Hay Días…
Hay días en los que la vida pesa más…
Hay días en los que parece que no seremos capaces de aguantar en pie más que unas pocas horas, antes de rendirnos al agotamiento de llevar caminando demasiados días, semanas, e incluso meses sin pararte a pensarte. O ignorándote, a sabiendas de que algo no marcha como te gustaría.
Hay días, en los que una conversación inocente, una pequeña confusión sin mala intención, te traspasa por completo y sientes que tu fortaleza se tambalea. Los viejos fantasmas llaman a tu puerta para recordarte que nunca se han marchado y que siguen ahí. Diferentes tal vez, pero esperándote…
Hay días en los que parece que no queda esperanza, que todo por lo que has luchado no tiene importancia, porque no ves que el mensaje haya llegado, que lo que haces no conlleva la consecución de lo que esperabas, que a tu alrededor las cosas se marchitan sin que puedas evitarlo.
Si estás viviendo uno de esos días, te comprendo: es muy duro sentirse así.
Si hoy es uno de esos días, comprende que por más que te esfuerces, quizá hoy no puedas resolverlo todo… Y que no pasa nada. Está bien no poder con todo. No creas que eres la única persona que se siente así: ahora mismo, si te has identificado con algo de lo que has leído, hay más personas que se sienten como tú. Eso no debe suponer un consuelo, necesariamente, pero sí es un punto de partida. Si le ocurre a muchas personas, quizá podríamos pensar que no estás solo en este sendero lleno de niebla.
Quizá una cosa que te venga bien hoy es alzar tu voz para hablar de cómo te sientes, para expresar tus pensamientos y emociones, para que puedas corroborar que no todo lo que estás pensando ahora mismo, es todo lo que realmente hay. Y es que algunas veces, cuando compartimos con otra persona de confianza nuestras inquietudes, nuestros sentimientos y reflexiones, solamente al escucharnos en voz alta, sucede que ya tomamos distancia de todo lo que estábamos pensando y sintiendo. Si además nos escuchan plenamente, nos dan ese espacio para expresarnos y nos ofrecen un abrazo, unas palabras de ánimo o de consuelo, de apoyo, podemos empezar a darnos cuenta de otras cosas.
Y es que también hay días en los que hacemos cosas que son impresionantes.
Hay días donde nos sentimos capaces de nadar un océano de adversidades para llegar a nuestro lugar deseado. Y las hacemos. ¿Os dais cuenta de la cantidad de tiempo que pasamos no dándole importancia a todo lo que SÍ hacemos?
Hay días en los que vemos el mundo con compasión y sentimos el deseo de ayudar a quien lo necesite de forma incesante. Y también lo hacemos.
Hay días en los que, al sentirnos así, tal vez seamos las personas adecuadas para escuchar a quien lo necesita, para apoyar, para ofrecer palabras de ánimo y consuelo a quien lo necesite.
Y creedme: todos tenemos un poco de ambos días. Puede que incluso en el mismo día.
Tal vez hoy lo que quiero transmitir es que aunque no te sientas capaz de hacer todo lo que se supone que tenías previsto, o te sientas capaz de hacer todo lo que te propongas, a todos nos puede venir bien que nos recuerden que SOMOS (del verbo SER) importantes, valiosos y significativos, más allá de que hoy seamos o no capaces de hacer…
Todos pensamos a veces que no podemos más con nuestras vidas… Y todos pensamos a veces que somos capaces de cualquier cosa que nos propongamos. Como en un círculo eterno, nos movemos entre esos dos extremos (que se acaban tocando) la mayoría del tiempo en nuestras vidas. Esos contrastes son parte de la vida, son referencias para seguir buscando un equilibrio funcional entre lo que sucede en nuestra vida y cómo lo interpretamos, entre lo que somos capaces de cambiar y lo que hemos de aprender a aceptar…
Hoy es uno de esos días. Para ti, para mí. Para alguna persona con la que te vas a cruzar hoy.
Seamos amables.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn More¿Por qué es importante la Felicidad en tiempos de Coronavirus?
Tras un año de pandemia, las personas de todo el planeta estamos observando cómo han cambiado nuestras vidas durante todos estos meses. Además de la fatiga, el hartazgo y el miedo que seguimos experimentando como consecuencia de la situación, pero también como consecuencia de la Responsabilidad que asumimos para seguir adelante con nuestras vidas, uno de los factores más “olvidados” y al mismo tiempo más presentes de forma invisible es nuestra Salud Mental.
Nuestro bienestar psicológico depende de ciertos factores que la pandemia y las medidas para evitar el contagio de este virus han modificado profundamente. Nuestra felicidad parece haber sido relegada a un plano en el que se ha vuelto imperceptible, en la que solo su mención parece más superflua que nunca, y en la que aunque estemos preocupados por su ausencia, no nos permitimos ni mencionarla.
Hay varios factores que me gustaría nombrar que influyen poderosamente en nuestro bienestar y en la percepción subjetiva de felicidad, y que tal vez sea más necesario que nunca tener en cuenta para seguir con nuestras vidas de la mejor manera posible:
- La Pérdida de Reforzadores: confinamientos domiciliarios prolongados, restricciones de movilidad, uso de mascarillas, etc., han sido algunas medidas para protegernos del virus y han supuesto que hayamos visto cómo disminuían nuestros reforzadores (aquellas situaciones, aquellos estímulos, aquellas acciones que poníamos en marcha para experimentar emociones positivas, bienestar y felicidad).
Nuestros estilos de vida anteriores a la pandemia se han modificado y eso ha afectado a la disponibilidad de esos reforzadores: ya no salimos tanto, ni de la misma manera, ni nos sentimos igual de seguros al hacer algunas de esas actividades. Donde antes afrontábamos una adversidad, un mal día o una mala racha quedando con unos amigos a cenar, yendo al cine, o saliendo a bailar, ahora vemos que, o no se puede hacer, o nos pensamos mucho hacerlo para evitar riesgos. Donde antes planificábamos nuestras actividades de ocio con antelación, o las improvisábamos, con el objetivo de divertirnos y sentirnos bien, ahora nos planteamos si es responsable llevarlas a cabo.
La pérdida de reforzadores influye en nuestro estado de ánimo de forma poderosa, ya que supone un agotamiento de las experiencias acumuladas sin que exista la posibilidad de volver a experimentarlas de forma inmediata o a medio plazo.
- El Capital Psicológico Acumulable: así es como la Doctora Barbara Fredrickson llamaba al “efecto” que las emociones positivas tienen sobre nosotros. Cuando experimentamos emociones agradables “llenamos” la cuenta de nuestro capital psicológico, sentimos bienestar, estamos llenos de vitalidad, energía y preparados para afrontar nuestras vidas.
Si nos tenemos que enfrentar a una adversidad, nuestro capital psicológico influye en cómo vamos a afrontar esa situación: si nuestro capital psicológico está en “números rojos”, es posible que nuestro afrontamiento sea más difícil, porque percibiremos que la situación es desesperante y que no tenemos margen de error. Imagina que tras gastar tu sueldo en tu hipoteca, la comida, los gastos de la casa, etc., de pronto se avería el coche y no tienes dinero ahorrado para afrontar ese gasto. Si el coche te hace mucha falta para, por ejemplo, ir a trabajar, es posible que esa adversidad sea muy estresante, te lleve a tomar decisiones que tal vez conlleven futuros problemas (pedir un préstamo, por ejemplo), etc.
Sin embargo, si tenemos “ahorros” en nuestra cuenta, aunque no nos guste estar en esa misma situación y sea desagradable, estaremos más tranquilos a la hora de tomar decisiones y afrontar la adversidad. Esta metáfora ilustra la importancia del Capital Psicológico en nuestras vidas; divertirnos, hacer actividades agradables, sentir emociones agradables, tiene la función no solo de incrementar el bienestar, sino de generar un repertorio de recursos de afrontamiento ante la adversidad.
La pérdida de reforzadores y la baja disponibilidad de otros reforzadores, ha supuesto que hayamos ido “vaciando” nuestro capital psicológico acumulable y que como resultado de la combinación de ambas variables (1 y 2) el estado de ánimo haya ido fluyendo progresivamente hacia la tristeza, la desesperanza, la desmotivación y la desilusión.
- Sensación de Control y Dominio: sentir control sobre nuestras vidas, percibir que nuestras decisiones tienen una influencia en los resultados de nuestras vidas (lo que conocemos como Locus de Control Interno), es esencial para nuestro equilibrio emocional, para nuestro bienestar psicológico subjetivo. Si hay una experiencia común en la mayoría de las personas durante la pandemia, de forma puntual o estable, es la Indefensión Aprendida: la sensación de que haga lo que haga, nada depende de mí, así que, ¿para qué intentarlo?
La Indefensión Aprendida tiene una relación directa con la Depresión, tal y como los Doctores Martin Seligman y Steve Mayer demostraron con sus experimentos el siglo pasado. La sensación de Indefensión nos genera la percepción de que no podemos controlar nuestras vidas, y esa pérdida de control afecta también a nuestros estados de ánimo, a nuestra capacidad para actuar en nuestras vidas y tratar de hacer cambios que faciliten nuestro bienestar. A través de esta experiencia creamos la percepción de que dependemos totalmente de las circunstancias, que no podemos hacer nada para sentirnos mejor, para cambiar algo de la ecuación.
- La Pérdida de Esperanza e Ilusión: la Esperanza y el Optimismo son dos caras de la misma moneda, tienen que ver con la disposición a pensar y creer que en el futuro las cosas serán positivas, agradables o constructivas. Si perdemos la Esperanza, posiblemente comencemos a percibir que el futuro traerá únicamente eventos desagradables para nosotros, lo que también repercute de forma muy directa en nuestro estado de ánimo.
Para mí, el Optimismo es como el motor de un coche, puesto que se trata de un complejo entramado cuyo funcionamiento equilibrado es esencial para que el vehículo funcione. Concretamente, el Optimismo se basa en los Estilos Atribucionales, la tendencia a atribuir a causas Internas/Externas, Permanentes/Temporales, Globales/Específicas, aquello que me ocurre en la vida. En función de la situación una combinación de esos tres factores de atribución de responsabilidad me ayudará a sentir por un lado control (depende de mí) y por otro la creencia de que las cosas tenderán a ir “bien”.
Sin embargo, el coche con el motor en perfectas condiciones no puede funcionar sin gasolina. El combustible es la Esperanza. Y la Esperanza se basa en nuestra capacidad para creer en que el futuro será bueno para nosotros (tanto individual como colectivamente). La Esperanza puede ser una creencia basada en hechos contrastables o basada en algo más intangible, menos racional; en cualquier caso, puede ser un elemento tremendamente funcional para adaptarnos a situaciones de adversidad. Creer que no va a durar, que vamos a salir de esta situación, es un factor que puede ayudar a poner en marcha las acciones necesarias para salir de la misma.
Optimismo (el motor) y Esperanza (el combustible) nos ayudan a movilizar nuestros recursos orientados al cambio, a la adaptación a las circunstancias.
Con todo este panorama que he descrito hasta aquí, vuelvo a la pregunta del principio: ¿por qué es importante la felicidad en tiempos de coronavirus? Aunque la felicidad sea un concepto subjetivo, porque para cada uno puede ser una cosa diferente, creo que es importante tenerla en cuenta en este momento porque supone una reflexión sobre aspectos importantes para nosotros mismos y para quienes nos importan. No hablo aquí, por supuesto, de una felicidad hedónica, basada en el propio placer (aunque el propio placer sea también un elemento importante, en equilibrio con la responsabilidad ante la situación compartida entre todos), sino de una Felicidad Eudaimónica, basada en aspectos más trascendentes de nuestra existencia, en conexión con las personas que nos rodean.
Me he encontrado durante estos meses con personas que, como consecuencia de la “caída” de los 4 pilares analizados anteriormente, ha empezado a plantearse preguntas sobre el sentido de su vida: ¿para qué estoy aquí?, ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿para qué todo esto? Con un desgaste emocional evidente, una pérdida de reforzadores brutal, la falta de esperanza e ilusión en el futuro, más un capital psicológico agotado, esas preguntas son mucho más difíciles de responder de forma constructiva. La sombra de la depresión planea sobre muchas personas precisamente porque se combinan todas estas variables.
Tener en cuenta nuestra felicidad, en ese estado depresivo, es algo que posiblemente no vamos a poder realizar. Es como querer empezar la casa por el tejado. Sin embargo, es esencial entender que desarrollar una serie de medidas para equilibrar las variables antes analizadas, para mejorar en esos aspectos, tendrá un impacto en nuestra felicidad y nuestro bienestar. Poco a poco, desarrollando esos aspectos, nos acercaremos a una reflexión necesaria sobre la importancia de cuidar nuestra felicidad y la de quienes nos rodean.
Pero para acercarnos a esa reflexión, es importante empezar a tomar medidas que nos ayuden a desarrollar nuestro Capital Psicológico Acumulable, a través del incremento de Reforzadores en nuestro día a día, al mismo tiempo que tomamos decisiones que faciliten un incremento de la sensación de Dominio que faciliten el desarrollo de creencias más Optimistas respecto a nuestras posibilidades de futuro, lo que redundará en una mayor Esperanza para nuestras vidas:
- Aumentar los Reforzadores: aunque muchos de los reforzadores que habitualmente han formado parte de nuestro estilo de vida ya no estén disponibles (por confinamientos, por responsabilidad, por miedo), puede ser importante comenzar a tener en cuenta otros reforzadores que sí estén disponibles a nuestro alrededor, otorgándoles un mayor valor en nuestro bienestar:
- Hacer un listado de actividades agradables, tanto disponibles como no, y ver cuáles puedo poner en marcha de forma inmediata, cuáles puedo poner en marcha en el plazo de 3-6 meses, y cuáles tengo que aceptar que por ahora no podré realizar.
- Incrementar la apreciación por los reforzadores “pequeños” o que nunca había puesto en marcha con anterioridad. Asimismo, incrementar la apreciación por aquellas situaciones que sigo llevando a cabo pero que hago de forma diferente (por ejemplo, en lugar de ver personalmente a un amigo, hablamos por videollamada).
- Llevar a cabo un registro de actividades agradables y valorar el grado de satisfacción que me generan ponerlos en marcha.
- Incrementar el Capital Psicológico: relacionado con las medidas que acabas de leer, podríamos ir recuperando capital psicológico progresivamente, aunque la valoración de cada acción o situación no sea muy intensa, con el tiempo podríamos encontrar una suficiente “acumulación” de experiencias agradables que modifiquen el Estado de Ánimo. Y será importante para mantenerlas en el tiempo la introducción de herramientas que contribuyan a cambiar la mirada de estas actividades y eventos, para incrementar la apreciación de las mismas.
Cuando se trata de las experiencias positivas y agradables, muchas personas creen que estas deben ser “extraordinarias” para ser tenidas en cuenta, de manera que las cosas pequeñas y perfectamente disfrutables pasan “desapercibidas” o no son tenidas en cuenta. Por tanto, aumentar cuantitativamente los reforzadores y aumentar la apreciación de los eventos, situaciones o acciones que generan sensaciones agradables, serían dos medidas para incrementar el Capital Psicológico Acumulable.
Desarrollar estas medidas no hace que desaparezca la adversidad, pero contribuye a hacerla más llevadera, más soportable… Y además, con el paso del tiempo tendrán un impacto positivo sobre nuestro Estado de Ánimo, que tendrá un mayor equilibrio, con menos “bajadas y subidas”, ayudando así a incrementar la sensación de control y dominio.
- Modificar la Percepción de Control: para enfrentarnos a la Indefensión Aprendida que hemos mencionado anteriormente, la combinación de propuestas anteriores ayudará significativamente a mejorar la percepción de control y dominio. Aprender a ver las adversidades desde una perspectiva que combine las siguientes variables como internas, específicas y temporales será esencial para generar más sensación de control. Del mismo modo, si vemos los éxitos que tenemos a través de nuestras acciones desde una perspectiva que combine las variables internas, permanentes y globales, entonces sentiremos que somos capaces de influir en lo que sucede en nuestras vidas, de forma equilibrada.
“La clave del éxito está en aprender a manejarse dentro de la incertidumbre”.
Como señala el propio Martin Seligman, lo que se aprende a lo largo de nuestras vidas no es la Indefensión, sino el Control. Aprendemos a tener control en situaciones de incertidumbre y eso genera sensación de control, lo que redunda en un incremento de nuestra Esperanza. De hecho, él mismo lo llama el “Circuito de la Esperanza“.
- Planificar Metas que generen Ilusión y Esperanza: tras todo este año tan complicado, con tantos cambios, nos cuesta muchísimo pensar en el futuro, tanto a medio como a largo plazo. Es completamente comprensible que sea así, dado que no sabemos cuándo las cosas mejorarán o volverán a parecerse a la vida que llevábamos antes.
Sin embargo, para ayudarnos a gestionar toda esta situación, no solo será importante incrementar el Capital Psicológico o generar mayor Sensación de Dominio y Control, sino que también hemos de empezar a planificar algunas metas ilusionantes a medio y largo plazo (teniendo en cuenta que el medio y largo plazo será en este caso entre 2 y 6 meses). Ilusionarnos con una salida al campo para hacer una ruta de senderismo (a medio plazo), o tal vez un viaje a alguna ciudad para pasar unos días de vacaciones (a largo plazo), podrían ser metas factibles que ayuden a incrementar la Esperanza en un futuro mejor.
Las 4 variables que he analizado se basan en la observación que he realizado durante el último año en mi trabajo en la consulta, no pretendo nada más que compartir mi experiencia profesional y algunas recomendaciones que han provocado cambios positivos en las personas con las que he estado trabajando. La lectura de esta reflexión sustituye, en ningún caso, la petición de ayuda profesional si estás pasando por un momento delicado.
Por todo esto me parece que es importante tener en cuenta la Felicidad en estos tiempos, porque está vinculada a aspectos que pueden ayudarnos a llevar esta situación de forma más constructiva, a tener más control en la situación, a gestionar toda esta incertidumbre en la que estamos viviendo. Tener en cuenta la Felicidad y el Bienestar, incluyendo entre otras las variables mencionadas pueden ayudarnos en esta transición hacia nuevos Estilos de Vida que aún están por llegar.
En este 2021, tras el desgaste de 2020, creo que es importante que el discurso de responsabilidad y paciencia, se combine con una serie de medidas que faciliten la aceptación de los cambios que están sucediendo, al tiempo que alimentamos la Esperanza de que la situación mejorará y nuestras vidas serán más plenas y satisfactorias. Y esta Esperanza no solo debe basarse en el deseo de recuperar nuestras vidas pasadas, porque claro que iremos recuperando espacios, vínculos y actividades, sino porque habremos aprendido nuevas formas de observar nuestro bienestar, nuevos caminos para buscar nuestra felicidad.
Esa es mi Esperanza particular, mi deseo para todos nosotros: que seamos capaces de aprender nuevas maneras de vivir, más sencillas, más orientadas a las relaciones constructivas y significativas.
Tony Corredera.
Learn MorePamplona en Positivo 2018: Día 2
“Un amigo es alguien que ve en ti más posibilidades de las que tú mismo ves, alguien que te ayuda a ser la mejor versión de ti mismo“.
Sheryl Sandberg
Tras las intensas emociones experimentadas en la Jornada del día 19, el sábado 20 de octubre prometía ser igual de intenso. Para ese segundo día, Iosu Lazcoz y el equipo de Pamplona en Positivo habíamos ideado un itinerario de talleres que podía experimentarse de diferentes maneras: se podía elegir asistir a todos, o solamente a aquellos que fueran de verdadero interés para uno mismo. Diseñamos una hoja de ruta con 5 talleres, que daba comienzo a las 11 de la mañana y que terminaría sobre las 20:30, organizados de tal manera que daba tiempo a desplazarse por Pamplona para asitir a todos y cada uno de ellos. El reto, para la organización, ha sido enorme y apasionante a partes iguales. Una ciudad entera, a través de algunos de sus lugares más emblemáticos, daba cabida a esta idea de empoderar a las personas con recursos psicológicos basados en la evidencia. ¿Verdad que suena bien?
Mientras desayunábamos, Iosu y yo recibimos la primera gran noticia del día a través de un mensaje de Belén Galindo: el Diario de Navarra nos había dedicado una página entera del periódico del sábado a la Jornada del día anterior, en el Museo de Navarra. Y para mi sorpresa, ¡el artículo entero estaba dedicado a mi ponencia! ¡Qué ilusión y qué manera de empezar el sábado! Si ya estaba motivado por el ser el primero en abrir la jornada de talleres del sábado, esta noticia me subió en una nube de emociones positivas de la que ya no pude bajar en todo el día. Podéis leer el artículo pinchando aquí.
Cuando se organizan talleres como los que habíamos ideado, tras una intensa jornada como la del viernes, siendo el primero del sábado, y se ofrecen de forma gratuita, como era el mío, uno siempre tiene dudas sobre si habrá suficientes personas para realizarlo. En este caso las dudas se disiparon minutos después de llegar al Café Iruña, donde ya nos esperaban tomando café unas 10 personas; habíamos reservado el famoso “Rincón de Hemingway“, con la idea de ponerme tras la barra de ese rincón, a impartir mi taller “Creando Relaciones Positivas“.
Llevo años trabajando en este ámbito, documentándome y desarrollando ideas basadas en mi experiencia como psicólogo; muchas consultas, tanto de tipo de individual, como de pareja o de familia, tienen como objetivo principal mejorar las relaciones. Dado que para este taller disponía de 1 hora únicamente, traté de hacerlo lo más dinámico posible, dando un pequeño encuadre teórico inicialmente, para después ofrecer recursos de creación, mantenimiento y gestión de las relaciones humanas con un objetivo compartido: crecer dentro de las relaciones. Estar detrás de una barra de cafetería impartiendo un taller, sin material audiovisual de apoyo, con los asistentes repartidos en los diferentes rincones de esa sala, algunos sentados, otros de pie, compartiendo risas y aprendizajes, ha sido una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida. A todas las personas que estuvisteis allí esa mañana: ¡GRACIAS!
El segundo taller del día, “Valores Navarros en Clave Musical“, fue impartido por Edita Olaizola, en colaboración con dos maravillosas violinistas del Conservatorio Pablo Sarasate y celebrado en el Nuevo Casino de la Plaza del Castillo. Tras una encuesta realizada unos meses antes del evento, Edita nos sorprendió a los asistentes con una reflexión sobre los valores que los propios navarros destacan de sí mismos como conjunto; cada reflexión a la que nos invitaba Edita suponía realmente un profundo pensamiento acerca de la importancia de conocer los valores para desarrollar sentido de pertenencia a un grupo. ¿Cómo no sentirse orgulloso de las personas de navarra tras este taller? Por supuesto, la música que acompañó al taller fue sencillamente maravillosa: talento musical, que estremece la piel, al servicio de una fascinante reflexión dirigida por Edita.
Tras esto, parada para comer. Y, nuevamente, igual que en la jornada anterior, ponentes y asistentes, todos juntos, compartiendo unos pinchos, unas risas y muchas emociones positivas.
Lo cierto es que no podíamos relajarnos mucho porque tras la comida teníamos que trasladarnos al Castillo de Gorraiz, donde la fantástica Cristina Rubio nos esperaba para impartir su taller “Menú Optitud“: una pequeña disertación sobre aquellos alimentos que potencian la acción de la serotonina en nuestro cerebro y facilitan las emociones positivas. Además, el taller contaba con la presencia de uno de los Chefs del hotel, que tuvo a bien enseñarnos a preparar una receta en directo.
Fue también un momento muy interesante y agradable (y sabroso, estaba realmente rica la ensalada de salmón), puesto que este Chef era un ejemplo de Resiliencia y capacidad para buscar nuevos horizontes en su vida. Siempre he pensado que una jornada de formación, sea cual sea el formato, el momento más delicado viene después de la comida; a los asistentes suele entrarles algo de sueño y esto dificulta volver a coger el ritmo. Sin embargo, Cristina nos enganchó rápidamente a su propuesta, que fue muy dinámica y entretenida.
Tras este taller, el grupo que estaba compartiendo todos los talleres del día se trasladó a La Catedral de Pamplona donde tendrían lugar los dos últimos talleres; el diseño de la jornada permitía ir a todos los talleres, como dije antes, así que el nivel de intimidad, emoción positiva compartida y complicidad iba creciendo entre quienes estábamos acudiendo a todas las propuestas.
El siguiente taller, “La Optitud: ¿se nace o se hace?” fue planteada como una conversación entre Iosu Lazcoz, creador del concepto Optitud, y la periodista Belén Galindo. Asimismo, servía para presentar en sociedad los dos nuevos libros de ambos: Iosu presentaba “Optitud ante la Adversidad” y Belén “Gente Op“. Fue una conversación deliciosa, alejada de una “venta de libros” al uso. Ambos compartían sus vivencias y experiencias relacionadas con la Optitud, de manera que haciendo gala de su generosidad, nos ofrecieron algunas claves que han descubierto en sus viajes, en sus trabajos, en sus vivencias, para una vida más plena y feliz.
Cuando terminó este taller, mientras preparábamos las cosas para el último del día, caí en la cuenta de que llevábamos sin parar de compartir aprendizajes más de 8 horas, un grupo de al menos 20 personas. En cada taller había personas que no iban a todo, pero se mantenía ese grupo que estábamos compartiendo cada momento. A mi, personalmente, me parece impresionante que las cosas se dieran así.
El último taller fue toda una sorpresa para mí. Quizá porque no sabía qué esperar, aunque Iosu me había hablado de maravilla del mismo. “Positive Wine Sweetology” fue una sorpresa no solamente por el contenido, un planteamiento totalmente distinto al de una cata normal y corriente, sino porque sus ponentes, el propio Iosu Lazcoz y Javier Bañales, supieron utilizar las metáforas adecuadas sobre el cuidado del vino y el cuidado de las personas: tal vez necesitemos cosas similares y al mismo tiempo conviene invertir los valores en la ecuación. Valorar un vino por sus cualidades positivas en lugar de por sus defectos tiene el mismo impacto que valorar a una persona por sus fortalezas en lugar de por sus errores. La reflexión de Javier, desde su experiencia como enólogo, nos orientó hacia una reflexión sobre lo que importa en la relación con las personas: respeto, cuidado, valoración y disfrute compartido. Un lujo de taller, en el que, por supuesto, pudimos disfrutar del “maridaje” de vino y dulces.
Tras los meses que han pasado desde que terminó Pamplona en Positivo, creo que no puedo sino confesar que lo que hemos vivido ha sido un acto de generosidad de Iosu Lazcoz, en el que hemos podido conocerle mejor, a través de la propuesta de una jornada de 2 días y en la que se han podido observar algunas de sus mejores cualidades: generosidad, trabajo en equipo, liderazgo, capacidad de amar, sentido del humor y mucha vitalidad.
Desde aquí quiero darte las GRACIAS, así en mayúscula, por la oportunidad maravillosa de vivir esta experiencia, de sacarle todo el jugo, de conocer a personas maravillosas que ya forman parte de mi corazón. Estamos acostumbrados a concebir 3 grandes objetivos para una vida plena: tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. No es que me parezca mal como planteamiento. Sin embargo, Iosu ha alcanzado la excelencia con este regalo que pudimos experimentar el 19 y 20 de Octubre: compartió su alma con nosotros y nos facilitó un escenario donde dar lo mejor de nosotros mismos, donde todos fuimos aprendices y maestros, donde compartimos lo mejor de la vida y lo vivimos con total plenitud: las relaciones humanas.
Tony Corredera
Director de Crecimiento Positivo
Learn MorePamplona en Positivo 2018: Día 1
“Las Emociones Positivas son el Capital Psicológico Acumulable“.
Barbara Fredrickson.
Siempre he pensado que las personas anhelamos conectar con los otros. Deseamos tener auténticos encuentros en los que percibimos una conexión de verdad con otra persona y con la que podamos expresar y compartir cómo realmente somos. Queremos sentir con los demás. Sentir a los demás y que nos sientan.
Hace tiempo que sospechaba que compartir nuestras emociones más bonitas multiplica sus efectos en nosotros y en quienes forman parte de una experiencia positiva compartida. Tras lo que hemos experimentado en el evento Pamplona en Positivo, llego a la conclusión que compartir la alegría, la ilusión, la esperanza, el amor, provocan en nosotros un sentido de conexión profundo y palpable.
Este post es un pequeño homenaje, en forma de crónica, de mis experiencias antes, durante y después del evento. Este post está dedicado a las personas que formaron parte del evento, de un modo u otro, y que, como lo vivieron en primera persona, comprenderán gran parte de mis palabras.
En la noche del 18 de octubre, Iosu Lazcoz organizó una cena en la que coincidíamos al mismo tiempo y por primera vez todas las personas que han hecho posible Pamplona en Positivo: organizadores, ponentes y patrocinadores nos conocíamos en persona compartiendo platos en el Castillo de Gorraiz, que tuvo el maravilloso detalle cómplice de ofrecernos un menú “Gorraiz en Positivo”.
Durante la cena, la sensación de conexión entre las personas que estaban a mi lado fue instantánea: personas de diferente origen, con trabajos distintos, con trayectorias muy particulares, pero que teníamos en común un deseo de compartir, ayudar y mejorar las cosas. A mi lado, Juan Manuel nos contaba a todos su proyecto “Sonrisas de Comida“; escuchando atentamente, frente a mí, Joaquín y Cristina, de Cafés Afortunato, que después nos contarían cómo a través de su empresa ofrecen empleo a personas con enfermedad mental crónica. A mi otro lado, Yolanda, una maravillosa cantante que compartía con nosotros su experiencia; y frente a ella, Ignacio, todo un catedrático y decano de la facultad de Económicas, nos contaba su maravillosa labor más allá del puesto, ayudando a los estudiantes.
El resto de la mesa, a cuyas conversaciones no podía atender, como es lógico, lo completaban personas igualmente admirables: Belén, Edita, Cristina, Paco, Sonia, José Antonio, Danny… El brindis final por parte de Iosu suponía un colofón a una noche que presagiaba un fin de semana inolvidable para nosotros y para las personas que nos acompañaron.
Nunca me había resultado tan difícil describir un suceso como lo que sucedió el pasado 19 de octubre. En un marco impresionante, el Museo de la Universidad de Navarra, Pamplona en Positivo daba la bienvenida a los asistentes con un hilo de fondo: “Oh, happy day!“, tan pegadizo como oportuno por todo lo que estábamos a punto de vivir.
Paco Rivero, el presentador del evento y una persona valiente y admirable, nos ofrecía un toque muy personal, emotivo y diferente cada vez que presentaba a los ponentes. Su mezcla perfecta de seriedad y sentido del humor, su capacidad para jugar y emocionar, sirvieron para guiar a los asistentes en este camino de forma inspiradora. Paco no solo mantuvo el interés de los asistentes durante toda la jornada, sino que consiguió hacer reír, jugar y divertirse a los asistentes en cada una de sus intervenciones.
Mi amigo Iosu Lazcoz fue el primero, y lo cierto es que no podíamos tener un arranque más potente que este: el ideólogo y motor de esta experiencia, nos ofreció algunos caminos a través de los cuales vivir una vida más plena, satisfactoria y feliz, desarrollando y potenciando nuestra Optitud. Su alegría, seguridad y sentido del humor fueron el mejor modo de comenzar este viaje. Cualquier cosa que escriba aquí sobre el papel de Iosu se va a quedar corta, porque su ponencia, que fue genial, no hace justicia al trabajo “invisible” que ha desarrollado, en el que ha hecho gala de sus mejores fortalezas: optimismo contagioso, humor para los momentos malos y los buenos, capacidad de amar a cada persona que ha participado, haciendo que nos sintiéramos importantes y engrasando las relaciones entre nosotros cuando se producía algún desajuste. Has estado simplemente impresionante. ¡Gracias amigo!
Sonia Yanguas fue la siguiente ponente, la primera historia de superación de la jornada. Nos contó su viaje, su transformación, y algunas claves importantes, su particular caja de herramientas, que le sirvieron para superar la adversidad. Sonia le dio continuidad a la intervención de Iosu y, tal y como él había conseguido desatar carcajadas con su humor, Sonia ofreció mensajes que emocionaron a los asistentes.
Sonia demostró que tiene el don de la palabra, y también una maravillosa capacidad para la autogestión de sus emociones: me confesó antes de empezar lo nerviosa que se sentía, pero ¡quién lo diría tras escucharte inspirar a los asistentes con tu historia! Gracias Sonia, por ponerle tanto cariño a este proyecto.
Me tocó a mí continuar con mi ponencia. ¡Qué os puedo decir! Quienes me conocen saben que me encanta la formación, que nunca me ha pesado ponerme frente a desconocidos a compartir lo que sé. Y también debo confesar que nunca había estado delante de 320 personas escuchando en silencio mis palabras. Nuestro objetivo, desde que planteamos esta maravillosa locura, era ofrecer a los asistentes mensajes inspiradores basados en los hallazgos científicos relacionados con la psicología positiva. En junio, Iosu me había pedido que asumiera la responsabilidad de la Dirección Científica del evento, de manera que para mí era muy importante mantener ese equilibrio: ofrecer información útil basada en la evidencia, expresados a través de mensajes inspiradores. Puedo confirmar, por las reacciones de las personas a las dinámicas propuestas y al cariño recibido durante todo ese fin de semana por parte de los asistentes, que conseguí este objetivo. No os miento cuando afirmo que este ha sido uno de los mejores momentos de mi vida profesional y personal. ¡Gracias por todo lo que hemos compartido!
Llegó el descanso y con él la primera oportunidad de interactuar con los asistentes. Más allá de las felicitaciones, que siempre son agradables y que agradecí muchísimo, observé mucha alegría, conversaciones animadas sobre lo que habían escuchado durante las primeras dos horas.
Fue muy bonito y especial ver la facilidad con la que se establecían conexiones; en el breve tiempo de descanso tuve 3 conversaciones emotivas con 3 personas difererentes, que se animaron a compartir conmigo historias personales, sus proyectos, expresando gratitud por lo que estaban viviendo este día. Gracias Marian, Estela y María.
Tras el breve receso, llegaba el turno de Ignacio Ferrero, Decano de la Facultad de Económicas de la Universidad de Navarra, del que ya hice un breve comentario más arriba. Su intervención fue emocionante, por el modo tan personal con el que comenzó, y por la fascinante propuesta que nos lanzaba: la felicidad en el trabajo orientada al desarrollo de virtudes éticas. De todo el equipo de ponentes que formó parte de Pamplona en Positivo, tanto del día 19 como del día 20, al único que no conocía (bien en persona, bien a través de redes sociales virtuales) era a Ignacio. Y ha sido todo un descubrimiento, no solamente por el interés que me despierta su trabajo, sino sobretodo porque es una buena persona, con todo lo que eso significa. Gracias Ignacio por tu generosidad.
Llegó el turno de Juan Manuel Pedreño, posiblemente el momento más emotivo de la mañana, cuando nos contó su proyecto “Sonrisas de Comida”. Cuando la humildad es una virtud ésta se muestra sin necesidad de aparentar nada. Así es Juanma, una persona que no necesita demostrar nada; sus acciones silenciosas, sin buscar publicidad, y que quiso compartir con los asistentes hablan por sí solas de Juanma y de su proyecto. Cuando la prensa ha comenzado a hacerse eco de su solidaridad y de su proyecto, él ha querido participar activamente con un solo objetivo: llegar a más personas que puedan necesitarlo. Iosu y yo estábamos sentados durante su ponencia en la parte de atrás del anfiteatro, y ambos soltamos alguna lagrimilla de emoción al escuchar esta historia de adversidad, de superación y de generosidad, que representa a muchísimas familias no solo de Pamplona o del resto de España, sino posiblemente de todo el mundo. Muchas gracias, Juanma, por tu activismo incansable.
A continuación vino el descanso para comer. Una vez más, la espontaneidad de las personas que hemos participado en este evento, más allá de los roles, hace de Pamplona en Positivo algo especial; he asistido a infinidad de jornadas y congresos en mi vida. Siempre he pensado que no me gusta cómo los ponentes se “diferencian” de los asistentes y toman distancia, comen aparte, apenas cruzan palabra más allá de las “felicitaciones” pertinentes, etc. Aquí, sin pretenderlo, se rompieron esas “barreras” y fuimos a comer un grupo de personas juntas, algunas éramos ponentes y otras eran asistentes.
Recalco esta parte, como la del descanso y la de la cena pre-congreso, porque me parece esencial para comprender Pamplona en Positivo y la experiencia fantástica que hemos compartido. Personas conectando con personas, escuchándose, ayudándose, comprendiéndose, emocionándose, JUNTAS.
Tras la comida, Edita Olaizola nos dio una clase magistral sobre cómo el uso de las metáforas puede resultar inspirador, utilizando algunas referencias basadas en obras de arte; y no solo eso, también tuvo que demostrar cómo se gestiona la adversidad en directo, puesto que tuvimos algunos problemas técnicos justo en este punto del día.
Conozco a Edita desde hace algunos años y cada interacción con ella, cada vez que la escucho o que leo sus artículos, me invita a una reflexión profunda, desde el uso de elementos sencillos. Esa capacidad la convierte en alguien muy especial, una sabia que te enseña algo importante casi sin que te des cuenta. Gracias Edita, por tu arte, tu saber y tu gran sentido del humor.
El bloque de ponencias del día lo terminó Danny Imízcoz, que también fue uno de los organizadores del evento. Danny quiso participar hablándonos de su historia de superación, en la que nos contó cómo afrontó la pérdida de su madre, al mismo tiempo que otras áreas de su vida se venían abajo. Su mundo, como lamentablemente ocurre algunas veces, se colapsó.
Pero Danny quería compartir esperanza. Ha tenido que reinvertarse, aprender a levantarse de la dura caída, y en su renacer ha tenido la generosidad de querer compartirlo con los asistentes a Pamplona en Positivo. Estoy seguro de que su historia particular refleja algo de todos y cada uno de nosotros, lo que yo llamo los “lugares comunes”. Gracias Danny por tu dedicación y por tu valentía.
En la parte final de la jornada tuvo lugar la entrega de los I Premios Optitud, presentados por la maravillosa Ana Belén Albero. Este evento no podía cerrarse sin el reconocimiento de la superación, de la resiliencia, de la capacidad que tenemos para reinventarnos. Seleccionamos un grupo de personas que destacaban por sus valores en el afrontamiento de la adversidad en la vida, personas que nos inspiran y que nos proporcionan esperanza. El resultado de las votaciones nos dio la oportunidad de premiar, reconocer y valorar públicamente a algunas personas a las que también queríamos transmitir lo importantes que son al ofrecernos inspiración y esperanza: Fátima Frutos, Amaia Izar, Celia Canseco, Juan Manuel Pedreño, Elena Chávarri y Oier Altuna; Oier fue quien recibió más votos y se llevó el Primer Premio, un reconocimiento a su capacidad de superación, aunque en este caso no hubo ganadores ni perdedores. Bueno sí, ganamos todos los que pudimos escuchar sus historias y compartir algunas palabras con ellos. Gracias a todos, por ser esperanza e inspiración.
Y finalmente, el cierre del evento. Uno podría pensar que tras todo el día implicado, atendiendo, emocionándose, a estas alturas sería difícil un cierre “elevado”. Tal vez a estas alturas de post, el cansancio haya hecho mella en ti también. En nuestro caso, las más de 300 personas que estábamos en Pamplona en Positivo fuimos testigos de otro momento mágico, inspirados por la maravillosa cantante Ysi Kalima, que nos “elevó” a cotas inimaginables convirtiendo a todos los asistentes en un improvicado coro musical. ¿Recordáis que el congreso recibía a los asistentes en el auditorio con la melodía de fondo “Oh, happy day!”? Pues Ysi nos llevó a un nuevo nivel de emotividad con su manera de dirigirnos como un coro que interpretaba esta canción. ¡Momentazo! Gracias Yolanda porque eres magia, me hiciste revivir emociones que hacía tiempo que no sentía.
Aunque he hecho un gran esfuerzo por tratar de reflejar lo que vivimos el pasado 19 de Octubre en Pamplona, por desgracia acabo con la sensación de no poder transmitir verdaderamente lo que sentimos. Conexión en el sentido más amplio de la palabra, a través de las emociones que compartimos, que nos elevaron, que nos inspiraron mutuamente. Si has llegado hasta el final de este relato, ¡te felicito! Dejo para otro momento lo que vivimos el sábado 20, en la jornada de talleres. Esa, sin duda, será otra emocionante historia.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
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Sentirte querido
Habíamos llegado a esta cuestión de una forma muy natural, a través del relato de las actividades que había estado realizando en la última semana:
- “¡Qué majos que son mis amigos! Con lo lejos que viven y se acercaron a mi barrio solo para verme…”.
- “Es verdad, decidieron ir a verte, ¿es que habitualmente no lo hacen así?”.
- “No, soy yo la que me muevo siempre; ya sabes, soy un culo inquieto”.
- “Entonces, ¿qué ha cambiado esta vez? ¿Porqué han decidido ir ellos a verte en este caso?”.
- “Bueno… es que… como habíamos hablado la última vez en consulta… se lo pedí“.
- “Ahora entiendo. Entonces tus amigos han ido a verte porque se lo has pedido, a pesar de que, como dices, viven en otros barrios, lejos de ti”.
- “Sí…”.
- “Y, aunque viven lejos, solo por pedírselo: ¿han acudido a tu llamada? ¿Sabes porqué han respondido tan positivamente?”.
- “Es que son muy majos…”.
- “Sí, es verdad que lo has dicho. Pero, más allá de lo majos que son, ¿porqué han ido a acompañarte, a arroparte, a estar contigo en este momento tan delicado?
- (tras unos segundos de silencio) “Pues… porque me quieren“.
- “Qué interesante: entonces han ido a verte porque te quieren. ¿Y porqué crees que te quieren?”.
- “Es que yo los quiero mucho también…”.
- “Eso es cierto. Quieres mucho a tus amigos. Ya me has contado algunas veces los detalles que tienes, cómo les cuidas, cómo les tratas… Sin embargo, en este caso son ellos los que, rompiendo con la pauta, te están arropando a ti, porque se lo has pedido, porque te quieren, porque….”.
- “… ¿Porque me lo merezco?…”.
- “¿Es una pregunta? ¿Me preguntas si te mereces que te quieran?”
- (sonriendo) “… No, lo afirmo: me merezco que me quieran mucho“.
- “Claro, te mereces que te quieran, que te arropen cuando lo necesitas… Y por primera vez estás rompiendo tu pauta, pidiendo que te cuiden, que te acompañen, que te animen. Así es como funciona: si pides lo que necesitas, si muestras tu vulnerabilidad, los demás tienen la oportunidad de demostrarte lo mucho que te quieren. Como acabas de comprobar”.
Este diálogo, que he tenido decenas de veces en estos 10 años de trabajo, representa una de las situaciones que más comúnmente me he encontrado en algunas personas que esperan que los demás se den cuenta de sus necesidades… Paradójicamente son personas que habitualmente tienen la iniciativa de ayudar a los demás, se muestran generosos con su tiempo y su dedicación a las relaciones familiares y de amistad, y ofrecen una imagen de autosuficiencia que podría interpretarse como que “siempre están bien”. Conviene recordar que, aunque casi siempre estemos bien, TODOS necesitamos sentirnos queridos.
A veces, conviene recordarnos que nos merecemos el amor de quienes nos rodean, para que nos resulte un poco menos difícil pedir a esas personas que nos muestren su cariño: un abrazo, un reconocimiento, un oído que escucha… Puede parecer simple, aunque no siempre resulte sencillo de llevar a cabo.
No esperes a que los demás se den cuenta de tus necesidades. Quiérete lo suficiente para pedir aquello que necesitas. Si, como las personas que están representadas en el diálogo del inicio, han cuidado mucho sus relaciones, verán cómo su entorno responde de maneras que no habrían imaginado. Porque recuerda: te mereces que te quieran.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn More¿Descargas tus emociones?
Este domingo viajaba en autocar de regreso a casa, tras pasar el fin de semana fuera. De pronto, justo a la entrada de mi ciudad, el autocar empezó a frenar lentamente y todos levantamos la vista para observar lo que ocurría: un atasco que se adivinaba bastante largo. No creo que a nadie le gustara aquella situación, que parecía poder prolongarse bastante tiempo. Sin embargo, creo que a todos nos sorprendió la reacción de una de las pasajeras que, nada más frenar el autocar, sacó su móvil, hizo una llamada y en cuanto fue atendida empezó a “despotricar” sobre la situación con su interlocutor: “vaya.. (insulto) de autocares, si lo sé voy en tren, ya sabía que estos … (otro insulto) me iban a fastidiar, seguro que los… (un insulto más) me echan la bronca por llegar tarde“.
Utilizó un tono tan elevado que casi parecía gritar, así que llamó la atención de casi todos los viajeros. Repetía una y otra vez, cada vez más tensa, su discurso, elevando el tono y poniéndose de pie; daba la impresión de querer salir corriendo y llegar por su propio pie a su destino. Estaba claro que esta pasajera estaba muy enfadada, frustrada y desesperanzada, tal vez por no controlar la situación, al tiempo que parecía asustada por no poder llegar a tiempo a donde quiera que fuera. Sin embargo, al contrario de lo que intuitivamente pudiéramos pensar, contar lo que pasaba no le ayudaba a desahogarse, sino que parecía incrementar su sufrimiento.
Apenas 5 minutos después, descubrimos que solo era una retención de tráfico y todo se reanudó sin problemas, llegando a destino unos 15 minutos después de lo esperado. Desde el momento en que el autocar se movió, esa pasajera pareció relajarse y se despidió de su interlocutor, con aparente desgana y volvió a sentarse. De forma inmediata pensé en cómo se podría estar sintiendo el interlocutor, que había recibido una descarga emocional de alta intensidad.
Por otro lado, entre los pasajeros se había creado una atmósfera de tensión bastante evidente, puesto que durante todo este incidente el resto nos habíamos callado y dejado nuestras actividades (como leer o atender la película que iba puesta). Y al observar a mi alrededor en estos minutos tras la breve parada, vi que todos íbamos en silencio. Me pareció una clara situación de contagio emocional negativo. Pensé en la cantidad de veces que algún paciente, amigo o familiar, me ha contado su sufrimiento en los mismos términos: expresándose desde su emoción, en lugar de expresar sus emociones. Parece muy parecido, pero son formas de comunicación muy diferentes.
Es una creencia muy generalizada que “tenemos que expresar lo que sentimos”, porque guardárnoslo trae consecuencias negativas evidentes, premisa que como tendencia general me parece aceptable (algo que traté de explicar en esta metáfora: “Vasijas Emocionales“). Sin embargo, cuando hablamos desde nuestras emociones, como la rabia, la tristeza, el miedo, etc., nuestro discurso gira alrededor de dichas emociones y frecuentemente nos puede llevar a una pendiente hacia abajo: se intensifican nuestras emociones porque esta forma de discurso es circular y redundante, no lleva hacia ningún sitio; cuanto más repetimos el discurso, más se intensifican las emociones negativas. Responde claramente algunos porqués (el motivo por el que nos sentimos así), pero no enfatiza en ningún para qué (la función que cumple expresar lo que expreso). Y eso nos lleva a una buena pregunta: ¿para qué expresar nuestras emociones?
La primera respuesta intuitiva sería: “para sacarlas fuera y que no me hagan daño”; o “para compartir mi sufrimiento”; o “para descargarme”. Nuestras emociones tienen una función, nos ofrecen una información relevante (acerca de la situación o de nosotros mismos) y nos conectan con nuestras necesidades. Esta es una clave importante: a través de la identificación de nuestras emociones (qué sentimos) podemos conectarnos con nuestras necesidades (y cubrirlas).
Cuando hablamos desde nuestras emociones, no solo no identificamos y expresamos en voz alta qué sentimos (nombrar las emociones concretas), sino que no podemos conectar con nuestras necesidades (y cubrirlas o pedir a otros que nos ayuden).
Por eso, muchas veces, en consulta, la recomendación suele ser hablar de la emoción: identificarla, expresarla a los demás y así conectar con la necesidad que he de atender y cubrir. Para comunicar a los demás nuestras emociones, cuando hemos estado acostumbrados a comunicarnos desde nuestras emociones, puede resultar un poco complicado; una recomendación que hago a mis pacientes es utilizar una técnica llamada “Mensajes Yo“, que consiste en aplicar el siguiente esquema:
Yo me siento (y nombrar la emoción que experimento: enfadado, frustrado, triste, ansioso, decepcionado, etc.)….
… Cuando (y especifico la situación en la que me he sentido así)…
… Me gustaría (y expreso mi necesidad, una petición concreta que orienta al otro en el modo en que puede ayudarme).
La psicóloga Nikola Overall, de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, ha contrastado que en las relaciones de pareja, las personas tenemos dos estilos principales a la hora de afrontar una situación de ayuda:
- Apoyo nutritivo: que puede ser apoyar emocionalmente al otro, expresando cariño y amor, o infundiéndole confianza.
- Facilitación de la acción: a través de consejos prácticos o bien ofreciendo recursos a quien nos pide ayuda (hacer algo por él).
El problema en una relación concreta, sea en una pareja o en otro tipo de relación personal, está en el equilibrio de lo que yo necesito (para lo cual es necesario identificar la emoción y nombrarla), la petición que formule al otro, y el estilo de “ayuda” que la otra persona tenga como tendencia primaria. Por ejemplo, si yo me siento triste en una situación y necesito que otra persona me abrace (quiero apoyo emocional) pero esa persona tiene como estilo preferente dar un consejo o recomendación orientado a una solución (me ofrece algo que no busco), es posible que me sienta incomprendido, molesto y frustrado. Del mismo modo, quien intenta ayudarme percibe que no lo logra, por lo que podría sentirse también frustrado. ¿Habéis vivido algo así alguna vez?
En el ejemplo del autocar, la persona que hizo la llamada hablaba desde su emoción (posiblemente un conjunto de ellas: enfado, miedo, frustración…), con gran intensidad, sin hacer ninguna petición a su interlocutor. Cuando pensé en esa persona al otro lado del aparato, la imaginé sin saber qué decir o hacer para apoyar, ayudar o facilitar la solución. La persona del autocar se había descargado emocionalmente sobre su interlocutor. Y tuve la impresión de que ni ella, ni su interlocutor, ni ningún pasajero, se sintió mejor después de hacerlo.
¿Cómo puedo resolverlo? Hablando de mi emoción, expresándole a mi interlocutor lo que siento y lo que necesito. Formulando una petición concreta, de apoyo nutritivo o de consejo que facilite mis acciones, que ayude a cubrir mi necesidad, posiblemente podré sentirme mejor, puesto que es más posible que consiga lo que quiero si oriento al otro hacia esa necesidad. Del mismo modo, mi interlocutor sabrá qué siento, qué necesito y podrá orientarse hacia un estilo más adecuado de ayuda. A través de este estilo, parece que todos podemos salir ganando. Y tú, ¿te descargas o expresas tus emociones? ¿Hablas desde tu emoción o de tu emoción?
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn MoreRecuerdos y Emociones no Elaboradas
La memoria, la capacidad de recordar, es una de las más maravillosas funciones que nuestro cerebro ha desarrollado a lo largo de la evolución. Podemos recordar maravillosos momentos vividos en el pasado, recrearnos en ellos y disfrutar de aquéllas vivencias, aunque también podemos recordar momentos terribles, desagradables y traumáticos, lo que nos conecta con una experiencia emocional desagradable. Gestionar las emociones que los recuerdos pueden provocar en nosotros es un aprendizaje importantísimo, necesario para dejar atrás aquéllo que no se puede cambiar.
Los seres humanos somos constructores de historias; iniciamos un proyecto, conocemos a alguien, establecemos relaciones con personas y objetos, y nos los narramos como si fueran cuentos, novelas, películas… De este modo, aceptamos que las cosas se inician, se desarrollan y terminan; y cuando llega este momento, el final, solemos revisar el camino recorrido para saber cuánto hemos avanzado. Para realizar esta función, utilizamos nuestra memoria, los recuerdos que hemos ido construyendo a lo largo del trayecto y que configuran, en parte, las narrativas con las cuales explicamos, a los demás y a nosotros mismos, lo sucedido. Eso es lo que hacen muchas personas al terminar el año: reflexionar acerca del camino recorrido.
Pero en ocasiones, recordar puede suponer conectar con algo que nos duele profundamente, al traer al presente una situación que no hemos elaborado emocionalmente. Hay momentos en que, de manera especial, recordamos a personas que no están con nosotros, que han salido de nuestra vidas y echamos de menos. Esos recuerdos, para muchas personas, suponen una cuota añadida de tristeza y pena, de dolor incluso físico y de mucha ansiedad. La gente SUFRE ante el recuerdo de los seres queridos que se han marchado.
Muchas personas recuerdan relaciones perdidas, personas que se han ido, bien porque han muerto, bien porque ya no desean formar parte de nuestra vidas, y se entristecen, sienten nostalgia, miedo o incluso culpa… Esas imágenes mentales, junto con otros estímulos, como fotografías, canciones, lugares o situaciones, disparan los recuerdos, guardados en lo más profundo de nosotros, y conectan directamente con nuestras emociones de una manera más intensa de lo habitual.
Pero, ¿por qué el recuerdo de algo que vivimos como una experiencia que nos hizo crecer, genera ahora unas emociones tan difíciles de gestionar?
Casi todas las personas han experimentado este mecanismo, que se conoce como Reminiscencia Condicionada por el Humor. Cuando estamos tristes, parece muy sencillo tener pensamientos negativos y recordar situaciones dolorosas del pasado. Nuestro estado de ánimo, nuestras emociones, por tanto, funcionan como una puerta giratoria que alimenta e impulsa la aparición de pensamientos y recuerdos negativos o positivos. Cuando estamos tristes, nos resulta fácil recordar experiencias dolorosas del pasado, de manera que sin desearlo, prolongamos e intensificamos nuestra tristeza. Del mismo modo, cuando estamos contentos, satisfechos o agradecidos, nos resulta más sencillo recordar experiencias placenteras, significativas y de sentido vital.
En la mayoría de los casos, son nuestras interpretaciones de las situaciones, nuestros pensamientos, y la valoración que hacemos de los mismos, los que generan emociones y, por tanto, a partir de ahí, nos traen recuerdos positivos o negativos. Sin embargo, hay determinadas situaciones, determinadas fechas o épocas del año, que ya están condicionadas emocionalmente, de manera que tal vez no me de cuenta de este mecanismo y solo sea consciente de que mis emociones están ahí, y que están trayéndome otros recuerdos que intensifican lo que siento.
Quizás una de las claves a tener en cuenta para modificar este proceso sea cambiar nuestra relación emocional con esos recuerdos, lo que supone la elaboración de dichas emociones asociadas a aquella situación del pasado.
Un requisito imprescindible en este proceso de elaboración, es la identificación de lo que realmente siento. ¿Siento tristeza por aquello que he perdido, culpa por no haber sabido manejar mejor aquella situación? Puede que sintamos diversas emociones al mismo tiempo, pero cuanto más claro tenga qué es lo que siento, más fácil resultará ir avanzando en el proceso de elaboración de dichas emociones. Si logro identificar y ponerle un nombre a las emociones que están implicadas en el proceso, resultará más sencillo transformar mi relación emocional con ese recuerdo. Estar deprimido, triste o sentir nostalgia no es exactamente lo mismo, no tiene las mismas implicaciones ni consecuencias. Aprender a identificarlo, nombrarlo y diferenciarlo, es un primer paso importante.
Una vez identificadas mis emociones y sentimientos, que generan todo ese dolor asociado al recuerdo, tengo que aprender a despresderme de ello, aprender a soltar eso a lo que estoy enganchado, despedirme de esa persona, relación o situación que me conecta con emociones negativas e intensas, que me llevan a desear no recordar. Eso no significa, en absoluto, que el camino sea olvidar, sino más bien transformar la relación emocional que tengo con esos recuerdos. Olvidar aquello que ha sido importante para mí, es muy difícil, no es algo que nosotros podamos hacer a voluntad, pero sí podemos aprender a gestionar las emociones asociadas a los recuerdos elaborándolas, diluyendo la intensidad de las mismas e incluso transformándolas.
Como señalaba anteriormente, al terminar el año, algunas persona miran hacia atrás, para ver el camino recorrido y conectan con las pérdidas que han ido surgiendo, que van asociadas a la vida de cada uno. Algunas de esas pérdidas han resultado especialmente dolorosas, y cuando las recordamos, se inicia el proceso que hemos descrito: emociones negativas que traen nuevos pensamientos negativos y nuevos recuerdos desagradables. En este tipo de situaciones, resulta necesario trabajar activamente para elaborar nuevos significados asociados al recuerdo de las pérdidas en las que nos hemos “enganchado”. Para salir de ese bucle, es necesario crear nuevas experiencias emocionales a partir del recuerdo traumático.
A continuación, tras identificar las emociones que suscitan determinados pensamientos y recuerdos tendríamos que focalizarnos en averiguar qué me dicen esas emociones en concreto: ¿qué dice la tristeza de la situación y de mí mismo?, ¿de qué me informa? Las emociones están ahí para brindarnos una información fundamental. Una vez hemos averigurado el significado, lo que me dicen esas emociones, he de intentar modificar el mensaje, tratando de no catastrofizar: por ejemplo, la tristeza puede estar diciéndome que eso que he perdido era importante para mí, pero no necesariamente mi vida termina aquí, o no necesariamente significa que no encontraré nada que tenga sentido. Cuanto más catastrofizo, más intensifico lo que siento, y como hemos visto anteriormente, eso provoca más pensamientos negativos y más recuerdos dolorosos.
Si aprendo a modificar el significado de lo que siento, a no catastrofizar, el siguiente paso es conectar con recuerdos positivos relacionados con mi pérdida. El problema de habernos enganchado en una pérdida, de recordar siempre esa fecha, ese momento, esa persona, condicionados por emociones negativas, es que no podemos tener una imagen global de lo sucedido. En el caso del recuerdo una pérdida ocasionada por una ruptura de pareja, o por la muerte de un ser querido, las emociones negativas en las que nos hemos enganchado solo nos traerá el recuerdo de lo malo de esa ruptura, de la pérdida, de quien ya no está; sin embargo, conectar con lo que nos aportó esa persona, con los recuerdos que generan emociones positivas, nos facilitará la creación de una nueva huella en la memoria, que en este caso nos ayudará a elaborar lo que nos ha sucedido, a superarlo y a crecer. De este modo, podremos recordar sin sufrir, conectando con la nostalgia de aquello que echamos de menos y no está, pero también con emociones positivas que generan los recuerdos positivos del pasado.
En este sentido hay dos sencillas tareas que podemos acometer para transformar nuestra relación con los recuerdos en los que nos hemos enganchado. El paso previo, como se explicó anteriormente, es identificar las emociones implicadas, nombrarlas y cambiar el significado, no catastrofizando, tras lo cual puedo trabajar en lo siguiente:
- Construir un libro de recuerdos: a partir de fotografías, relatos, anécdotas, tanto propias como de personas con quienes se comparte la pérdida, para facilitar la conexión con emociones positivas del pasado, con la historia compartida, de manera que tengamos un recurso visual que nos facilite la conexión con los recuerdos positivos.
- Escribir una autobiografía positiva: del mismo modo que nos contamos quiénes somos condicionados por los hechos traumáticos, y nos dejamos llevar por el mecanismo de la catastrofización, bien podemos involucrarnos en una narrativa distinta, en la que partiendo de esos hechos “traumáticos”, de esas pérdidas en las que estamos enganchados, nos vayamos contando los aprendizajes que hemos hecho durante el camino, la influencia positiva que ha tenido en nosotros, cómo hemos tenido que superarnos y aprender a afrontar situaciones difíciles y, en definitiva, cuánto hemos crecido a través de esas experiencias hasta ser quienes somos en la actualidad.
Podemos transformar nuestra relación con los recuerdos elaborando las emociones negativas asociadas, creando nuevas huellas a partir de emociones positivas, siendo conscientes de los aprendizajes que hemos realizado durante el proceso, que nos ha llevado, en la mayor parte de las ocasiones, a transformarnos en una versión más resiliente de quienes somos.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
Learn MoreVasijas Emocionales
Los seres humanos, en ocasiones, nos encontramos en situaciones en las que nos vemos absolutamente desbordados por nuestras emociones, incapaces de hacer otra cosa que no sea reaccionar ante lo que sentimos. Estas reacciones, que responden a la experimentación de un conjunto de emociones que interactúan entre sí y que resultan difíciles de manejar (lo que en Crecimiento Positivo solemos llamar cocktail emocional), nos llevan a posteriores juicios de valor acerca de nuestro comportamiento de los que no salimos bien parados: “… debería haber dicho aquello…”, “… no tendría que haber hecho…”, etc. Estos pensamientos, que tienen forma de auto-reproche, generan nuevos sentimientos negativos hacia nosotros mismos que dañan nuestra autoestima. ¿Y qué está en el origen de este complicado proceso? Nuestra capacidad para manejar nuestra “Vasija Emocional“.
Esta metáfora sugiere que cuando sentimos alegría, miedo, satisfacción, ira, tristeza… y no tenemos tiempo para elaborarlas, las vamos introduciendo en una especie de vasija. Las emociones negativas, que suponen un gran peso para nosotros, van llenando este recipiente, mientras que las emociones positivas tienen el efecto maravilloso de no acumularse dentro y de, en ocasiones, ayudar a ir vaciando nuestra vasija personal.
Creemos que nuestra vasija es muy fuerte, resistente y profunda, porque por más que la llenamos, nunca parece desbordarse… Pero el caso es que, de cuando en cuando y, para algunas personas muy frecuentemente, nuestra vasija emocional rebosa. La hemos llenado de emociones negativas que no elaboramos, de manera que llegados a este punto… estallamos.
En función de la historia particular de la persona y de la situación en la que se encuentre, las consecuencias de llenar nuestra particular vasija son:
- Romper la vasija lanzándola contra objetos o personas: llega un momento en que la única manera que encontramos de gestionar lo que nos ocurre es explotar. estos estallidos emocionales son muy violentos, pero se manifiestan de diversas formas, como por ejemplo, a través de la ira y la agresión.
- Derramar el contenido de la vasija sobre uno mismo: otro modo inadecuado de gestionar el contenido de nuestra vasija es vaciarla sobre nosotros mismos, reexperimentando todas esas emociones negativas y auto-reprochándonos no haber sabido actuar en aquellas situaciones originarias.
- Hacer pequeños agujeros en la vasija para generar “escapes”: otras personas realizan determinadas actividades que les sirven para “desahogarse” en lugares donde una respuesta agresiva no está socialmente sancionada. Así, estas personas realizan deportes de contacto, consumen determinadas sustancias, etc.
En todos estos casos, las consecuencias suelen ser negativas, afectando de forma significativa a nuestro auto-concepto y, por ende, a nuestra autoestima. Además, hay que tener en cuenta que estas tres estrategias no se pueden mantener mucho tiempo y que, de mantenerse, pueden llevarnos de una a la otra, pasando, por ejemplo, de estallar contra los demás, a hacerlo con uno mismo…
¿Existe algún modo más adecuado de gestionar nuestra vida emocional y que no tenga consecuencias tan aversivas para nosotr@s? La respuesta es, indudablemente, sí.
Imagina que pudieras coger tu vasija por las asas cuando tú lo desees, y que pudieras derramar su contenido siempre que lo deseases, para que pesase menos llevarla contigo, para no acumular emociones de forma innecesaria, para que no fuera inevitable llenarla hasta los topes…, para caer en la cuenta de que dicha vasija merece algo de atención.
La apuesta por la gestión inteligente de las emociones nos ofrece la oportunidad de manejar nuestra vasija a nuestro antojo, decidiendo en cada momento qué sentimientos y emociones deseo expresar y compartir, cuáles puedo elaborar por mí mism@ y sin ayuda, etc.
Para lograr este objetivo, uno debe primero darse cuenta de que tiene una vasija… Hemos de darnos cuenta que a veces nos cuesta gestionar nuestro mundo emocional y vamos acumulando cosas, poco a poco, que no terminamos de elaborar adecuadamente. Y es que hay que cuidar la vasija, porque repararla, en caso de ruptura, es siempre más complicado. Así que una vez hayamos conectado con nuestra vasija personal, tengo que aprender cómo gestionarla.
Cada persona ha de entrar en contacto con sus emociones y sentimientos, con cómo gestionamos nuestros particulares cocktails emocionales. Para ello, puede resultar útil seguir el siguiente proceso:
- Identifica las emociones que te cuesta gestionar, como la ira, la tristeza o el miedo, de manera que puedas distinguirlas, aunque estén presentes en la misma situación. Poner nombre a la emoción es una manera de entrar en contacto con ellas y de diferenciarlas de los sentimientos.
- Acepta que eso que sientes es auténticamente tuyo: es TU miedo, TU tristeza, TU enfado, TU frustración… Algunas personas no se dan permiso para sentir determinadas emociones y sentimientos, porque eso afectaría de forma importante a su manera de verse a sí mism@s.
- Analiza el significado que esa emoción o sentimiento tiene para ti en esa situación. De este modo, verás que una emoción no es en sí misma negativa o positiva, que todas nos aportan información útil acerca de nosotr@s mism@s, de la situación, o de ambos.
- ¿De qué otra manera podrías interpretar eso que estás sintiendo? Si cambio el significado que estoy dando a mis emociones, si soy capaz de darme tiempo para averiguar qué me aporta esta emoción, seguramente podré cambiar las acciones a las que mi emoción me impulsa. Dejaré de reaccionar, para actuar de forma más inteligente.
Porque el objetivo de gestionar las emociones no es otro que el de aprovechar su impulso hacia la dirección a la que realmente deseamos dirigirnos. Algunas emociones nos bloquean porque el significado que le atribuimos es absolutamente negativo, tanto, que la intensidad de la misma emoción nos impide hacer eso que, decididamente, habíamos elegido para nosotr@s.
Sin embargo, si soy capaz de conectar con lo que realmente siento, seguramente me daré tiempo de elegir lo mejor para mí, de aceptar que lo que siento es auténticamente mío; así, podremos coger por las asas nuestra vasija y derramar lo que no nos sirve, desprendernos de ello y utilizar lo que consideremos más adecuado para nuestros objetivos. Solo después de entrar en contacto con lo que siento, puedo desprenderme de ello, si así lo decido.
Tony Corredera
Director de Crecimiento Positivo
Learn More¿Autocontrol Emocional?
En la sociedad actual, cuyo ritmo impone una velocidad que difícilmente permite procesar adecuadamente la información relevante para nosotros mismos, se han configurado una serie de esquemas cognitivos que delimitan aquello que es aceptable y aquello que no lo es. Vivimos en un momento histórico en el que los elementos racionales son tremendamente valorados y se toman en cuenta como lo deseable en la mayor parte de ocasiones. Si bien los contenidos cognitivos y racionales, son necesario para, por ejemplo, facilitar ciertos procesos como la toma de decisiones, la configuración de este modelo ha establecido que todo lo que tenga que ver con lo emocional, como opuesto a lo racional, es negativo.
De este modo, desde muchos lugares diferentes, se nos “invita” a la racionalidad desde el rechazo por lo emocional. Las emociones aparecen, por tanto, como signo de debilidad, como síntoma de un déficit de algún tipo, como una especie de inmadurez de la que debemos hacernos responsables. Y desde estos modelos se nos invita a controlar nuestras emociones. Si reflexionamos brevemente seguro que todos podemos recordar escenas que hemos vivido en las que se recompensaba verbalmente a aquellos que parecían “controlar sus emociones” y se culpaba o reprendía a aquellos que mostraban ante los demás lo que estaban sintiendo. Si bien hay contextos en los que mostrar determinadas emociones puede ser valorado como negativo, no debemos creer que el denominado autocontrol emocional es un método adecuado para solucionar algún tipo de problema.
El autocontrol emocional parte de una premisa que, humildemente, considero equivocada ya que, desde este lugar, se apuesta por la siguiente sentencia: no se pueden controlar las emociones.
Parece un hecho sin importancia, pero elegir un paradigma, un modelo sobre qué son las emociones, u otro, modifica nuestra relación con las mismas. De esta manera, creer que las emociones son lo contrario a la razón, concebirlas como algo a evitar, ya que dejarnos llevar por ellas suele tener consecuencias negativas, puede llevarnos a estar convencidos de que el control es una solución adecuada.
La apuesta por el control emocional tiene, como es lógico, consecuencias. Y son dichas consecuencias las que desaconsejan seguir la vía del control con nuestras emociones. Por un lado, controlar las emociones supone, de manera práctica, realizar (al menos) las siguientes acciones:
- intentar bloquear lo que se siente cuando se está sintiendo, con el objetivo de ser racional y cumplir con el criterio social de ser “correcto”, y
- dificultad para reconocer las propias emociones, ponerles un nombre y darles un significado.
Evidentemente, ambas estrategias de control forman parte de un mismo proceso que se va desarrollando en el tiempo y que se refuerza a sí mismo a través de los demás. Cuando conseguimos controlar nuestras emociones en determinadas situaciones sociales, se nos considera “maduros”, “racionales”, “objetivos”… Dicho de otro modo, hay todo un conjunto de personas que nos van a valorar por saber controlar nuestro mundo emocional. ¿Merece la pena el esfuerzo? Analicemos algunas de las consecuencias que esta estrategia conlleva.
El bloqueo emocional conlleva un efecto de acumulación que va creciendo dentro de nosotros. Cada emoción que nos negamos a sentir, cada emoción que frenamos, va dejando un poso negativo sobre nosotros, aunque no seamos conscientes del mismo. Muchas personas son capaces de estar meses acumulando emociones negativas sin expresarlas de ningún modo. Las emociones, tarde o temprano, necesitan una forma de expresión; solo necesitamos llegar a nuestro límite para comprobarlo. La explosión de una de las emociones negativas suele ser la consecuencia más habitual del proceso de bloqueo emocional: explosión de ira, explosión de tristeza (a través del llanto), etc.
Curiosamente, tienden a confundirse con facilidad como consecuencia del control emocional: es la ya mencionada dificultad para reconocer las propias emociones. Si no sé muy bien qué estoy sintiendo, porque me he negado durante mucho tiempo a sentirlo, a expresarlo, lo que puede ocurrir es que ya no sepa qué es exactamente lo que siento. Y si no sé qué emoción me está invadiendo, difícilmente voy a poder reconocer qué significa para mí en este momento y mucho menos cómo manejarla, excepto, claro, volviendo a bloquearla.
En cada explosión, vaciamos nuestro acumulador emocional y así estamos listos para volver al principio. Además, algunas personas encuentran actividades para retrasar la explosión y poder ir “descargando” en pequeñas dosis su propio acumulador: la práctica de deporte intenso, el consumo de determinadas sustancias, etc. Todo para lidiar con aquello que creemos que es secundario o impropio de un adulto responsable.
Pero, ¿no es nuestra responsabilidad saber manejar adecuadamente nuestro mundo emocional? Ya que el paradigma analizado que apuesta por el control emocional parece no ser el más adecuado, quizás habría que comenzar por cambiar la concepción que tenemos de las emociones.
Etimológicamente, emoción significa el impulso que induce a la acción. Desde esta perspectiva básica, la emoción no puede considerarse negativa en sí misma, así que necesitamos un nuevo modelo de las emociones y los sentimientos. Se podría establecer una división entre emociones positivas y negativas en función de las sensaciones y significados que tienen para nosotros, es decir, si nos agradan o desagradan. Hay que reconocer que, en ambos grupos, la intensidad de la emoción de la que hablemos puede ser la clave a partir de la cual nos resulte más o menos difícil gestionarla. Y es aquí cuando cambiamos de paradigma, al pasar del control a la gestión de las emociones.
Aunque hay emociones que parece que tienen un efecto universal sobre los seres humanos, o al menos parece que nos lleven por caminos similares, como puede ser la tristeza ante la pérdida de un ser querido, o la alegría de conseguir el ascenso que esperábamos, lo cierto es que cada individuo tiene que lidiar con sus propias emociones. Y que la única cosa que realmente tenemos en común es una mayor o menor dificultad con la intensidad de determinadas emociones.
Lejos de apostar por eliminar las emociones negativas, la visión que propongo en este artículo es la de comprender la necesidad de conectar con las emociones, tanto positivas como negativas, y aprender a gestionar inteligentemente la intensidad de las mismas.
Para conseguir este objetivo, hay que comenzar por saber qué es lo que siento, es decir, por aprender a reconocer mis emociones. El único modo de reconocerlas y discriminarlas entre sí es convivir con ellas, es dejarlas estar y ver qué es lo que significan para nosotros, qué nos aportan en ese momento, ya sea positivo o negativo.
Posteriormente, una vez que he sabido ponerle nombre y darle significado a esa emoción, es importante centrarnos en qué hacer con esa emoción. En este sentido, y en función de nuestros objetivos, tendremos que ver a qué se debe la intensidad de nuestra emoción. ¿Dicha intensidad se debe a una serie de pensamientos que fluyen al tiempo que siento? En un artículo anterior (¿Víctimas de nuestras emociones?) se explicó la importante relación entre los pensamientos y las emociones; mientras que éstas últimas siempre son reales, los pensamientos puede que no lo sean, pero que, debido a lo que sentimos, le estemos dando una credibilidad que no merecen sin pruebas. En este sentido, continuar apostando por esta línea resulta básico en la toma de decisiones sobre qué hacer con esa emoción.
Si resulta que la intensidad de nuestra emoción difícil se deriva de un conjunto de pensamientos que incrementan dicha intensidad, nuestro trabajo será buscar hechos y pruebas que refuten esos pensamientos. Así, reduciremos la intensidad de la emoción. Sin embargo, habrá ocasiones en que, incluso tras el análisis propuesto, la intensidad de la emoción no disminuirá. En el ejemplo propuesto con anterioridad, sobre la pérdida de un ser querido, la tristeza continuará ahí. No debemos tener miedo a seguir auténticamente lo que nos está sucediendo. Aquí el objetivo es darse permiso a sentir. Aceptar mis emociones es la clave para seguir construyendo significados positivos una vez pasado el primer impacto.
Los seres humanos tenemos la capacidad de gestionar nuestras emociones y transformar toda esa energía en algo creativo. La primera decisión a tomar pasa por cambiar de paradigma, rechazando la creencia de que las emociones y sentimientos son algo a evitar. A continuación, debemos aceptar las emociones, comprender los significados particulares que nos aportan y decidir qué hacer con ellas. Podemos elegir disfrutarlas, aprender de ellas, utilizando su energía para favorecer el autoconocimiento, crecer y transformarnos a nosotros mismos.
Tony Corredera
Director de Crecimiento Positivo
Learn MoreAceptar las Emociones
En muchas ocasiones, los seres humanos tenemos dificultades para gestionar situaciones en las que está presente una intensidad emocional más alta de lo habitual. Como he señalado en otros momentos, no nos manejamos muy bien con nuetro mundo emocoinal, e incluso tendemos a minusvalorarlo o a ignorarlo. Pero la verdad es que sentimos emociones, a diario, y éstas juegan un papel importante en nuestras vidas.
Algunas personas llevan esta tendencia más allá y consiguen bloquear su experiencia emocional; sienten algo, no hay duda, pero no saben muy bien qué. Durante algún tiempo este bloqueo les ha resultado beneficioso quizás para poder soportar una situación complicada. La mayor parte de las personas que han necesitado llevar a cabo este proceso, han terminado expresando sus emociones en forma de explosión. Por ejemplo, alguien ha perdido a un ser querido y no muestra ninguna reacción emocional, pero, en el momento más inesperado, un tiempo después, y estimulado por algún detalle que le ha recordado a la persona perdida, comienza a llorar y por fin conecta con su dolor.
El problema de esta estrategia de gestión de emociones difíciles, es que se corre el riesgo de generar una pauta a partir de la cual me desconecto de una parte importante de mi realidad, de quién soy, impidiéndome reconocer sensaciones y reaccionar ante ellas de manera sana. Puede que, incluso, me sienta incómodo ante la expresión emocional de los demás y pretenda racionalizar sus reacciones, no permitiendo al otro expresar su necesidad. Esta última forma de interactuar está socialmente bien vista, puesto que muchas personas consideran la expresión de emociones un síntoma de debilidad.
Es cierto que hay personas que aprenden a bloquear sus emociones negativas, acumulando su influencia hasta que consiguen expresarlas, a través de una “explosión”. Otras, pretenden también “controlar” sus emociones positivas quitándoles importancia, impidiéndose a sí mismos conectar con esa parte tan importante de sí mismo. Esta pauta de bloqueo emocional tiene consecuencias sobre nosotros que pueden resultar muy contraproducentes. No reconocer nuestro estado emocional es una de ellas; no saber muy bien si estamos tristes, enfadados o nerviosos, no tener muy claro de dónde vienen estas sensaciones, que generan un estado de ánimo determinado a partir del cual encaro mi realidad. ¿Por qué he reaccionado así en la reunión de esta mañana?, ¿por qué me siento mal cuando veo a esta persona?, ¿qué me pasa? Estas son preguntas que pueden surgir a partir de esta desconexión de nuestras emociones.
Como he mencionado anteriormente, existe una tendencia muy generalizada a menospreciar las emociones y, dentro de estas, las negativas además, reciben un trato especial. Se las considera relevantes y significativas, mucho más que a las positivas, que son consideradas superfluas; pero a pesar de ello no sabemos qué hacer cuando nos invaden. Evidentemetne, no nos gusta sentirlas porque resultan desagradables, de modo que las rechazamos, las ignoramos, las repudiamos y bloqueamos; es decir, como resultan incómodas, preferimos bloquearlas y deshacernos de ellas en lugar de tratar de comprender qué hacen ahí, en este momento. Las emociones nos movilizan a la acción pero también nos pueden enseñar mucho acerca de nosotros mismos si comenzamos a aceptar justo lo que estamos sintiendo, por desagradable que sea.
La búsqueda de la felicidad, camino que intentamos recorrer lo mejor posible, cada uno desde su lugar, no consiste en aumentar las sensaciones y emociones positivas y reducir las negativas, al menos no únicamente; este camino es una búsqueda de nosotros mismos, de modo que, para aumentar el autonocimiento, la aceptación será el primer paso. No podemos cambiar algo que no nos gusta, si primero no somos capaces de aceptar que nos pasa algo que no deseamos, algo que sentimos. Y para ello debemos comprender lo que nos está sucediendo. ¿Qué nos dice la emoción que nos invade? Nos dice algo de la situación y algo de nosotros mismos. Si ese “algo” no nos gusta, solamente podremos intentar cambiarlo a partir del momento en que podamos aceptar que forma parte de nosotros, que eso desagradable también somos nosotros.
Aceptar las emociones negativas supone darme cuenta y asumir que no soy perfecto, que no tengo porqué serlo y que hay una parte de mi con la que me cuesta interactuar, pero que sé que también es mía. Esta aceptación permite conectarnos con nosotros mismos de manera auténtica, originando un proceso en el que analizar la situación y gestionarla, por difícil que resulte, tendrá un resultado positivo: el crecimiento.
Una vez he aceptado que soy yo el responsable de esta emoción, y soy yo el que ha construido un sentimiento negativo, tendré que evaluar la importancia, conveniencia y significado que tiene para mí en este momento. Se trata de no apartarse de la emoción negativa, aceptarla tal y como es, porque este paso nos permitirá conectar con una parte de nosotros que, aunque no nos guste, también nos pertenece.
Solo a partir de este momento puedo decidir qué hacer con esta emoción, con este sentimiento. Aceptarlo tendrá, muchas veces, como consecuencia, la comprensión de que “es lo que hay”; dicho de otro modo, no puedo hacer nada para cambiar lo que siento ahora mismo y tengo que convivir un tiempo con esta emoción negativa. Pero en otras ocasiones me permitirá darme cuenta de la razón verdadera que origina esa reacción, poniéndome en el camino de encontrar una solución. Es en este momento, en el que me he dado cuenta de que soy yo el responsable de la intensidad de la emoción negativa, cuando puedo tomar la decisión de cambiar mi estado emocional.
De lo que se trata es de darnos permiso para convivir con nuestras emociones, para conectar con partes de nosotros mismos que tenemos escondidas, de manera que entonces podamos trabajar para integrarlas dentro de nuestra visión de quiénes somos.
Tony Corredera
Director de Crecimiento Positivo
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