó mi “idilio” con esta metodología que, hoy por hoy, forma parte de mis habilidades como psicoterapeuta, consultor y formador.
Cuando utilizas la metodología del Problem Solving y, por extensión, la metodología estratégica, abandonas poco a poco la idea de encajar la teoría en una realidad concreta, pasando a una visión constructivista en la que solamente se puede descubrir el problema a través de las soluciones.
Durante uno de mis talleres en un centro escolar, en relación a los estilos educativos, muchos padres y madres expresaban sus opiniones respecto a cada uno de los estilos. Todos mostraban su desacuerdo ante el autoritarismo, ante la permisividad, se sentían bastante cómodos e identificados con el modelo democrático; sin embargo, el “cortocircuito” apareció cuando hablamos del modelo hiperprotector. En este caso, no eran capaces de ponerse de acuerdo y muchos manifestaron las ventajas de proteger a los hijos, auque era aparentemente imposible que acordasen hasta dónde. Para algunos, ir a recoger a sus hijas e hijos a las 2 o 3 de la mañana a la puerta de la discotecta era una forma sana de protegerles, “porque el mundo es muy peligroso, pero a esas horas mucho más“. Parece que el miedo era una emoción compartida por ese grupo de padres y madres que tenían estas respuestas en común cons sus hijos e hijas en edad de salir hasta la madrugada.
Les pregunté si se comportaban de forma protectora en otros contextos con esos hijos o, si tenían hijos más pequeños, si eran también protectores de una u otra forma. Todos y cada uno de los padres y madres presentes reconocieron diversas formas de “protección”: plancharles la ropa para que les quede bien, porque ellos no saben; llevarles y traerles de los entrenamientos, porque no saben ir solos… Formas algunas evidentes y otras sutiles a partir de las cuales los hijos obtenían una ganancia que, al mismo tiempo, supone una pérdida. Todas formas de hiperprotección.
Cuestionados sobre el comportamiento de los hijos, reconocían que estos eran más pasivos, más exigentes cada vez en más cosas…
Planteé entonces una de las tećnicas clásicas propias del Problem Solving Estratégico, que intenta desvelar cómo los problemas se mantienen: la técnica de Cómo Empeorar. Pregunté al grupo que, si quisieran empeorar la situación, en lugar de mejorarla, ¿qué tendrían que hacer o dejar de hacer?
“El que quiere enderezar algo, primero ha de aprender a retorcerlo aún más“.
En mi experiencia, cuando he realizado esta propuesta en grupo o en situaciones individuales, el lenguaje no verbal de las personas indica clarametne que están sorprendidos, pero hasta tal punto que no se pone en marcha un cuestionamiento de la propuesta.
En el caso que estoy comentando, poco a poco empezaron a mencionar divesas cosas que podrían hacer para empeorar la situación, desvelando así una forma de autoengaño compartido: cuantas más cosas hacían por, o en lugar de sus hijos, más exigentes y tiranos se estaban volviendo. Terminamos esta sesión del taller pidiéndoles que, de forma individual, en relación a su propia familia, siguieran indagando con ese mismo ejercicio de cómo empeorar.
Antes de concluir, añadí una última frase con la que cerramos ese encuentro, citando a Oscar Wilde: “A veces, con la mejor de las intenciones, conseguimos los peores resultados“. En una intervención estratégica buscamos evocar sensaciones utilizando aforismos y citas que, en determinados contextos, complementan emocionalmente lo que se ha trabajado de una forma más lógico-racional.
Tres semanas después, nos reencontramos y analizamos elr esultado del trabajo que habíamos acordado. Casi todas las familias habían mantenido su compromiso y se había producido en ellas un resultado interesante; a la luz de las cosas que habían ido anotando (y tambíen de las anotadas hacía 3 semanas), habían “descubierto” que habitualmente, sin habérselo planteado atnes, hacían cosas que consideraban en el listado que empeoraban la situación… Y habían decidido abandonar muchas de esas actitudes y comportamientos, observando en tan poco tiempo una serie de resutlados que consideraban muy positivos: sus hijos, que al principio se habían incluso enfadado por el abandono de ciertos comportamientos, de pronto habían adoptado soluciones por sí mismos, bastante responsables y adaptativas.
En el seguimiento a 3 meses de este taller, muchas familias siguieron en contacto conmigo informándome de mejoras aún más significativas a través del abandono de estos comportamientos hiperprotectores. En el taller se trabajaron muchas maś cosas, que también contribuyeron a la mejora de las situaciones que se plantearon en el mismo, pero este pequeño relato supone un ejemplo de cómo se pueden conseguir resultados eficaces con intervenciones aparentemente pequeñas.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn MoreLas Fronteras de la Empatía
Cualquier persona que dedica su tiempo a una relación de ayuda se ve a menudo expuesta a intensas experiencias de vinculación, a través de las cuales experimentan muchas emociones: las propias y las de los otros. Estas emociones, bien canalizadas, pueden ayudar a transformar positivamente a las personas que participan de ese vínculo.
Sin embargo, a veces sucede que el manejo de estas emociones intensas provoca el resultado opuesto, resultando dañinas tanto para quien solicita la ayuda como para quien pretende ayudar.
En una relación humana es muy difícil conectar con el otro y vincularse sin que se produzca una transferencia, es decir, sin que se experimenten emociones intensas, positivas o negativas, de un lado al otro de la relación. Para poder vincularse con otra persona, hemos de aprender a escuchar, a entender el punto de vista del otro, a saber ponernos en su lugar. Habitualmente denominamos a esto empatía. Pero, ¿qué es la empatía? La RAE la define como la “identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo del otro”.
En psicoterapia, la transferencia se produce cuando el paciente experimenta emociones intensas, positivas o negativas, hacia el terapeuta. La contratransferencia sucede cuando el terapeuta es quien experimenta emociones intensas, positivas o negativas, hacia el paciente.
Nuestra capacidad para ponernos en el lugar del otro, para entender su estado de ánimo, nos puede ayudar a establecer un vínculo significativo que pueda ser el origen de un canal de ayuda.
Sin embargo, en ocasiones, la empatía sobrepasa una frontera desde la cual deja de ser una herramienta constructiva para transformarse en un elemento muy dañino, puesto que nos lleva a experimentar las emociones de los otros como propias, el dolor ajeno como nuestro, el enfado de quien tengo delante en un ataque personal hacia mí. Cuando atravesamos esa línea, esa frontera, dejamos de empatizar y comenzamos otro proceso que llamamos simpatía.
La palabra simpatía proviene del griego y significa, literalmente, “sufrir juntos“. Dicho de otro modo, cuando estamos “simpatizando”, estamos experimentando el dolor del otro como nuestro. Es en ese momento cuando resulta más sencillo que los procesos de transferencia y contratransferencia se pongan en marcha ocasionando interferencias en el proceso de ayuda profesional. Muchos profesionales, por temor a que les suceda esto, por temor a perder la “objetividad”, evitan vincularse con sus pacientes, con sus clientes; sin embargo, al suprimir la empatía del proceso relacional, están evitando también la creación de una alianza terapéutica saludable.
Todos hemos sido partícipes, en alguna ocasión, de una relación en la que percibíamos del otro frialdad y distancia, y en la que esa persona nos “invitaba” con sus palabras a contarle lo que nos sucede: “cuéntame qué te ocurre, me interesa“, “quiero que te abras“… Esto puede suceder no únicamente en la consulta de un profesional de la psicología o la medicina, sino también en el despacho de un orientador escolar, un trabajador social, un enfermero o nuestro jefe. En esas situaciones, la invitación a “abrirnos”, a compartir con el otro, no solo nos resulta incómoda, sino que nos resulta difícil encontrar las palabras para expresar lo que deseamos. En el peor de los casos, sentimos que no se nos permite sentirnos como nos sentimos, que no podemos expresarnos y desde ahí decidimos no hacerlo. Se ha diluido la posibilidad de establecer una relación de ayuda sólida. Para terminar de complicar la situación, la persona que nos “ofrece” su ayuda (o sus servicios profesionales) no entiende porqué no queremos ser ayudados.
En mi experiencia profesional, tanto como psicólogo como supervisor de otros psicólogos, me encuentro en ocasiones con esta dinámica circular en la que el mal manejo de las propias emociones por parte del profesional que pretende ayudar, la gestión inadecuada de su capacidad para empatizar, origina conflictos en la relación terapéutica que tienen como resultado el abandono de la terapia.
La empatía es la capacidad para ponernos en el lugar del otro y comprender sus sentimientos (y los nuestros); en este sentido, muchas veces podemos vernos expuestos a identificarnos con lo que las personas nos cuentan, porque hemos pasado por situaciones similares, porque conocemos a alguien que pasa por lo mismo… Comprenderlo no implica sentirlo como el otro: la tristeza y el dolor de la persona que nos cuenta su situación ES SUYA. Esto supone que si al escuchar el relato sentimos tristeza y dolor, se trata de NUESTRAS EMOCIONES, y aunque se parezcan, NO SON LAS MISMAS. ¿Qué quiero decir con esto? Que es inevitable sentir emociones en una relación, aunque sea una relación de ayuda profesional, pero que hemos de discriminar bien las emociones que experimentamos para no llevarlas a la relación terapéutica y añadir “de nuestra cosecha” nuevas complicaciones.
Conocer nuestro mundo emocional es el primer paso para que las fronteras de la empatía no supongan un problema en una relación de ayuda. La “solución” de distanciarme emocionalmente de la persona que busca en mí ayuda, para “ganar objetividad” es una autoengaño imposible de mantener. En toda relación humana hay emociones en juego y la clave es siempre manejarlas adecuadamente, de forma que aprovechemos todo el potencial que contienen, tanto para nosotros como “ayudadores” como para quienes solicitan nuestra ayuda.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
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Construyendo un mundo mejor: personas positivas (I)
Todos nos hemos encontrado alguna vez, y seguro que muchos forman parte activa de nuestras vidas, con personas con cuya interacción te llena de emociones positivas, de optimismo y de vitalidad. Estoy convencido de que algunos de vosotros, lectores, habéis empezado a pensar en esas personas que conocéis y que os aportan todas estas maravillosas experiencias.
Hace unos días, leyendo un post recomendado por uno de mis más recientes amigos, Julián Pelacho, recordé a algunas de las personas que han pasado por mi vida, o que forman parte de ella, y que son un ejemplo de todo lo que intentamos divulgar en Psicología Positiva: sus Fortalezas Personales, el modo en que se enfocan hacia los demás, cómo contribuyen, son un maravilloso ejemplo de cómo seguimos empeñados en construir un mundo mejor. A partir de hoy, quiero hacer un homenaje a estas personas en forma de diferentes post que iremos publicando poco a poco y en los que deseamos contagiar el espíritu de reconocimiento que tanto se merecen.
En el año 2008 recibí el encargo de crear e impartir unos cursos de 25 horas sobre Educación de Emociones en Brunete, dirigidos a mujeres desempleadas. El reto era apasionante en muchos sentidos, en un momento en el que el proyecto Crecimiento Positivo, acababa de comenzar su andadura hacía solo un año.
El primer día, como el camino era largo desde donde vívia, me fui con mucho tiempo y en el lugar donde tenía que coger el autobús que me llevaba hasta Brunete, me quedaba una espera de 45 minutos. Eran apenas las 7:15 de la mañana y decidí ir a tomar un café.
Nada más entrar en la cafetería lo primero que te llamaba la atención era que había una música que te invitaba a bailar, a pesar de las horas; música latina, muy rítmica y divertida. A pesar de no ser el único local abierto a esas horas, era el único que estaba lleno. Todas las mesas ocupadas, toda la barra ocupada, y detrás de ella, alegre y divertida, estaba Carmen. Pedí un café y me ofreció con una sonrisa algo para comer. Enseguida me fijé que entraba otro cliente, que se sentó a mi lado y Carmen le dijo: “¡Pepe! ¡Qué tal tu Atleti esta semana!” mientras le servía inmediatamente un café solo con 2 porras. Al momento, entró otra cliente, a la que también llamó por su nombre y le sirvió el desayuno sin esperar a que pidiera. Terminé mi café y mis tostadas y de nuevo sonriente, Carmen se despidió con su increíble energía y alegría.
El efecto que tuvo en mí esa interacción me duró toda la jornada: estaba contento, me sentía vital y motivado, no solo por el reto que comenzaba, sino también porque había tenido un inicio del día espectacular. Barbara Fredrickson, una de las más importantes Psicólogas Positivas del mundo, afirma que las emociones positivas son el capital psicológico que vamos acumulando para apoyarnos en él en momentos de adversidad. Así contribuye Carmen a construir un mundo mejor: te sirve un desaryuno lleno de emociones positivas para que afrontes el día del mejor modo posible.
Al día siguiente, volví al mismo café, a la misma hora; nada más entrar, la música igual, Carmen cantando alegre, sirviendo desayunos, me preguntó con su habitual sonrisa: “¿quieres un café con leche y tostadas?”. Carmen recordaba, a pesar de que seguramente tuvo muchísimos clientes el día anterior, cuál había sido mi pedido y se anticipaba en su sugerencia. La observé divertido, durante mi desayuno; cómo interactuaba con los clientes, los temas de conversación, cómo reaccionábamos los clientes, y especialmente la alegría con la que todo el mundo se marchaba de allí. Dado que uno de los temas que estaba impartiendo en ese curso de esa semana tenían que ver con la Inteligencia Emocional, le conté a Carmen porqué iba a desayunar allí durante esa semana y que había visto que ella era el perfecto ejemplo de aplicación práctica de contagio emocional positivo que había visto nunca.
Carmen me explicó que aunque la vida te trae muchas veces sorpresas negativas, giros inesperados y diferentes adversidades, ella había aprendido que podía enfrentarse a esas situaciones “amargándose” o “dando lo mejor de sí misma, con música que te invite a bailar y con alegría de vivir“. Puede sonar a cliché, pero Carmen es una persona que facilita con su “alegría de vivir” a que sus clientes se marchen con una sonrisa en la cara e inicien el día de forma diferente, más positiva y alegre.
Desde ese día, durante esa semana, y más adelante en 2009, cuando repetí la experiencia formativa en el mismo lugar, Carmen, cuando me ve entrar en su cafetería me saluda alegremente diciendo: “¡Tony, mi psicólogo!”, con una gran sonrisa y un café con leche con tostadas.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
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