Cuando no crecemos en el vínculo de pareja
A veces nos descubrimos a nosotros mismos bloqueados, indefensos, incapaces de modificar una situación en la que no nos gusta estar. Muchas personas, estando en pareja, se hacen responsables de procesos que, o bien no son su responsabilidad, o bien se trata de una responsabilidad compartida. Cuando uno siente que la relación de pareja en la que está, que el vínculo y su crecimiento, dependen de él o ella únicamente, se cae en el error de asumir más responsabilidad de la que nos compete.
Algunas personas están tan pendientes del otro, de cómo está, de cómo se siente, de no hacerle daño… que se llegan a olvidar por completo de preguntarse a sí mismos cómo se sienten, dejando de estar en contacto con una de las claves que me indica si la relación y el vínculo es sano: mi propio crecimiento.
Porque si el vínculo que mantenemos juntos no me permite crecer, me ahoga, me bloquea y me retiene… hemos de empezar a preguntarnos si realmente deseamos estar en esa relación y porqué.
“Porque nos queremos“. Esta es una respuesta habitual que algunas personas utilizan para solventar la anterior cuestión. Pero, a veces, el amor no es suficiente. Porque a veces confundimos amar con tener cariño por alguien, o con estar enganchados… Y si estamos enganchados es imposible crecer: ni tú, ni yo, ni el vínculo.
En ocasiones, estas personas, desde su bloqueo y siendo conscientes de que no están a gusto, de que no crecen en la pareja (incluso sabiendo que su pareja tampoco crece), se mantienen allí porque experimentan intensas emociones y sentimientos negativos ante la sola idea de replantearse la relación. El miedo, la culpa y la tristeza que anticipan como inevitables a la pérdida del vínculo les mantienen allí. Incluso pueden alimentar la fantasí de que “el problema es mío, todo va bien, puesto que nadie más se queja“.
Las personas de nuestro alrededor, nuestras familias y amigos, la propia pareja, podrían sentirse apenados, frustrados, desconcertados, perdidos… ¿Cómo voy a hacerles “eso”? Instalados en un sentimiento de culpa que les bloquea por completo, deciden no hacer nada y decapitar así su propio crecimiento. Sus sueños, expectativas e ilusiones dejan de ser importantes y la autoestima de estas personas queda seriamente afectada.
Uno de los elementos que una pareja debe cuidar mucho es la comunicación. ¿Por qué, una vez he llegado aquí, no planteo lo que siento y proponemos una serie de soluciones? En lugar de enfocarnos sobre el origen del problema, o sobre esas discrepancias que generan conflictos, podría resultar más útil conectar con lo que siento y comunicarlo, escuchar cómo se siente el otro, y ver qué cosas, qué acciones podríamos llevar a cabo juntos para reinstaurar un equilibrio sano en la relación: así TODOS crecemos en el vínculo.
Evidentemente, cada persona ha de comprender por sí misma qué es crecer en pareja, porque no todos tenemos los mismos objetivos ni las mismas prioridades… No hay “recetas” para llegar a la felicidad en la pareja, para conseguir determinados objetivos, aunque sí está mucho más claro lo que no hay que hacer, las conductas y actitudes que hemos de procurar comprender y evitar para seguir creciendo en pareja.
Una de las cosas que no hemos de olvidar es que somos dos personas diferentes, que han decidido recorrer parte de sus caminos juntos, comprometiéndose, a veces no muy conscientemente, a cumplir con objetivos que son, en principio, compartidos: una vida en común. Si olvidamos nuestros objetivos personales, si los postergamos, si creemos que no son tan importantes como los que construimos con nuestra pareja, es posible que corramos el riesgo de perder nuestros sueños y de empezar a cultivar esa sensación de bloqueo e indefensión anteriormente mencionada.
Es fundamental recordar nuestros sueños personales, quiénes somos, para estar auténticamente con el otro; para poder compartir nuestro camino, tengo que estar conectado tanto con los sueños, fantasías y proyectos comunes, como con los que son únicamente míos.
Si sentimos que no crecemos estando con la otra persona, hemos de plantearnos qué es lo que no está yendo bien, empezando por revisarnos a nosotros mismos. Caemos fácilmente en el error de culpar, de responsabilizar a la otra parte de nuestra infelicidad, de nuestro bloqueo o de nuestra indefensión y le exigimos que cambie, con la esperanza puesta en que ese pequeño cambio supondrá una gran diferencia.
Muchas personas utilizan esta estrategia porque les asusta mirarse; la sola idea de girarse hacia sí mismos y encontrar que ellos son, en parte, los responsables de su actual situación, les aterra. Pero es una buena noticia volver a conectar con uno mismo, porque a partir de ahí seré capaz de retomar el control sobre mí mismo, sobre lo que puedo aportar a la relación y al vínculo.
Una vez hemos conectado con nosotros mismos de nuevo, el siguiente paso es identificar nuestros sentimientos, pornerles nombre y compartirlos con nuestra pareja, exponiendo nuestra necesidad de apego y cuidado del vínculo, aceptando que el otro no está para cubrir todas nuestras expectativas, pero siendo conscientes de que la dinámica que veníamos utilizando hasta ahora ya no sirve, puesto que no me permite crecer. Solo conociendo la dinámica que nos ha llevado a la situación actual, cada uno desde su posición, asumiendo su parte, podremos llegar a iniciar un camino que nos lleve al reencuentro.
Pero a veces, a pesar de todos los esfuerzos, del cariño que se le puede tener a la otra persona…, no hay nada que hacer. El vínculo que nos hacía crecer a ambos ya no existe, y no hay forma de repararlo. Entonces hay que saber despedirse, no caer en el error de engancharse a una persona con la que, en realidad, no deseamos seguir vinculados, al menos no del mismo modo. Esta es una tarea especialmente difícil, la de descubrir si estamos enganchados, y que puede resultar dolorosa por las pérdidas que hay que asumir, pero que resulta necesaria para sentir que volvemos a crecer.
Tony Corredera
Director de Crecimiento Positivo
Learn MoreLos Roles en Pareja
¿Qué es lo que hace que una relación de pareja sea satisfactoria para cada miembro que la compone? Esta es una de esas preguntas para las que no existe una respuesta perfecta. Cada pareja, igual que cada individuo, es diferente, y el modo en que viven la relación depende de las particularidades de cada caso. Lo que es evidente, por otro lado, es que todas las personas desempeñamos, en nuestras relaciones sociales, determinados roles que vamos asumiendo en función de las experiencias que acumulamos.
La asunción de un rol como propio puede destruir el vínculo en la pareja. Los roles deben fluir de modo que se asuman solo cuando sea necesario, facilitando que ambos miembros de la pareja se sientan con permiso de manifestar sus necesidades.
Cuando uno siente que no puede representar cierto papel, que no tiene derecho a manifestar ciertos sentimientos, asume un rol de forma rígida. Las personas, a partir de las experiencias que los han transformado en quienes son, pueden asumir un rol determinado durante un periodo de tiempo, porque las necesidades de la pareja sean perentorias. Pero anclarse en ese rol, interpretar el papel de “fuerte”, de “débil”, etc., durante mucho tiempo, impide el crecimiento del vínculo y también el crecimiento de ambos miembros de la pareja, que dejan de ser ellos mismos para convertirse en protector y protegido, en fuerte y débil.
Permanentemente nos encontramos con retos que nos exigen un alto grado de compromiso y un desgaste emocional muy costoso. Es cierto que apoyarse en la pareja resulta reconfortante y necesario, pero ambos miembros de la pareja deben tomar conciencia de ellos mismos y de los roles que asumen para no enquistarse en ellos y para dar permiso al otro para que cambie de postura, para flexibilizar las etiquetas e intercambiarlas. Ese “toma y daca”, deja crecer el vínculo de forma sana y permite a cada miembro de la pareja disponer del espacio para ser creativos, para sí mismo y para el vínculo que están construyendo activamente.
Para que el vínculo de la pareja, la plantita que cuidamos juntos, se mantenga sano, sólido y feliz, es necesario permitir al otro ser quién es, quien necesita ser y, porqué no, quien sueña ser. Y, en ese vuelo libre, cuando somos conscientes de nosotros mismos, elegimos regresar al espacio compartido, el que creamos juntos, porque también encontramos sentido al camino que estamos recorriendo.
Es inevitable asumir roles en la pareja en determinados momentos; a veces porque necesitamos asumirlos y otras veces porque comprendemos que es necesario ejercerlos. ¿Cómo hacer para no transformarnos en el rol que asumimos? La clave está en el diálogo permanente, en la petición al otro, en la observación de las necesidades: las propias, las de la pareja y las del vínculo que nos une.
La rigidez en los roles impide el diálogo profundo sobre las necesidades de todos. Por ejemplo, al asumir el rol de “protector”, estoy dando por sentado lo que tú necesitas y no hace falta preguntarte; por supuesto, además, tú sabes que, como te protejo, no me hace falta nada, así que tú tampoco preguntas. Pero, ¿qué ocurre con el vínculo en este caso? Si fijamos los roles de forma rígida, el vínculo emocional es el que queda abandonado. Y una planta tan delicada necesita agua casi a diario. Es resistente en muchos casos, y tarda mucho en morir, pero sin duda sus flores se marchitan con facilidad, si solo existo yo o si solo existes tú. Construir un espacio donde los tres podamos desarrollarnos es el reto de estar en pareja, el verdadero desafío de construir una vida juntos.
Construir un vínculo de intimidad con tu pareja implica abandonar muchos de los preceptos individualistas para entrar a formar parte de una ecuación ilógica en la que la suma de dos individuos tiene como resultado tres. No se trata de renunciar al individuo que eres, sino de compartir lo que eres y lo que deseas ser. Se trata de aprender a pedir sin exigir, a abrazar sin asfixiar, a estar dispuesto a renunciar con la esperanza de que me elijas cada día.
Y esto es algo muy difícil si primero no he conseguido construirme a mí mismo en un marco de auto-confianza y autoestima ajustadas. Cuando no tengo la autoestima en niveles adecuados, no voy a poder confiar en que me elijas, y entonces pretenderé agarrarte y tenerte a mi lado a toda costa, no dejando que seas quien quieras ser, y asfixiando el vínculo. En este sentido, aferrarse puede suponer la muerte de la pareja, mientras que aprender a soltar será la primera solución. No se puede entender la existencia de una pareja sana y creativa, que permite crecer, si uno de los dos aprisiona al otro con sus propias inseguridades, generando culpa, insatisfacción o incluso ira dentro de la pareja.
Uno de los roles más asumidos en una pareja es el rol de “luchador”. Cuando uno asume la carga, por sí solo, de luchar para que una relación funcione, acaba ocurriendo que se cansa o se quema, o bien acaba magullado por un gran número de cicatrices abiertas, cuyo origen no consigue recordar. Muchas personas están tan enamoradas de la idea de estar en pareja, de compartir su vida, que no se plantean si la persona con la que viven esa historia es la que realmente quieren para sí mismas. Y luchan y pelean por la relación, no queriéndose dar cuenta del daño que producen en el vínculo.
¿Qué rol puede asumir el otro miembro de la pareja ante este comportamiento “luchador”? Lo más común, y como ocurre en todos los sistemas que se mantienen en el tiempo y que funcionan (aunque sean disfuncionales), es que se acomode y se acostumbre a que sea el otro el que empuje por los dos. Pero decíamos que las cosas tienen que fluir porque no se puede empujar el río contracorriente.
El resultado de mantenerse en esos dos roles es la insatisfacción de los dos miembros de la pareja, que van acumulando reproches en silencio hasta que uno de los dos no pueden aguantar más y lo expresa. Las formas de expresión pueden ser diversas y dependen también de cuánto tiempo se hayan mantenido las posturas y roles rígidos y el impacto que esto haya tenido sobre la autoestima de cada uno. Desgraciadamente, la falta de diálogo hace que la expresión emocional de las propias necesidades aparezca como fuera de lugar. En un caso extremo, la psicopatología puede ser el resultado que provoque un cambio de paradigma en la pareja. Ahora los roles son los opuestos: tú que me protegías necesitas que te proteja, y yo, que era protegido, asumo tu protección. Se vuelve a una nueva fase de “estabilidad inestable”, en la que el vínculo está ya herido de muerte. No obstante, la relación puede durar años así construida, llenándose de sentimientos de deuda (“con lo que hizo por mi…”, “me lo debe, por lo mucho que me esforcé…”), culpa, malestar e ira.
Construir la relación de forma sana implica, como decía, dejar espacio para los tres, de modo que todos puedan crecer: los dos individuos y el vínculo que han elegido construir. Y la base para que así sea, será, sin duda, el diálogo. Un diálogo flexible, que de permiso a sentir toda clase de emociones, que permita el intercambio de roles, y en la que haya la libertad de pedir lo que necesito sin esperar a que el otro se de cuenta por sí solo.
Desde que somos pequeños nos educan en continuas incongruencias que configuran una forma de establecer vínculos en determinados ámbitos. Tenemos ejemplos de cómo es estar en pareja a nuestro alrededor que van ofreciéndonos ideas sobre cuáles son los roles que tendremos que asumir más adelante. Pero también los medios de comunicación nos influyen notablemente, desde la más tierna infancia, configurando una imagen de cómo queremos que sean las cosas y, más allá, de cómo deben ser: perfectas. Y luego esperamos que sean así.
El problema empieza muy pronto, cuando comenzamos a comprobar que no recibo lo que necesito por mí mismo y que mi pareja no se da cuenta tampoco. La idea “romántica” que presupone que “si me quiere, sabrá lo que necesito“, está muy extendida. Y es cierto que la mayoría de las personas no observa a los demás (ni a su pareja), los gestos, el rostro, los ojos…, pero tampoco podemos pretender que lo adivinen. La solución es sencilla: pídelo. Facilita el “darse cuenta”, provoca un cambio para que el vínculo crezca sano. No se trata de cambiar por ti, sino de conseguir que el vínculo siga floreciendo.
Tony Corredera
Director de Crecimiento Positivo
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