Ser Capaces
En 2021, en el VII Congreso Mundial de Psicología Positiva, que se llevó a cabo de forma online por la pandemia de la Covid-19, Martin Seligman pronunció una conferencia plenaria en la que habló del concepto Agency, que se relaciona con la importancia de las creencias de capacidad y su influencia en las acciones dirigidas a objetivos significativos. El planteamiento de Seligman, en esta conferencia, se basa en un estudio sobre diferentes épocas históricas, y cómo la influencia de ciertas corrientes de pensamiento, como el calvinismo, por ejemplo, movilizaban (o no) el progreso social, tecnológico o científico. Tal vez Agency sea un concepto que trasciende las creencias individuales y se relaciona con las creencias compartidas socialmente.
En ciertos momentos de la historia, esa creencia podría haber resultado fundamental para superar los presupuestos y consideraciones que todos en la sociedad daban por supuesto. Si las creencias compartidas giraban en torno a “no se puede”, el resultado sobre los individuos suponía muchas limitaciones en campos científicos de todo tipo. En otros momentos, la creencia compartida de ser capaces de hacer algo, influyó en las oportunidades para investigar cómo cambiar aspectos que se daban por sentado, “forzando” las creencias establecidas sobre lo “imposible” y encontrando soluciones a problemas específicos. Hubo un tiempo en que era imposible que las personas volaran. Hubo un tiempo en que era imposible curar “la enfermedad del costado” (la apendicitis). Hubo un tiempo en que correr 100 metros en menos de 10 segundos era imposible. ¿No pensáis que creer que es posible hacer cualquiera de esas cosas es un paso importante para llegar a lograrlas?
Sentirnos capaces de hacer algo es en realidad un conjunto de pensamientos concretos, un diálogo interno específico, que genera una creencia fundamental de capacidad; ser capaces, por tanto, tiene que ver con creer que somos capaces. ¿Y cómo construimos esa creencia? Que creamos que somos capaces de algo tiene que ver con varios factores:
- Haber tenido la experiencia previa de haber logrado lo mismo o algo similar. Si hemos planteado ese objetivo anteriormente, o bien uno similar, y lo hemos conseguido, es más probable que pensemos que somos capaces de hacer.
- Imaginar el recorrido y la consecución del objetivo de forma exitosa. Esta proyección de nuestra imaginación hacia el futuro nos permite planificar el camino, prever dificultades y anticipar potenciales cambios.
- Tener confianza en nuestras capacidades y competencias, que parte del autoconocimiento de nosotros mismos, nuestras fortalezas personales, nuestros recursos y fuentes de apoyo.
Cuando percibimos que somos capaces de hacer algo, aumenta la probabilidad de que intentemos objetivos considerados “difíciles” o “imposibles”. A esa percepción se la conoce como Autoeficacia y está directamente relacionada con el concepto Autoestima.
¿Qué Fortalezas Personales pueden ayudarnos a desarrollar nuestra Autoeficacia?
- Optimismo, para desarrollar un estilo de afrontamiento de los retos y desafíos que facilite las acciones necesarias para alcanzar las metas propuestas. La base sobre la que creamos una predisposición optimista o pesimista son los Estilos Atributivos, que hacen referencia a la tendencia que cada persona tiene a la hora de explicar lo que ocurre en nuestras vidas. Para desarrollar un Optimismo Inteligente es necesario un estilo atributivo flexible, que nos ayude a afrontar la adversidad del camino hacia las metas, así como una creencia básica de que “la mayor parte del tiempo, para la mayoría de las acciones pertinentes, depende de mí“. El Estilo Atributivo contiene 3 variables:
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- Personalización: es la tendencia a atribuir lo que ocurre a causas internas (lo que conocemos como Locus de Control Interno) o externas.
- Amplitud: hace referencia al alcance que tendrá la situación, de forma que podemos hacer atribuciones universales o a desarrollar explicaciones específicas.
- Permanencia: es una variable que se relaciona con la creencia de cuánto durará la situación, de forma que hacemos atribuciones permanentes o circunstanciales.
Una combinación concreta de las variables genera un estilo atributivo que puede generar tendencias Optimistas o Pesimistas. Si nos proponemos una meta u objetivo, un estilo atributivo interno (puedo lograrlo porque depende sobretodo de mí), específico (se trata de un objetivo concreto) y permanente (tengo la capacidad de alcanzar los objetivos que me propongo), hará que creamos posible llegar a la meta de forma adecuada.
- Perseverancia, ya que cuando nos planteamos un objetivo a largo plazo pueden existir momentos donde sintamos aburrimiento, cansancio, deseo de abandonar, relacionados con la dificultad del objetivo o con el hecho de que los resultados y el éxito llegarán mucho más adelante. Esta fortaleza nos facilita mantenernos en las acciones necesarias para lograr el objetivo que nos hemos propuesto.
- Perspectiva, que nos puede ayudar a ver dificultades en el camino, aceptar lo que no se puede hacer en el momento actual, de forma que busquemos caminos alternativos.
Es muy importante, además, que estas Fortalezas concretas, u otras que podamos considerar que facilitan la construcción de la creencia de capacidad a la que hacemos referencia, estén en un adecuado equilibrio. Esa combinación equilibrada de Fortalezas es la que ayuda a crear una autoeficacia ajustada: la percepción de que puedo hacer cosas, que tengo opciones para actuar en las situaciones, conociendo y aceptando también los aspectos en los que no puedo influir.
La influencia de lo que otras personas consideran posible o imposible es un factor importante a tener en cuenta. Un entorno facilitador, estimulante, que anima a las personas a explorar las posibilidades, a imaginar realidades diferentes y alternativas, que impulsa el acceso a los intentos, que observa los errores no como fracasos insoportables sino como parte del aprendizaje, posiblemente ayuda al desarrollo de la autoeficacia necesaria (individual y grupal) para iniciar y mantener el camino hacia los objetivos que nos proponemos.
Agency podría ser el término que englobe una nueva cultura de personas con alta autoeficacia, con una percepción compartida de que se pueden mejorar las cosas implementando nuevas ideas, investigando cómo resolver problemas, enfocándose más en la posibilidades para actuar y reconociendo las limitaciones de las situaciones.
Hace unos años conocí a una persona, para la que yo tenía que desarrollar unos materiales didácticos. Existían materiales similares, con objetivos parecidos, pero mi idea era hacer algo lo más original posible, porque pensaba que podía hacerlo. Cuando compartía algunas ideas con esta persona, su discurso era: “no te compliques, ya está todo inventado, mira en internet“. Si hubiera seguido su enfoque, nunca habría apostado por hacer algo diferente y original. Por suerte, a mi lado también había personas que me daban su confianza para desarrollar mis propias ideas y crear materiales originales. Esas personas, que facilitan la creatividad, que dan permiso a explorar nuevas posibilidades, que ofrecen confianza y alientan cuando hay baches, son las que ayudan a crear nuevas realidades, las que construyen culturas que fomentan diferentes formas de enfocar la vida.
Como especie, los seres humanos estamos en un momento de la Historia donde necesitamos enfocarnos en resolver problemas globales, que nos afectan a todos ahora mismo y que lo van a hacer a futuras generaciones. Crear y mantener un discurso personal, social y cultural, basado en la idea de “no se puede hacer nada“, generará conformismo e indefensión aprendida. Sin embargo, si cada uno de nosotros, desde la posición que ocupamos, facilitamos un discurso que genere influencia positiva en torno a la creación de autoeficacia, que potencie el conocimiento de las fortalezas de los individuos, su uso equilibrado, que ayude a crear una cultura basada en la exploración de lo que sí es posible, que acepte que el error es una parte del proceso y que no lo censure… Si creemos que podemos resolver los problemas a los que nos enfrentamos, ¿creéis que podremos llegar a resolverlos a pesar de la dificultad que entrañen?
Para llegar a resolver todas esas situaciones necesitamos desarrollar la creencia de que somos capaces de afrontarlas y resolverlas. ¿Quién puede facilitar que desarrollemos esa creencia? ¿Quién puede ayudarnos a crear autoeficacia? Todos hemos podido conocer a personas en nuestros entornos, a lo largo de nuestras vidas, que hayan sido facilitadores del desarrollo de esa creencia: nuestras familias, nuestros amigos, nuestros profesores… Ahora pensad, ¿cómo podéis influir en el desarrollo de esa cultura de Agency desde la posición que ocupáis? ¿Sobre quién vais a ejercer una influencia positiva al enseñarle qué está en su mano hacer para cambiar el mundo?
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn More¿Por qué es importante la Felicidad en tiempos de Coronavirus?
Tras un año de pandemia, las personas de todo el planeta estamos observando cómo han cambiado nuestras vidas durante todos estos meses. Además de la fatiga, el hartazgo y el miedo que seguimos experimentando como consecuencia de la situación, pero también como consecuencia de la Responsabilidad que asumimos para seguir adelante con nuestras vidas, uno de los factores más “olvidados” y al mismo tiempo más presentes de forma invisible es nuestra Salud Mental.
Nuestro bienestar psicológico depende de ciertos factores que la pandemia y las medidas para evitar el contagio de este virus han modificado profundamente. Nuestra felicidad parece haber sido relegada a un plano en el que se ha vuelto imperceptible, en la que solo su mención parece más superflua que nunca, y en la que aunque estemos preocupados por su ausencia, no nos permitimos ni mencionarla.
Hay varios factores que me gustaría nombrar que influyen poderosamente en nuestro bienestar y en la percepción subjetiva de felicidad, y que tal vez sea más necesario que nunca tener en cuenta para seguir con nuestras vidas de la mejor manera posible:
- La Pérdida de Reforzadores: confinamientos domiciliarios prolongados, restricciones de movilidad, uso de mascarillas, etc., han sido algunas medidas para protegernos del virus y han supuesto que hayamos visto cómo disminuían nuestros reforzadores (aquellas situaciones, aquellos estímulos, aquellas acciones que poníamos en marcha para experimentar emociones positivas, bienestar y felicidad).
Nuestros estilos de vida anteriores a la pandemia se han modificado y eso ha afectado a la disponibilidad de esos reforzadores: ya no salimos tanto, ni de la misma manera, ni nos sentimos igual de seguros al hacer algunas de esas actividades. Donde antes afrontábamos una adversidad, un mal día o una mala racha quedando con unos amigos a cenar, yendo al cine, o saliendo a bailar, ahora vemos que, o no se puede hacer, o nos pensamos mucho hacerlo para evitar riesgos. Donde antes planificábamos nuestras actividades de ocio con antelación, o las improvisábamos, con el objetivo de divertirnos y sentirnos bien, ahora nos planteamos si es responsable llevarlas a cabo.
La pérdida de reforzadores influye en nuestro estado de ánimo de forma poderosa, ya que supone un agotamiento de las experiencias acumuladas sin que exista la posibilidad de volver a experimentarlas de forma inmediata o a medio plazo.
- El Capital Psicológico Acumulable: así es como la Doctora Barbara Fredrickson llamaba al “efecto” que las emociones positivas tienen sobre nosotros. Cuando experimentamos emociones agradables “llenamos” la cuenta de nuestro capital psicológico, sentimos bienestar, estamos llenos de vitalidad, energía y preparados para afrontar nuestras vidas.
Si nos tenemos que enfrentar a una adversidad, nuestro capital psicológico influye en cómo vamos a afrontar esa situación: si nuestro capital psicológico está en “números rojos”, es posible que nuestro afrontamiento sea más difícil, porque percibiremos que la situación es desesperante y que no tenemos margen de error. Imagina que tras gastar tu sueldo en tu hipoteca, la comida, los gastos de la casa, etc., de pronto se avería el coche y no tienes dinero ahorrado para afrontar ese gasto. Si el coche te hace mucha falta para, por ejemplo, ir a trabajar, es posible que esa adversidad sea muy estresante, te lleve a tomar decisiones que tal vez conlleven futuros problemas (pedir un préstamo, por ejemplo), etc.
Sin embargo, si tenemos “ahorros” en nuestra cuenta, aunque no nos guste estar en esa misma situación y sea desagradable, estaremos más tranquilos a la hora de tomar decisiones y afrontar la adversidad. Esta metáfora ilustra la importancia del Capital Psicológico en nuestras vidas; divertirnos, hacer actividades agradables, sentir emociones agradables, tiene la función no solo de incrementar el bienestar, sino de generar un repertorio de recursos de afrontamiento ante la adversidad.
La pérdida de reforzadores y la baja disponibilidad de otros reforzadores, ha supuesto que hayamos ido “vaciando” nuestro capital psicológico acumulable y que como resultado de la combinación de ambas variables (1 y 2) el estado de ánimo haya ido fluyendo progresivamente hacia la tristeza, la desesperanza, la desmotivación y la desilusión.
- Sensación de Control y Dominio: sentir control sobre nuestras vidas, percibir que nuestras decisiones tienen una influencia en los resultados de nuestras vidas (lo que conocemos como Locus de Control Interno), es esencial para nuestro equilibrio emocional, para nuestro bienestar psicológico subjetivo. Si hay una experiencia común en la mayoría de las personas durante la pandemia, de forma puntual o estable, es la Indefensión Aprendida: la sensación de que haga lo que haga, nada depende de mí, así que, ¿para qué intentarlo?
La Indefensión Aprendida tiene una relación directa con la Depresión, tal y como los Doctores Martin Seligman y Steve Mayer demostraron con sus experimentos el siglo pasado. La sensación de Indefensión nos genera la percepción de que no podemos controlar nuestras vidas, y esa pérdida de control afecta también a nuestros estados de ánimo, a nuestra capacidad para actuar en nuestras vidas y tratar de hacer cambios que faciliten nuestro bienestar. A través de esta experiencia creamos la percepción de que dependemos totalmente de las circunstancias, que no podemos hacer nada para sentirnos mejor, para cambiar algo de la ecuación.
- La Pérdida de Esperanza e Ilusión: la Esperanza y el Optimismo son dos caras de la misma moneda, tienen que ver con la disposición a pensar y creer que en el futuro las cosas serán positivas, agradables o constructivas. Si perdemos la Esperanza, posiblemente comencemos a percibir que el futuro traerá únicamente eventos desagradables para nosotros, lo que también repercute de forma muy directa en nuestro estado de ánimo.
Para mí, el Optimismo es como el motor de un coche, puesto que se trata de un complejo entramado cuyo funcionamiento equilibrado es esencial para que el vehículo funcione. Concretamente, el Optimismo se basa en los Estilos Atribucionales, la tendencia a atribuir a causas Internas/Externas, Permanentes/Temporales, Globales/Específicas, aquello que me ocurre en la vida. En función de la situación una combinación de esos tres factores de atribución de responsabilidad me ayudará a sentir por un lado control (depende de mí) y por otro la creencia de que las cosas tenderán a ir “bien”.
Sin embargo, el coche con el motor en perfectas condiciones no puede funcionar sin gasolina. El combustible es la Esperanza. Y la Esperanza se basa en nuestra capacidad para creer en que el futuro será bueno para nosotros (tanto individual como colectivamente). La Esperanza puede ser una creencia basada en hechos contrastables o basada en algo más intangible, menos racional; en cualquier caso, puede ser un elemento tremendamente funcional para adaptarnos a situaciones de adversidad. Creer que no va a durar, que vamos a salir de esta situación, es un factor que puede ayudar a poner en marcha las acciones necesarias para salir de la misma.
Optimismo (el motor) y Esperanza (el combustible) nos ayudan a movilizar nuestros recursos orientados al cambio, a la adaptación a las circunstancias.
Con todo este panorama que he descrito hasta aquí, vuelvo a la pregunta del principio: ¿por qué es importante la felicidad en tiempos de coronavirus? Aunque la felicidad sea un concepto subjetivo, porque para cada uno puede ser una cosa diferente, creo que es importante tenerla en cuenta en este momento porque supone una reflexión sobre aspectos importantes para nosotros mismos y para quienes nos importan. No hablo aquí, por supuesto, de una felicidad hedónica, basada en el propio placer (aunque el propio placer sea también un elemento importante, en equilibrio con la responsabilidad ante la situación compartida entre todos), sino de una Felicidad Eudaimónica, basada en aspectos más trascendentes de nuestra existencia, en conexión con las personas que nos rodean.
Me he encontrado durante estos meses con personas que, como consecuencia de la “caída” de los 4 pilares analizados anteriormente, ha empezado a plantearse preguntas sobre el sentido de su vida: ¿para qué estoy aquí?, ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿para qué todo esto? Con un desgaste emocional evidente, una pérdida de reforzadores brutal, la falta de esperanza e ilusión en el futuro, más un capital psicológico agotado, esas preguntas son mucho más difíciles de responder de forma constructiva. La sombra de la depresión planea sobre muchas personas precisamente porque se combinan todas estas variables.
Tener en cuenta nuestra felicidad, en ese estado depresivo, es algo que posiblemente no vamos a poder realizar. Es como querer empezar la casa por el tejado. Sin embargo, es esencial entender que desarrollar una serie de medidas para equilibrar las variables antes analizadas, para mejorar en esos aspectos, tendrá un impacto en nuestra felicidad y nuestro bienestar. Poco a poco, desarrollando esos aspectos, nos acercaremos a una reflexión necesaria sobre la importancia de cuidar nuestra felicidad y la de quienes nos rodean.
Pero para acercarnos a esa reflexión, es importante empezar a tomar medidas que nos ayuden a desarrollar nuestro Capital Psicológico Acumulable, a través del incremento de Reforzadores en nuestro día a día, al mismo tiempo que tomamos decisiones que faciliten un incremento de la sensación de Dominio que faciliten el desarrollo de creencias más Optimistas respecto a nuestras posibilidades de futuro, lo que redundará en una mayor Esperanza para nuestras vidas:
- Aumentar los Reforzadores: aunque muchos de los reforzadores que habitualmente han formado parte de nuestro estilo de vida ya no estén disponibles (por confinamientos, por responsabilidad, por miedo), puede ser importante comenzar a tener en cuenta otros reforzadores que sí estén disponibles a nuestro alrededor, otorgándoles un mayor valor en nuestro bienestar:
- Hacer un listado de actividades agradables, tanto disponibles como no, y ver cuáles puedo poner en marcha de forma inmediata, cuáles puedo poner en marcha en el plazo de 3-6 meses, y cuáles tengo que aceptar que por ahora no podré realizar.
- Incrementar la apreciación por los reforzadores “pequeños” o que nunca había puesto en marcha con anterioridad. Asimismo, incrementar la apreciación por aquellas situaciones que sigo llevando a cabo pero que hago de forma diferente (por ejemplo, en lugar de ver personalmente a un amigo, hablamos por videollamada).
- Llevar a cabo un registro de actividades agradables y valorar el grado de satisfacción que me generan ponerlos en marcha.
- Incrementar el Capital Psicológico: relacionado con las medidas que acabas de leer, podríamos ir recuperando capital psicológico progresivamente, aunque la valoración de cada acción o situación no sea muy intensa, con el tiempo podríamos encontrar una suficiente “acumulación” de experiencias agradables que modifiquen el Estado de Ánimo. Y será importante para mantenerlas en el tiempo la introducción de herramientas que contribuyan a cambiar la mirada de estas actividades y eventos, para incrementar la apreciación de las mismas.
Cuando se trata de las experiencias positivas y agradables, muchas personas creen que estas deben ser “extraordinarias” para ser tenidas en cuenta, de manera que las cosas pequeñas y perfectamente disfrutables pasan “desapercibidas” o no son tenidas en cuenta. Por tanto, aumentar cuantitativamente los reforzadores y aumentar la apreciación de los eventos, situaciones o acciones que generan sensaciones agradables, serían dos medidas para incrementar el Capital Psicológico Acumulable.
Desarrollar estas medidas no hace que desaparezca la adversidad, pero contribuye a hacerla más llevadera, más soportable… Y además, con el paso del tiempo tendrán un impacto positivo sobre nuestro Estado de Ánimo, que tendrá un mayor equilibrio, con menos “bajadas y subidas”, ayudando así a incrementar la sensación de control y dominio.
- Modificar la Percepción de Control: para enfrentarnos a la Indefensión Aprendida que hemos mencionado anteriormente, la combinación de propuestas anteriores ayudará significativamente a mejorar la percepción de control y dominio. Aprender a ver las adversidades desde una perspectiva que combine las siguientes variables como internas, específicas y temporales será esencial para generar más sensación de control. Del mismo modo, si vemos los éxitos que tenemos a través de nuestras acciones desde una perspectiva que combine las variables internas, permanentes y globales, entonces sentiremos que somos capaces de influir en lo que sucede en nuestras vidas, de forma equilibrada.
“La clave del éxito está en aprender a manejarse dentro de la incertidumbre”.
Como señala el propio Martin Seligman, lo que se aprende a lo largo de nuestras vidas no es la Indefensión, sino el Control. Aprendemos a tener control en situaciones de incertidumbre y eso genera sensación de control, lo que redunda en un incremento de nuestra Esperanza. De hecho, él mismo lo llama el “Circuito de la Esperanza“.
- Planificar Metas que generen Ilusión y Esperanza: tras todo este año tan complicado, con tantos cambios, nos cuesta muchísimo pensar en el futuro, tanto a medio como a largo plazo. Es completamente comprensible que sea así, dado que no sabemos cuándo las cosas mejorarán o volverán a parecerse a la vida que llevábamos antes.
Sin embargo, para ayudarnos a gestionar toda esta situación, no solo será importante incrementar el Capital Psicológico o generar mayor Sensación de Dominio y Control, sino que también hemos de empezar a planificar algunas metas ilusionantes a medio y largo plazo (teniendo en cuenta que el medio y largo plazo será en este caso entre 2 y 6 meses). Ilusionarnos con una salida al campo para hacer una ruta de senderismo (a medio plazo), o tal vez un viaje a alguna ciudad para pasar unos días de vacaciones (a largo plazo), podrían ser metas factibles que ayuden a incrementar la Esperanza en un futuro mejor.
Las 4 variables que he analizado se basan en la observación que he realizado durante el último año en mi trabajo en la consulta, no pretendo nada más que compartir mi experiencia profesional y algunas recomendaciones que han provocado cambios positivos en las personas con las que he estado trabajando. La lectura de esta reflexión sustituye, en ningún caso, la petición de ayuda profesional si estás pasando por un momento delicado.
Por todo esto me parece que es importante tener en cuenta la Felicidad en estos tiempos, porque está vinculada a aspectos que pueden ayudarnos a llevar esta situación de forma más constructiva, a tener más control en la situación, a gestionar toda esta incertidumbre en la que estamos viviendo. Tener en cuenta la Felicidad y el Bienestar, incluyendo entre otras las variables mencionadas pueden ayudarnos en esta transición hacia nuevos Estilos de Vida que aún están por llegar.
En este 2021, tras el desgaste de 2020, creo que es importante que el discurso de responsabilidad y paciencia, se combine con una serie de medidas que faciliten la aceptación de los cambios que están sucediendo, al tiempo que alimentamos la Esperanza de que la situación mejorará y nuestras vidas serán más plenas y satisfactorias. Y esta Esperanza no solo debe basarse en el deseo de recuperar nuestras vidas pasadas, porque claro que iremos recuperando espacios, vínculos y actividades, sino porque habremos aprendido nuevas formas de observar nuestro bienestar, nuevos caminos para buscar nuestra felicidad.
Esa es mi Esperanza particular, mi deseo para todos nosotros: que seamos capaces de aprender nuevas maneras de vivir, más sencillas, más orientadas a las relaciones constructivas y significativas.
Tony Corredera.
Learn MoreLa Importancia de la Supervisión Profesional en Psicología
Durante mi formación como psicólogo especialista en clínica y salud, un elemento fundamental en esos primeros meses y años fue la supervisión profesional; mis supervisoras fueron referencias clarificadoras para mí en los primeros casos que tuve que afrontar hace 13 años.
Cuando estás empezando tu carrera profesional, sentirte seguro es un lujo al alcance de muy pocas personas; en cada nuevo caso, estás nervioso, deseas ayudar a esa persona que ha acudido a ti y hacer un buen trabajo. Aprender a gestionar las emociones derivadas de esta situación, para no perder de vista lo que realmente importa, es esencial. ¿Qué importa y no debemos perder de vista? Escuchar al cliente/paciente, entender lo que nos cuenta y nos solicita, clarificar para qué ha venido y qué desea conseguir, de manera que nosotros podamos decidir si estamos “cualificados” para afrontar la situación.
Pero, ¿qué es estar cualificado? ¿Tener todas las respuestas? ¿Saber de todos los problemas que puedan aparecer en cada sesión? Seguramente quien se plantee sentir este grado de cualificación, nunca se percibirá realmente “cualificado” para comenzar a trabajar en el campo de la psicología clínica y de la salud.
Sistemáticamente en los últimos 14 años he conocido compañeros y compañeras que buscaban una seguridad que es imposible construir hasta que no comienzas a trabajar: se formaban en un postgrado tras otro, pero nunca daban el paso de comenzar la práctica profesional en consulta.
Cuando, 2 años después de terminar mi Master en Psicología Clínica y de la Salud, una de mis mentoras me ofreció la oportunidad de ser Supervisor de alumnos del master, me pareció inicialmente una locura. ¿Estoy preparado para guiar a otras personas en este proceso? Sin embargo, el desafío y la oportunidad eran enormes. Durante 3 años ocupé ese puesto y he de señalar que pude aprender mucho. Por ejemplo:
- Casi todas las personas que empiezan a ejercer sienten las mismas inseguridades y recurren a soluciones similares: quieren saber el protocolo concreto para atender un “trastorno” o un “problema” concretos, de manera que leen y revisan libros y artículos que hablan de esos diagnósticos. A menudo, esto supone que pueden encontrar respuestas puntuales que les ayudan a resolver una situación de consulta o, por el contrario, al buscar una “etiqueta diagnóstica” demasiado rápido, han invertido mucho esfuerzo en saber sobre un tema muy concreto que después descubren que es irrelevante para lo que el cliente/paciente les plantea.
- Muchas personas comparten la sensación de “no estar preparados”, de sentirse abrumados y no saber cómo empezar. La pregunta más recurrente era: “¿y si…?”, y a continuación se describía una situación imposible de predecir la mayoría de las veces. Por ejemplo, “¿y si el paciente no trae las tareas?” (antes de conocer por primera vez a un paciente) o “¿y si esta técnica no da resultado?” (antes de haberla pautado al paciente). Estas preguntas, por otro lado totalmente razonables, son una muestra de cómo intentamos controlar lo incontrolable.
- Los alumnos deseaban construir su seguridad profesional en base a protocolos y, cuando éstos no funcionaban como esperaban, algunos volcaban su frustración con el propio paciente, siendo más agresivos en la sesión: “pues si no hace esto, no sé cómo espera mejorar“.
Todo esto me hizo reflexionar sobre la importancia de la Supervisión, tanto desde una perspectiva técnica como desde una perspectiva emocional. Aprender a gestionar nuestra posición como psicólogos dentro de una relación terapéutica ha de estudiarse y desarrollarse tanto como los conocimientos técnicos basados en la evidencia para intervenir en unas problemáticas de manera eficaz y en tiempo breve.
Si estás empezando tu carrera como psicólogo clínico y de la salud, lo más recomendable es que supervises tu praxis desde el primer día. Nuestra formación es permanente, puesto que más allá de postgrados, es recomendabe acudir a Seminarios y Sesiones Clínicas. Todos estos pasos de formación continua son muy importantes y necesarios, aunque estén relacionados, la mayoría de las veces, con aspectos de intervención clínica desde el punto de vista técnico. Creo que también es muy importante valorar nuestra formación epistemológica, para ser capaces desde ahí de construir el esqueleto teórico y técnico al servicio de los objetivos de nuestros clientes/pacientes.
Sin embargo, insisto en la idea de que el espacio de Supervisión es esencial para crecer y ser conscientes de nuestros progresos.
Conforme avanza la experiencia profesional, el papel de la supervisión también va modificándose:
- Inicialmente es una Supervisión Técnica: planteamiento de los casos, ayuda con la selección de técnicas de intervención, seguimiento de la evolución, dirigir situación en las que nos atascamos, cómo gestionar situaciones complicadas durante una sesión…
- Más adelante, la Supervisión se va centrando también en aspectos relacionados con el Posicionamiento Terapéutico: la construcción de la alianza terapéutica, las emociones que sentimos en las sesiones, los procesos de transferencia y contratransferencia, así como el efecto que genera nuestra profesión en nuestras vidas personales.
Cuando empezamos a dominar el “esqueleto” de la evaluación y el planteamiento de los casos, empieza a ser necesario revisar y trabajar la comunicación durante las entrevistas de manera diferenciada de la comunicación durante la intervención, así como nuestro “posicionamiento” frente al paciente (cómo nos sentimos en las sesiones, cómo afecta a nuestra vida personal) para prevenir burnout y otros trastornos emocionales que podemos sufrir como consecuencia del ejercicio de nuestra profesión.
Después de todos estos años de trabajo, sigo siendo un apasionado de nuestra profesión. He sido testigo de cómo algunas personas que empezaron a estudiar la carrera con la misma pasión que yo, o que empezaron a ver pacientes con la misma dedicación y pasión que yo, se han ido quemando poco a poco hasta abandonar por completo la psicología.
Creo que en algunos casos, haber tenido un espacio de supervisión habría podido guiarles hacia otro camino, no sé si necesariamente hacia otro resultado, pero desde luego sin el malestar con que algunos han acabado sintiendo hacia la profesión de la psicología clínica y de la salud.
Si amas nuestra profesión y estás comenzando, no lo dudes, busca a un profesional que te supervise y ayude a desarrollar tus habilidades y recursos profesionales.
Tony Corredera
Director de Crecimiento Positivo
Learn MorePromoviendo la Salud Mental
Hoy es el Día Mundial de la Salud Mental. Hace justo un año escribí otro post en el que comentaba la importancia de visibilizar a estas personas, de no juzgarlas, de tratar de comprenderlas y hacerlo no desde una perspectiva individualista, sino sistémica. Manteniendo el mismo enfoque planteado en el anterior post, este año me gustaría compartir una reflexión sobre los esfuerzos por promover la Salud Mental Positiva.
Cuando hablamos de Salud Mental, en muchas ocasiones centramos el tema en la Enfermedad Mental, en los Problemas Psicológicos, casi utilizando el término como un eufemismo. Promover la Salud Mental en una sociedad como la nuestra, que presiona sistemáticamente en múltiples direcciones opuestas entre sí, resulta un gran desafío. Continuamente recibimos mensajes contradictorios que van desde la importancia de tener éxito profesional (para lo que hay que estar continuamente ocupado con tareas profesionales y/o formativas) hasta la importancia de “estar presentes” en las relaciones personales, reservando tiempo a diario para la pareja, los hijos, los amigos, la familia… Vemos en televisión productos para reducir el colesterol y a continuación un anuncio de hamburguesas con una pinta deliciosa. ¿Estas formas de contradicción promueven el bienestar? ¿Promueven la Salud Mental?
Del mismo modo, existen formas de presión que consisten en mensajes contradictorios, opuestos entre sí, o sencillamente novivos, pero que aparecen disfrazados como “fórmulas de la felicidad, el éxito y el bienestar”. Nuestro deseo de vivir una buena vida, de evitar el sufrimiento propio o de nuestros seres queridos, nos lleva en ocasiones a cometer el error de considerar estos mensajes como verdades absolutas.
Habitualmente suelo decirles a mis pacientes que los psicólogos tenemos muchas más certezas sobre todo aquello que podemos hacer para que las cosas empeoren que sobre lo que hay que hacer para llevar una vida feliz. Eso no quiere decir que no sepamos nada sobre qué se puede hacer para mejorar nuestras vidas, qué estrategias implementar para potenciar nuestro bienestar y el de las personas con quienes nos relacionamos.
Muchísimos estudios científicos en diversos campos de la psicología, como la Psicología de la Salud, la Psicología Social, la Psicología Positiva y la Psicología de las Organizaciones, mencionan de forma consistente hallazgos para mejorar nuestras vidas. Y dichos hallazgos van más allá de la solución de problemas existentes, sino en la mejora de condiciones individuales (gestión de las emociones, de los sesgos cognitivos, de la percepción de capacidad), de las condiciones relacionales y sistémicas.
Sin embargo, ¿cada cuánto tiempo tenemos ocasión de conocer estos hallazgos? Nos bombardean a diario con noticias que generan en nosotros muchas emociones desagradables como miedo, rabia, tristeza… ¿Dónde podemos acudir para nos “bombardeen” con mensajes que generen en nosotros optimismo, esperanza y sensación de que podemos mejorar nuestras vidas? ¿Dónde podemos aprender a potenciar nuestro bienestar? Se deja “lo positivo” a la elección particular de cada uno, de tal manera que se acaba convirtiendo en una gran exigencia discriminar entre tanto mensaje: aquí es donde campan las pseudociencias, que tanto daño están haciendo.
Para cuidar mi Salud Mental y la de quienes me rodean, no basta solo con tratar los problemas cuando éstos aparecen. En todos los años que llevo como profesional de la Psicología he ido observando que las estrategias preventivas pueden ayudarnos muchísimo en el objetivo de promocionar la Salud Mental Positiva.
Desarrollar autoconocimiento y habilidades para pensar en términos científicos, aprender a gestionar nuestras emociones, a comunicarnos de forma efectiva y auténtica, son algunos de los recursos que considero imprescindibles para promocionar nuestra Salud Mental.
Esto es en gran parte lo que he aprendido en mi consulta. Pero también me parece esencial entender la dinámica de relaciones en la familia, en los trabajos, allí donde pasamos tiempo con otros.
Generar un tipo de comunicación que permita a las personas relacionarse sin miedo, donde la empatía y la compasión sean dos pilares básicos a la hora de comunicarnos, resultan factores determinantes para construir sistemas que faciliten situaciones promotoras de Salud Mental. Dicho de otro modo: que uno quiera estar en esos lugares con esas personas, porque siente que suma y que le suman.
Psicólogos de fama mundial, desde diferentes ramas de estudio, llaman a esto trabajar en el Florecimiento Humano (por ejemplo, Martin Seligman o Steven Pinker).
¿Y si la clave para promocionar la Salud Mental hoy también pasa por crear eventos donde el objetivo sea Florecer, donde la meta sea CRECER? Algunas personas hemos decidido dar un paso adelante y compartir nuestros conocimientos, experiencias y voluntades para promocionar no solo la Salud Mental, sino también el Florecimiento, el Bienestar y la Felicidad.
Este mes de Octubre tienen lugar una serie de eventos que tratan de equilibrar esta balanza, compartiendo hallazgos científicos, experiencias profesionales e historias inspiradoras: Pamplona en Positivo, que tendrá lugar los próximos 19 y 20 de Octubre, y La Laguna en Positivo, que tendrá lugar el 27 de Octubre. Y dado que también coincide que la próxima semana se celebra en Madrid un congreso académico sobre Psicología Positiva, considero que estamos ante un #OctubrePositivo.
¿Te sumas a la acción de plantar la semilla del Crecimiento? Yo te espero en Pamplona la semana que viene. ¡Allí nos vemos!
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
- Pamplona en Positivo se celebró los días 19 y 20 de Octubre de 2018.
- El IV Congreso Español de Psicología Positiva se celebró en Madrid los días 18, 19 y 20 de Octubre de 2018.
La Paradoja del Ataque de Pánico
Desde hace unos años, pero de forma mucho más frecuente durante 2017, muchas personas que han acudido a la consulta para resolver una demanda relacionada con los Ataques de Pánico. Al consultar a otros colegas de profesión hemos constatado un incremento significativo de las consultas relacionadas con problemas de ansiedad, especialmente relacionadas con Ataques de Pánico. La prensa también se ha hecho eco sobre el creciente problema de la ansiedad en nuestra sociedad; podéis leer un interesante artículo aquí.
Muchos pacientes manifiestan que sus experiencias iniciales de Ataque de Pánico han sido tan desagradables, tan terribles, que llegaron a pensar que estaban sufriendo un infarto, que podían morirse. En muchos casos, las personas alrededor acababan llamando al 112 y siendo antendidos por personal sanitario de una ambulancia y siendo trasladados a Urgencias. Esta misma experiencia, en muchos casos, confirma a los propios pacientes que algo muy malo podría pasar.
Uno de los casos que atendí el año 2017 contaba que su primer ataque de pánico fue tan intenso que llamaron a una ambulancia y le trasladaron a Urgencias. Allí, el personal sanitario activó el protocolo diagnóstico habitual que trata de descartar la posibilidad de un infarto de miocardio: le hicieron un Electrocardiograma (ECG) y tras descartar el infarto le administraron un ansiolítico (un fármaco que trata los síntomas de ansiedad, reduciendo, en el mejor de los casos, la respuesta fisiológica del organismo).
Durante todo el proceso, el traslado en ambulancia, el ECG, la “breve” espera hasta confirmar diagnóstico (30 minutos en total, lo que considero una respuesta muy efectiva), el paciente no recibió ninguna información, ninguna comunicación sobre lo que estaba ocurriendo. De manera que su interpretación durante todo el proceso: “me estoy muriendo, me está dando un infarto, y estas pruebas lo confirman” fue configurando el MIEDO que posteriormente acaba convirtiéndose en la variable de mantenimiento más importante que explica la aparición de los siguientes ataques de pánico.
(No quiero que se interprete esta observación como una crítica hacia los servicios de emergencia, ni mucho menos. Yo mismo durante el año 2016 acudí 2 veces a urgencias por fuertes dolores en el pecho y pasé ambas veces por el protocolo anteriormente descrito. En mi caso, era una lesión en mi espalda que acabó provocando dolor en múltiples zonas de mi espalda y torso).Las variables que explican el primer ataque de pánico y las variables que mantienen los siguientes ataques de pánico suelen ser diferentes. De hecho, es así para la mayoría de los problemas psicológicos que atiendo en la consulta: lo que origina el problema no suele tener que ver mucho con lo que lo mantiene. Y los cambios que son posibles para superar esos problemas, incluyendo el ataque de pánico, tienen que ver con la modificación de las variables que mantienen el problema: cambiando la conducta, la manera de afrontar esas situaciones, se puede superar el problema.
Si os habéis fijado, he hablado de miedo y ansiedad como conceptos diferentes, aunque tienen relación de influencia entre sí. Muchas personas que conozco utilizan ambos términos como sinónimos, para referirse a experiencias que abarcan desde los pensamientos, las creencias, las reacciones fisiológicas, las emociones… Más allá de la preferencia de un profesional sanitario y su modelo de referencia (modelo médico, modelo psicológico bio-psico-social, etc.), he visto que muchos de mis pacientes se sienten confusos cuando hablan de sus experiencias de ansiedad, de sus ataques de pánico.
En la fase inicial del tratamiento, lo que muchos de mis colegas llamamos “psico-educación” tratamos de, tras evaluar el problema, clarificar términos con el paciente y crear un lenguaje común que facilite la comprensión de cómo funciona el problema. En esta fase, y basándome en la propuesta de tratamiento para los Ataques de Pánico del psicólogo italiano Giorgio Nardone (1), considero que resulta útil utilizar de manera diferente los términos ansiedad y miedo; así ayudamos al paciente a identificar mejor lo que le ocurre y qué tipo de herramienta utilizar:
- Entendemos por Ansiedad todas las reacciones fisiológicas del organismo: respiración entrecortada, pulso acelerado, taquicardia, tensión muscular, etc.
- El Miedo son las percepciones, pensamientos e interpretaciones que hacemos sobre la situación, tanto antes, durante, como después de las manifestaciones fisiológicas del organismo.
Eliminando la “confusión” terminológica, facilitamos que los pacientes reconozcan mejor lo que les ocurre y utilicen las herramientas apropiadas para cada ocasión.
Lo que ocurre en muchos casos antes de que los pacientes acudan a la primera consulta es que ha habido muchos más Ataques de Pánico desde el primer ataque de pánico. La mayoría de los pacientes, a partir del primer ataque de pánico, desarrollan lo que se conoce como “miedo al miedo”, que, en el caso de la terminología que utilizo en la consulta, es tanto un “miedo a la ansiedad” (a los síntomas de ansiedad) como un “miedo al miedo” (es decir, miedo a estar en situaciones que puedan provocar ataques de pánico).
Es a partir de este momento, en un intento de controlar un nuevo ataque de pánico, que un porcentaje altísimo de esos pacientes desarrolla sus propias estrategias de afrontamiento ante la aparición de los síntomas que ellos identifican como un posible ataque de pánico:
- Evitar situaciones en las que se ha producido algún ataque de pánico, o que potencialmente les generen síntomas fisiológicos de ansiedad.
- Escapar de situaciones en las que sienten que se están poniendo nerviosos o tienen síntomas de ansiedad.
- Ante cualquier cambio fisiológico interno, se autoexploran en busca de la confirmación de que están bien, o de que tienen ansiedad, o de que van a sufrir un nuevo ataque de pánico.
- Buscar ayuda para afrontar el miedo a las situaciones que podrían provocar ataques de pánico, pero de una forma disfuncional: solicitan ayuda para hacer cosas que podrían hacer sin esa ayuda, desarrollando una percepción de incapacidad y una potencial dependencia de los demás.
- Hacer ejercicios de respiración profunda. Esto provoca que, en el momento en el que sienten reacciones de ansiedad, presten una atención excesiva a su respiración, lo que también genera una mayor atención al resto de reacciones fisiológicas, lo que acaba creando la percepción de miedo a perder el control. Esta estrategia de respiración profunda, o los ejercicios de relajación muscular progresiva, pueden funcionarle a algunas personas, pero en mi experiencia profesional distan mucho de ofrecer resultados universales.
Estas mismas estrategias son, en gran medida, las que mantienen el problema y provocan un efecto paradójico: en el intento de controlar sus ataques de pánico, autoexplorándose, tratando de relajarse y respirar profundo, acaban perdiendo el control y sufriendo nuevos ataques de pánico.
Es algo que me he encontrado en la consulta en el 90% de casos cuya demanda principal eran los ataques de pánico. Si en la primera fase del tratamiento, que como señalé antes, llamamos “psico-educación“, aclaramos los términos y los pacientes discriminan mejor lo que les está ocurriendo, la adherencia al tratamiento posterior, que siempre tiene matices diferentes, es mayor.
Y esto es importante, porque muchos pacientes que sufren ataques de pánico de forma recurrente han aprendido unas herramientas de gestión disfuncionales pero a las que les resulta muy complicado renunciar. Hablarles del efecto paradójico del intento de control que lleva al descontrol, y que tienen que renunciar a seguir haciendo lo que habitualmente hacen, les genera un poco de (o mucha) intranquilidad. Una vez descubierta esa paradoja (que cuanto más tratan de controlarlo, más incontrolable parece) se trata de utilizar las herramientas adecuadas a cada una de las variables habituales que mantienen el problema. Si utilizamos una herramienta para enfrentarnos al miedo cuando lo que sentimos es una reacción fisiológica de ansiedad, seguramente no funcionará; del mismo modo, si tenemos pensamientos intrusivos de miedo y los afrontamos con una técnica de reducción de la ansiedad, seguramente tampoco funcionará.
Una adecuada evaluación (para descubrir cómo se mantiene el problema), junto a la fase de psico-educación anteriormente explicada, y una adecuada selección de técnicas para el afrontamiento de la ansiedad, por un lado, y del miedo, por otro, serán el camino para resolver el problema de los ataques de pánico de forma rápida y eficaz (2).
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
(1) Podéis saber más sobre el tratamiento de los Trastornos de Ansiedad propuesto por el Profesor Giorgio Nardone, de la Escuela de Terapia Breve Estratégica de Arezzo en los siguientes libros:
(2) También recomendamos la lectura del manual de “Terapia Cognitiva para Trastornos de Ansiedad“, de David A. Clarck y Aaron T. Beck.
Learn MoreDía Mundial de Salud Mental
Hoy, 10 de Octubre, es el Día Mundial de la Salud Mental. Se trata de una fecha que procura concienciar a la sociedad de la importancia de visibilizar la situación de las personas con problemas de salud mental y sus familias, además de reivindicar públicamente los derechos de este colectivo.
El concepto de Salud Mental Positiva, aunque polémico por la falacia que encierra la expresión (en relación a “positiva” o “negativa”), se dirige precisamente al estudio de cuáles son los factores que influyen en el desarrollo y mantenimiento de una adecuada Salud Mental. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como:
“Un estado de bienestar en el cual el individuo consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, trabajar de forma productiva y fructífera y tener la capacidad para hacer contribuciones a la comunidad”.
Desde la fundación de la Psicología Positiva, Martin Seligman ha defendido que uno de los marcos más adecuados de intervención para este área es precisamente la prevención. En Crecimiento Positivo hemos trabajado en el campo de la prevención de drogodependencias durante los últimos 10 años, y el modelo de trabajo que hemos utilizado desde nuestros comienzos se basa en el desarrollo de Factores de Protección cuya presencia disminuye (o elimina) los riesgos de consumos problemáticos y, por extensión, otros problemas de salud mental. Este enfoque fue añadiendo progresivamente herramientas propias de la Psicología Positiva, como el uso de las Fortalezas Personales en el ámbito individual, familiar y escolar.
El estudio de la Salud Mental no debe basarse exclusivamente en los factores individuales, sino que ha de extenderse hacia los factores sociales y sistémicos. ¿Existen elementos y variables del entorno, de los sistemas, que generen problemas psicológicos? ¿O solamente es una cuestión individual, de recursos personales? El filósofo Jiddu Krishnamurti afirmó hace mucho tiempo que “no es saludable estar adaptado a una sociedad profundamente enferma“. Creo que en ese equilibrio de fuerzas, entre los recursos personales y las variables sistémicas, está la clave de un adecuado acercamiento al concepto de Salud Mental.
En esta misma línea, los trabajos desarrollados por psicólogos sociales como Phillip Zimbardo confirman la importancia de los sistemas en la creación y mantenimiento de problemas psicológicos en las personas. En el famoso experimento de la prisión de Stanford, las reacciones patológicas a la situación creada como síntomas de ansiedad o depresión, paranoia y violencia, cesaron por completo a las 2 semanas de poner fin a dicho experimento (y por tanto salir de la situación que generaba patología). ¿Son los problemas psicológicos una forma de expresar que un sistema crea situaciones patológicas? Es una pregunta que considero interesante y sobre la que creo que debemos reflexionar entre todos.
En consulta suelo ver a personas que sufren por muchas razones. He aprendido en estos años que hay situaciones que generan mucho dolor y que son inevitables, todos tenemos que transitar esos caminos; cuando no lo hacemos, las consecuencias son peores, más graves e intensas, ya que ese dolor se convierte en sufrimiento sostenido. Querer evitar el dolor es una reacción natural; pero en ocasiones, evitar el dolor supone crear unas condiciones en las que después vamos a sufrir mucho más. Un buen ejemplo es el duelo ante una pérdida. Si evitamos conectar con ese dolor, puede que las reacciones a medio-largo plazo sean auténticamente patológicas. Y lo que nos tiene que quedar meridianamente claro es que ninguna de estas situaciones las provocamos a propósito, no las buscamos, sino que son consecuencias paradójicas de un impulso “natural”; ocurre igual con el miedo, ante el cual solemos reaccionar evitando lo que nos asusta. Pero si evitamos siempre ese miedo, ¿cuándo aprenderemos a afrontarlo?
Por otro lado, podemos observar cómo algunos sistemas sociales, cómo las dinámicas de relación familiares (o de pareja), cómo las organizaciones a través de relaciones de poder e influencia, crean situaciones donde surge y se mantienen los problemas psicológicos. Este es el paradigma PERSONA-SITUACIÓN-SISTEMA, que tiene en cuenta esas tres variables para elaborar teorías de cómo surgen, se desarrollan y mantienen determinados problemas, incluidos los problemas de Salud Mental. Del mismo modo que afirmaba antes, hemos de considerar que en la mayor parte de los casos, las familias, las parejas, los grupos humanos (incluyendo las organizaciones, los equipos deportivos, etc.) tratan de hacer las cosas lo mejor posible. Sin embargo, como expliqué en su día en este post, a veces “con la mejor intención, conseguimos los peores resultados“. En este sentido, por ejemplo, que unos padres faciliten a sus hijos la evitación de los problemas que se encuentran (las dificultades, los miedos), puede convertirse, a largo plazo, en una auténtica patología porque al evitar dichos problemas, les evitamos aprender también a solucionarlos. Teniendo buena intención, les estaríamos incapacitando.
¿Cuál sería entonces el modo más adecuado de prevenir los problemas psicológicos? Está claro que la “combinación ganadora” sería el resultado de un trabajo en el desarrollo de Factores de Protección, a partir del conocimiento de las Fortalezas Personales y su desarrollo equilibrado, junto con la creación de sistemas sociales (familias, organizaciones, empresas, escuelas) que generen situaciones de desarrollo personal y crecimiento, que faciliten un afrontamiento de la vida óptimo, saludable y flexible. Así es como facilitaríamos la aparición de la Resiliencia como recurso fundamental para afrontar los desafíos de la vida de cada uno.
La segunda condición de mi reflexión en torno al Día de la Salud Mental es la importancia de crear visibilidad a esta realidad. La invisibilidad que muchas personas sufren (y sus familias), las etiquetas que les ponemos entre todos, solo sirven para crear una distancia de seguridad artificial. Negar que existe una realidad no la hace menos real. Así que no miremos para otro lado, no miremos con miedo a las personas que están sufriendo. Necesitan ser escuchadas, validadas, comprendidas y aceptadas. Como cualquier persona. No les neguemos lo que todos necesitamos.
El trabajo de aceptación social sobre la existencia de problemas psicológicos es un primer paso para lograr integrar estos procesos como parte de la vida, identificarlos de forma temprana, evitar la cronificación de dichos problemas y así ayudar a resolverlos en su génesis, cuando no haya sido posible prevenirlos. Un elemento esencial sería, por tanto, la detección precoz y el tratamiento lo más rápidamente posible. En consulta he constatado estos últimos 10 años que, quien acude a buscar ayuda al poco tiempo de ser consciente de sus problemas y dificultades, muestra no solo menos resistencia a los cambios necesarios para resolver su situación, sino que la inversión de tiempo en el proceso terapéutico se acorta.
En el Día Mundial de la Salud Mental lo que quiero expresar es que hace falta transformar la visión que tenemos de los problemas psicológicos, para que esa mayor visibilidad no sea un obstáculo. Reconocer que somos vulnerables y que cada persona puede tener problemas en diferentes momentos de vida, nos puede llevar a comprender la necesidad de desarrollar estrategias preventivas en el ámbito educativo que ayuden a desarrollar las habilidades necesarias para afrontar la vida con valentía, alegría y resiliencia.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Podéis leer un estudio de revisión del concepto de Salud Mental Positiva, pinchando aquí.
Y pinchando aquí, podéis leer otro artículo sobre el concepto de Salud Mental Positiva.
Learn MoreDe la Soledad al Encuentro
“Es viernes por la tarde y el nivel de angustia va creciendo; mis planes se han venido abajo y el fantasma de la soledad aparece ante mí. Repaso mentalmente y me doy cuenta que estoy muy solo, que no tengo prácticamente a nadie con quien pueda contar. Las pocas personas que me vienen a la cabeza seguro que ya tienen planes. ¿Qué puedo hacer? Estoy solo y no se me ocure qué puedo hacer. Debería aprender a convivir con estos sentimientos, debo aprender a vivir solo, o acostumbrarme al menos…“.
Este es un relato ficticio, que ejemplifica numerosas conversaciones que he tenido en consulta en los últimos años. Personas que se sienten solas, abrumadas ante la idea de no tener con quién conectar, de no vislumbrar una solución a ese sentimiento que, poco a poco, se ha convertido en su gran miedo.
A finales del año 2015, leí un estudio que afirma que 4 millones de personas en España “se sienten solas“. El dato resulta abrumador, sobretodo si observamos que estudios similares en otros países muestran una tendencia similar. En EEUU, otro estudio del que me habló mi amiga y compañera Teresa Falls, se ha observado un decremento del número de personas significativas que forman parte de la vida de los ciudadanos encuestados. Se ha pasado de tener entre 1 y 3 conexiones significativas, a tener entre 0 y 1 conexiones.
En el estudio realizado en España, se discrimina bastante acertadamente entre diversas tipologías de soledad, que van desde el hecho de “vivir solos” por elección, “vivir solos” porque perciben no tener otra opción, “sentirse solos” en compañía de personas con quienes conviven o se relacionan, así como “sentirse solos” como resultado de un aislamiento social real. En este caso hablamos de una soledad no deseada y sufrida, que hace referencia a la percepción de no tener conexiones y vínculos significativos con otras personas. En los últimos años muchas personas que han pedido ayuda profesional en la consulta, tenían como demanda, de un modo u otro, la soledad.
Estar solo y sentirse solo, aunque frecuentemente pueden confundirse, son experiencias muy diferentes que vienen marcadas por un modo particular de percibir la situación:
- Sentirse solo estando en compañía de otras personas: algunas personas la consideran la peor forma de soledad, puesto que les lleva a pensar que el problema es exclusivamente suyo. Este tipo de percepción genera doble sufrimiento: sufro porque me siento solo y sufro por creer que es culpa mía, por una incapacidad para “conectar”.
- Sentirse conectado y disfrutar en compañía de otras personas: es lo que mayoría de las personas deseamos, conectar con otros, vincularnos de forma significativa y disfrutar de nuestras relaciones interpersonales.
- Sentirse solo estando en compañía de uno mismo, es decir, físicamente solo: es la forma más frecuente en la que gran parte de las personas experimentan la soledad no deseada, asociada al aislamiento y al sufrimiento. Entran en contacto con ella cuando están físicamente solos, cuando no están acompañados.
- Sentirse bien, disfrutando, estando en compañía de uno mismo: en algunos contextos se la conoce como “soledad buscada” y sucede cuando deliberadamente queremos estar con nosotros mismos y nos sentimos bien al hacerlo, puesto que, aunque no sea en este momento, nuestra percepción de estar conectados a otros, se mantiene.
El sentimiento de soledad, para muchas personas, puede tener su origen en un modo particular de percibir la situación en la que se encuentran en ese momento; cuando centramos la atención exclusivamente en pensamientos como “estoy solo“, “no tengo a nadie“, “no le importo a nadie“, la sensación de soledad y desconexión incrementa.
Del mismo modo, esas percepciones generan consecuencias que provocan frecuentemente un empeoramiento de la situación: la percepción de soledad nos bloquea, no ponemos en marcha acciones que cambien la situación, como llamar a un amigo, de manera que incrementamos el aislamiento y la sensación de soledad.
Desde hace mucho tiempo se sabe que los seres humanos somos animales sociales, como casi todos los primates. Sin embargo, no todos tenemos las mismas preferencias a la hora de relacionarnos con los demás, del mismo modo que no todos sabemos disfrutar de estar con nosotros mismos a solas de la misma manera. Es importante aprender a alcanzar un equilibrio saludable partiendo de nuestra preferencia: hay personas que prefieren mayoritariamente estar en compañía de familiares, amigos, pareja, compañeros de trabajo, etc., mientras que otras, pueden tener una gran preferencia y reservarse grandes espacios para estar a solas. En ambos casos, hemos de procurar que exista un equilibrio entre el tiempo que dedicamos a nuestras relaciones interpersonales y el tiempo que dedicamos a estar solamente en compañía de nosotros mismos.
Un elemento importante para alcanzar este equilibrio es respetar nuestra preferencia y no exigirnos “lo que los demás consideran mejor”; en numerosas ocasiones he visto cuestinarse las propias preferencias a personas que parecían disfrutar de las mismas, solo porque otras personas las han considerado “raras” o diferentes.
La soledad es más que un estado emocional, es un aprendizaje que forma parte inevitable de la vida: hemos de aprender a convivir con nosotros mismos, a disfrutar de esa convivencia y hacer de ella un espacio de crecimiento. Hoy por hoy concebimos la soledad como una vivencia negativa, asociada frecuentemente con otros problemas y siempre con connotaciones peyorativas. Parece que “estar solo” se hubiera convertido en un indicador de perturbación emocional y social. El equilibrio entre estar solo y cultivar relaciones interpersonales es un descubrimiento personal que ha de basarse en una sana conexión con nuestras emociones, puesto que éstas cumplen la función de descubrirnos nuestras necesidades. A partir de la detección de nuestras necesidades estaremos en disposición de elegir, partiendo de nuestra preferencia, si quedarnos a solas o buscar la compañía de otras personas que nos importen.
Es fácil que ese equilibrio se pierda. En consulta me encuentro muchas personas que sufren con la soledad que han creado al desprenderse de todas sus relaciones poco a poco, así como personas que han creado relaciones interpersonales basadas en la dependencia. Las relaciones interpersonales nos exponen a numerosos riesgos, como el rechazo, la exigencia, la incomprensión…, pero también nos permiten la posibilidad de conectar con otros y experimentar el amor, la amistad, el apoyo, el consuelo, la alegría compartida…
En el camino de aceptar la soledad como parte de la vida, hay un elemento que nos puede facilitar el equilibrio entre las relaciones significativas con otros y la construcción de una relación significativa con nosotros mismos: el encuentro. Encontrarse con otra persona supone un ejercicio de curiosidad y apertura, en el que estamos dispuestos a adentrarnos en el universo de creencias y experiencias del otro; supone un abandono temporal de mis convicciones para abrirme a otras posibilidades. En el encuentro existe la posibilidad de conectar y crecer, pero no siempre sucede; a veces, el encuentro no se repite y sin continuidad no podemos dar recorrido ni profundidad a una relación. Ni siquiera con nosotros mismos.
El factor que mejor explica, a través de mi experiencia de los últimos años, el que las personas nos sintamos cada vez más solas es la ausencia de encuentro. Un encuentro requiere tiempo, dedicación y presencia. El auge de las redes sociales virtuales, la velocidad a la que procesamos vivencias y la incesante búsqueda de nuevas sensaciones, provoca que imposibilitemos el encuentro con los demás… y también con nosotros mismos. Sin encuentro no podemos conectar, y sin conexiones no podemos sino sentir el acoso de esa soledad que nos genera sufrimiento.
Siempre me ha gustado la expresión “cultivar las relaciones”. Cualquier cultivo requiere tiempo y dedicación, cariño y paciencia. Me resulta muy agradable pensar que son 4 factores importantes para que las relaciones florezcan. El único antídoto contra la soledad sufrida es el encuentro, lo que implica un cambio en el modo en que enfocamos parte de nuestras vidas: menos velocidad y más paciencia, más relaciones en persona y menos relaciones virtuales… Para ir de la soledad al encuentro he de aceptar la posibilidad de que no siempre suceda lo que deseo, de no encontrarme con los otros, pero que invariablemente, si aprendo a disfrutar de una buena relación conmigo mismo, el impacto de la soledad no será el sufrimiento, sino el autodescubrimiento.
Tony Corredera.
¿Sabes que vamos a celebrar dos talleres sobre Relaciones Positivas este mes de octubre de 2019? Uno será en Pamplona el 5 de Octubre y el otro será en Madrid el 19 de Octubre. ¿Quieres saber más sobre estos talleres?
Learn MorePosponiendo la pasión… para centrarme en la presión
Hace más o menos un mes, recibí una invitación que me hizo muchísima ilusión: impartir una charla sobre Psicología Positiva en un Instituto de Educación Secundaria, con alumnos de 2º de Bachillerato. El profesor de la asignatura optativa “Psicología” estaba contactando con profesionales de la psicología con diferentes perfiles para hablarles a los alumnos de la profesión, del tipo de trabajo que realizan, etc.
En cuanto recibí la propuesta recordé a Mariano, mi profesor de Psicología en el instituto en el que estudié, la persona que cambió mi trayectoria para siempre: su pasión por la psicología fue tan contagiosa que gracias a él decidí lo que quería estudiar en la universidad. Y a qué quería dedicarme en la vida. En ese primer momento pensé: “tal vez pueda ayudar a estos alumnos a sentirse inspirados“.
Finalmente, tras conocernos en persona, el profesor de este instituto amplió su propuesta de una charla a un mini-taller de 3 sesiones sobre qué es la Psicología Positiva, desvincularla de la asociación con la “auto-ayuda” y hablar del trabajo científico que se desarrolla (incluído mi propio trabajo en consulta). Esta posibilidad me resultó aún más atrayente. Trabajar con adolescentes resulta siempre un desafío inspirador, ya que son todo potencial a descubrir, suelen ser críticos y habitualmente están deseando “cambiar” el mundo.
En nuestro primer encuentro, solo 7 de los 15 alumnos de la clase acudieron; el resto estaban preparando un examen importantísimo que tenían que afrontar esa semana. En tan solo 5 minutos de la primera sesión me quedó claro el nivel de presión que estaban soportando este grupo de alumn@s; por extensión, supuse que la mayoría de alumn@s de 2º de Bachillerato estaban sometidos a una presión parecida y que se puede resumir en una sola palabra: selectividad. Desde el primer día del curso de 2º de Bachillerato, de forma directa e indirecta, la futura selectividad está presente: las prisas por avanzar en el temario, el hecho de terminar un mes antes el curso para preparar esa prueba, la condensación de fechas y exámenes…
¿Se pueden posponer todas las pasiones 9 meses sin que haya consecuencias sobre nuestro bienestar?
Les pregunté cuáles eran sus pasiones, lo que más les gustaba hacer, y lo cierto es que fue muy bonito escuchar la sencillez de sus preferencias: leer, escuchar música, escribir, bailar… Sin embargo, me resultó preocupante saber que hacía meses que no practicaban estas actividades y preferencias con asiduidad; alguna alumna incluso había dejado de practicarlas absolutamente. Cuando quise saber porqué, la respuesta fue: “no hay tiempo, ahora mismo la prioridad es estudiar“. Aunque no formulé en voz alta esta pregunta ese día, sí que se asomó en mi cabeza: “¿se puede posponer lo que te apasiona 9 meses?, ¿qué consecuencias puede tener esa decisión de desconectar de las emociones positivas, del sentido vital, de lo que hace que sus vidas merezcan la pena?“.
En consulta, suele ser habitual encontrarse con personas que, centradas en resolver un problema, hace meses que han eliminado de su día a día todo aquello que les divierte, apasiona o genera emociones positivas. Cuando se eliminan los reforzadores de la vida cotidiana, es habitual empezar a experimentar cierto nivel de indefensión aprendida, pérdida de sentido vital, ausencia de emociones positivas, aislamiento social… De hecho, cuando algunas personas vienen a consulta diciendo que “están deprimidas” es habitual encontrar que han abandonado sus reforzadores positivos y han comenzado a dejar de lado sus relaciones interpersonales (cuando no están completamente aisladas). ¿No resulta preocupante que implementemos un sistema cuya presión empuja al alumnado a recrear las condiciones de la indefensión aprendida o de procesos depresivos?
El profesor que me invitó me relataba cómo alumn@s brillantes “se habían rendido” y daban el año por perdido, prácticamente desde noviembre. Siempre he tenido claro que es importante enseñar a los alumnos habilidades para la gestión del estrés y de cualquier emoción generadora de malestar, pero esta experiencia ha reforzado mi idea de un cambio estructural más profundo. Como les dije a los alumnos: ¿imagináis una escuela que potencia vuestros puntos fuertes y os deja desarrollar vuestras pasiones? Aunque sus respuestas iniciales no eran demasiado optimistas ante esta posibilidad, lo cierto es que conforme fuimos avanzando en cada sesión, el alumnado se involucró en las propuestas que fuimos explorando: reservar tiempo semanalmente para lo que les gusta, entrando en contacto con la Experiencia Óptima (o Flow), anotar las cosas positivas que les suceden en su día a día, así como explorar sus Fortalezas Personales. Al final de la tercera sesión, incluso los más escépticos manifestaban su deseo de que hubiera más sesiones.
“El mundo no es como es; el mundo es como lo hacemos entre todos. ¿Cómo quieres contribuir tú?”
Reconozco que esta intervención es una gota de agua en la inmensidad del mar. Sin embargo, creo que tiene su valor en tanto en cuanto se identifica la necesidad de equilibrar las percepciones y los tiempos; estamos preparando a nuestros adolescentes para el futuro, les estamos encaminando hacia un futuro en el que perciben que tienen que renunciar a sus pasiones, que las experiencias positivas se pueden posponer porque lo primero es “cumplir con el deber”. ¿No se puede hacer ambas cosas? ¿No es compatible disfrutar de lo que se hace con hacerlo bien?
Si no cuidamos la autoeficacia de nuestros adolescentes, al tiempo que les dotamos de habilidades para gestionar la presión y la frustración, ¿cómo esperamos que crean que pueden? ¿Cómo esperamos que se ilusionen con su futuro? Parte de nuestra responsabilidad como adultos es ayudarles a construir un sistema de creencias flexibles, que les permita identificar aquellas creencias disfuncionales que forman parte de lo que Sonja Lyubomirsky llama “Los mitos de la felicidad“: creencias que nos dicen que, por ejemplo, “ya seré feliz cuando acabe selectividad“. En mi opinión, tal vez ayudaría que el sistema (que somos todos) no empuje a favor de estas creencias.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
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¿Descargas tus emociones?
Este domingo viajaba en autocar de regreso a casa, tras pasar el fin de semana fuera. De pronto, justo a la entrada de mi ciudad, el autocar empezó a frenar lentamente y todos levantamos la vista para observar lo que ocurría: un atasco que se adivinaba bastante largo. No creo que a nadie le gustara aquella situación, que parecía poder prolongarse bastante tiempo. Sin embargo, creo que a todos nos sorprendió la reacción de una de las pasajeras que, nada más frenar el autocar, sacó su móvil, hizo una llamada y en cuanto fue atendida empezó a “despotricar” sobre la situación con su interlocutor: “vaya.. (insulto) de autocares, si lo sé voy en tren, ya sabía que estos … (otro insulto) me iban a fastidiar, seguro que los… (un insulto más) me echan la bronca por llegar tarde“.
Utilizó un tono tan elevado que casi parecía gritar, así que llamó la atención de casi todos los viajeros. Repetía una y otra vez, cada vez más tensa, su discurso, elevando el tono y poniéndose de pie; daba la impresión de querer salir corriendo y llegar por su propio pie a su destino. Estaba claro que esta pasajera estaba muy enfadada, frustrada y desesperanzada, tal vez por no controlar la situación, al tiempo que parecía asustada por no poder llegar a tiempo a donde quiera que fuera. Sin embargo, al contrario de lo que intuitivamente pudiéramos pensar, contar lo que pasaba no le ayudaba a desahogarse, sino que parecía incrementar su sufrimiento.
Apenas 5 minutos después, descubrimos que solo era una retención de tráfico y todo se reanudó sin problemas, llegando a destino unos 15 minutos después de lo esperado. Desde el momento en que el autocar se movió, esa pasajera pareció relajarse y se despidió de su interlocutor, con aparente desgana y volvió a sentarse. De forma inmediata pensé en cómo se podría estar sintiendo el interlocutor, que había recibido una descarga emocional de alta intensidad.
Por otro lado, entre los pasajeros se había creado una atmósfera de tensión bastante evidente, puesto que durante todo este incidente el resto nos habíamos callado y dejado nuestras actividades (como leer o atender la película que iba puesta). Y al observar a mi alrededor en estos minutos tras la breve parada, vi que todos íbamos en silencio. Me pareció una clara situación de contagio emocional negativo. Pensé en la cantidad de veces que algún paciente, amigo o familiar, me ha contado su sufrimiento en los mismos términos: expresándose desde su emoción, en lugar de expresar sus emociones. Parece muy parecido, pero son formas de comunicación muy diferentes.
Es una creencia muy generalizada que “tenemos que expresar lo que sentimos”, porque guardárnoslo trae consecuencias negativas evidentes, premisa que como tendencia general me parece aceptable (algo que traté de explicar en esta metáfora: “Vasijas Emocionales“). Sin embargo, cuando hablamos desde nuestras emociones, como la rabia, la tristeza, el miedo, etc., nuestro discurso gira alrededor de dichas emociones y frecuentemente nos puede llevar a una pendiente hacia abajo: se intensifican nuestras emociones porque esta forma de discurso es circular y redundante, no lleva hacia ningún sitio; cuanto más repetimos el discurso, más se intensifican las emociones negativas. Responde claramente algunos porqués (el motivo por el que nos sentimos así), pero no enfatiza en ningún para qué (la función que cumple expresar lo que expreso). Y eso nos lleva a una buena pregunta: ¿para qué expresar nuestras emociones?
La primera respuesta intuitiva sería: “para sacarlas fuera y que no me hagan daño”; o “para compartir mi sufrimiento”; o “para descargarme”. Nuestras emociones tienen una función, nos ofrecen una información relevante (acerca de la situación o de nosotros mismos) y nos conectan con nuestras necesidades. Esta es una clave importante: a través de la identificación de nuestras emociones (qué sentimos) podemos conectarnos con nuestras necesidades (y cubrirlas).
Cuando hablamos desde nuestras emociones, no solo no identificamos y expresamos en voz alta qué sentimos (nombrar las emociones concretas), sino que no podemos conectar con nuestras necesidades (y cubrirlas o pedir a otros que nos ayuden).
Por eso, muchas veces, en consulta, la recomendación suele ser hablar de la emoción: identificarla, expresarla a los demás y así conectar con la necesidad que he de atender y cubrir. Para comunicar a los demás nuestras emociones, cuando hemos estado acostumbrados a comunicarnos desde nuestras emociones, puede resultar un poco complicado; una recomendación que hago a mis pacientes es utilizar una técnica llamada “Mensajes Yo“, que consiste en aplicar el siguiente esquema:
Yo me siento (y nombrar la emoción que experimento: enfadado, frustrado, triste, ansioso, decepcionado, etc.)….
… Cuando (y especifico la situación en la que me he sentido así)…
… Me gustaría (y expreso mi necesidad, una petición concreta que orienta al otro en el modo en que puede ayudarme).
La psicóloga Nikola Overall, de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, ha contrastado que en las relaciones de pareja, las personas tenemos dos estilos principales a la hora de afrontar una situación de ayuda:
- Apoyo nutritivo: que puede ser apoyar emocionalmente al otro, expresando cariño y amor, o infundiéndole confianza.
- Facilitación de la acción: a través de consejos prácticos o bien ofreciendo recursos a quien nos pide ayuda (hacer algo por él).
El problema en una relación concreta, sea en una pareja o en otro tipo de relación personal, está en el equilibrio de lo que yo necesito (para lo cual es necesario identificar la emoción y nombrarla), la petición que formule al otro, y el estilo de “ayuda” que la otra persona tenga como tendencia primaria. Por ejemplo, si yo me siento triste en una situación y necesito que otra persona me abrace (quiero apoyo emocional) pero esa persona tiene como estilo preferente dar un consejo o recomendación orientado a una solución (me ofrece algo que no busco), es posible que me sienta incomprendido, molesto y frustrado. Del mismo modo, quien intenta ayudarme percibe que no lo logra, por lo que podría sentirse también frustrado. ¿Habéis vivido algo así alguna vez?
En el ejemplo del autocar, la persona que hizo la llamada hablaba desde su emoción (posiblemente un conjunto de ellas: enfado, miedo, frustración…), con gran intensidad, sin hacer ninguna petición a su interlocutor. Cuando pensé en esa persona al otro lado del aparato, la imaginé sin saber qué decir o hacer para apoyar, ayudar o facilitar la solución. La persona del autocar se había descargado emocionalmente sobre su interlocutor. Y tuve la impresión de que ni ella, ni su interlocutor, ni ningún pasajero, se sintió mejor después de hacerlo.
¿Cómo puedo resolverlo? Hablando de mi emoción, expresándole a mi interlocutor lo que siento y lo que necesito. Formulando una petición concreta, de apoyo nutritivo o de consejo que facilite mis acciones, que ayude a cubrir mi necesidad, posiblemente podré sentirme mejor, puesto que es más posible que consiga lo que quiero si oriento al otro hacia esa necesidad. Del mismo modo, mi interlocutor sabrá qué siento, qué necesito y podrá orientarse hacia un estilo más adecuado de ayuda. A través de este estilo, parece que todos podemos salir ganando. Y tú, ¿te descargas o expresas tus emociones? ¿Hablas desde tu emoción o de tu emoción?
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn MoreLas Fronteras de la Empatía
Cualquier persona que dedica su tiempo a una relación de ayuda se ve a menudo expuesta a intensas experiencias de vinculación, a través de las cuales experimentan muchas emociones: las propias y las de los otros. Estas emociones, bien canalizadas, pueden ayudar a transformar positivamente a las personas que participan de ese vínculo.
Sin embargo, a veces sucede que el manejo de estas emociones intensas provoca el resultado opuesto, resultando dañinas tanto para quien solicita la ayuda como para quien pretende ayudar.
En una relación humana es muy difícil conectar con el otro y vincularse sin que se produzca una transferencia, es decir, sin que se experimenten emociones intensas, positivas o negativas, de un lado al otro de la relación. Para poder vincularse con otra persona, hemos de aprender a escuchar, a entender el punto de vista del otro, a saber ponernos en su lugar. Habitualmente denominamos a esto empatía. Pero, ¿qué es la empatía? La RAE la define como la “identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo del otro”.
En psicoterapia, la transferencia se produce cuando el paciente experimenta emociones intensas, positivas o negativas, hacia el terapeuta. La contratransferencia sucede cuando el terapeuta es quien experimenta emociones intensas, positivas o negativas, hacia el paciente.
Nuestra capacidad para ponernos en el lugar del otro, para entender su estado de ánimo, nos puede ayudar a establecer un vínculo significativo que pueda ser el origen de un canal de ayuda.
Sin embargo, en ocasiones, la empatía sobrepasa una frontera desde la cual deja de ser una herramienta constructiva para transformarse en un elemento muy dañino, puesto que nos lleva a experimentar las emociones de los otros como propias, el dolor ajeno como nuestro, el enfado de quien tengo delante en un ataque personal hacia mí. Cuando atravesamos esa línea, esa frontera, dejamos de empatizar y comenzamos otro proceso que llamamos simpatía.
La palabra simpatía proviene del griego y significa, literalmente, “sufrir juntos“. Dicho de otro modo, cuando estamos “simpatizando”, estamos experimentando el dolor del otro como nuestro. Es en ese momento cuando resulta más sencillo que los procesos de transferencia y contratransferencia se pongan en marcha ocasionando interferencias en el proceso de ayuda profesional. Muchos profesionales, por temor a que les suceda esto, por temor a perder la “objetividad”, evitan vincularse con sus pacientes, con sus clientes; sin embargo, al suprimir la empatía del proceso relacional, están evitando también la creación de una alianza terapéutica saludable.
Todos hemos sido partícipes, en alguna ocasión, de una relación en la que percibíamos del otro frialdad y distancia, y en la que esa persona nos “invitaba” con sus palabras a contarle lo que nos sucede: “cuéntame qué te ocurre, me interesa“, “quiero que te abras“… Esto puede suceder no únicamente en la consulta de un profesional de la psicología o la medicina, sino también en el despacho de un orientador escolar, un trabajador social, un enfermero o nuestro jefe. En esas situaciones, la invitación a “abrirnos”, a compartir con el otro, no solo nos resulta incómoda, sino que nos resulta difícil encontrar las palabras para expresar lo que deseamos. En el peor de los casos, sentimos que no se nos permite sentirnos como nos sentimos, que no podemos expresarnos y desde ahí decidimos no hacerlo. Se ha diluido la posibilidad de establecer una relación de ayuda sólida. Para terminar de complicar la situación, la persona que nos “ofrece” su ayuda (o sus servicios profesionales) no entiende porqué no queremos ser ayudados.
En mi experiencia profesional, tanto como psicólogo como supervisor de otros psicólogos, me encuentro en ocasiones con esta dinámica circular en la que el mal manejo de las propias emociones por parte del profesional que pretende ayudar, la gestión inadecuada de su capacidad para empatizar, origina conflictos en la relación terapéutica que tienen como resultado el abandono de la terapia.
La empatía es la capacidad para ponernos en el lugar del otro y comprender sus sentimientos (y los nuestros); en este sentido, muchas veces podemos vernos expuestos a identificarnos con lo que las personas nos cuentan, porque hemos pasado por situaciones similares, porque conocemos a alguien que pasa por lo mismo… Comprenderlo no implica sentirlo como el otro: la tristeza y el dolor de la persona que nos cuenta su situación ES SUYA. Esto supone que si al escuchar el relato sentimos tristeza y dolor, se trata de NUESTRAS EMOCIONES, y aunque se parezcan, NO SON LAS MISMAS. ¿Qué quiero decir con esto? Que es inevitable sentir emociones en una relación, aunque sea una relación de ayuda profesional, pero que hemos de discriminar bien las emociones que experimentamos para no llevarlas a la relación terapéutica y añadir “de nuestra cosecha” nuevas complicaciones.
Conocer nuestro mundo emocional es el primer paso para que las fronteras de la empatía no supongan un problema en una relación de ayuda. La “solución” de distanciarme emocionalmente de la persona que busca en mí ayuda, para “ganar objetividad” es una autoengaño imposible de mantener. En toda relación humana hay emociones en juego y la clave es siempre manejarlas adecuadamente, de forma que aprovechemos todo el potencial que contienen, tanto para nosotros como “ayudadores” como para quienes solicitan nuestra ayuda.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
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