Expectativas
Durante las primeras semanas de trabajo en consulta de este 2022, muchas personas han expresado sentirse agotadas tras las festividades de las últimas navidades. Ha sido bastante habitual que muchas de ellas expresaran:
Estamos a primeros de año y ya siento un agotamiento brutal…
En las conversaciones que he tenido durante estos días, procurábamos reflexionar sobre lo que había sucedido durante las fiestas, incluso durante todo el mes de diciembre. Me contaban que habían podido reunirse con sus familias, o que no habían podido reunirse por razones relacionadas con el Covid-19; me contaban que se habían sentido extrañas, como fuera de lugar, durante las reuniones con su familia, o que habían vivido con angustia o con ansiedad los días previos a las “fechas clave”, por temor a estar contagiados y no poder reunirse.
Como he tenido muchas veces esta conversación en la última semana, os presento una versión de la misma, que creo que resulta explicativa:
- Entonces, ¿ha sido como esperabas?
- No, desde luego que no.
- ¿Cómo te habías imaginado que serían estas navidades?
- Pues… no sé, sobretodo pensaba que me sentiría bien al ver a mi familia. Fueron días muy tensos los previos a Nochevieja porque no quería faltar a la cena con la familia, pero en cualquier momento te puedes contagiar de Covid y echar al traste la reunión, con la ilusión que nos hacía desde hacía meses.
- Entonces, los días previos a la Nochevieja, estabas pensando que tal vez no podrías reunirte con tu familia. ¿Qué sentías al pensarlo?
- Bufff, angustia, como un nudo en el estómago; y miedo, y frustración, y ansiedad…
- Un auténtico “cocktail” emocional.
- Sí, y sin saber si, haciendo todo bien, no se contagiará otro familiar y no pueda venir tampoco a la cena.
- Así que también, con todo eso que pensabas y sentías, le podemos sumar la sensación de no controlar el resultado final.
- Totalmente.
- Pero finalmente, sí pudisteis estar todos juntos.
- Asi es. Nos hicimos test de antígenos y fueron todos negativos. Aunque no fuera una garantía total, al menos cenamos juntos.
- ¿Y pudiste disfrutarlo?
- No del todo.
- ¿Y eso?
- Porque era “raro”. No me sentía cómodo abrazando a mi familia, así que apenas los saludé. Los echo de menos, quiero abrazarlos, pero me da miedo que se contagien. Separamos un poco los espacios entre comensales, teníamos las ventanas abiertas, algunas personas de la familia no se quitaban las mascarillas excepto para comer. Se notaba la tensión. Era muy difícil…
- Lo describes como una alegría contenida.
- Sí. Al menos pudimos estar juntos.
- Es verdad.
- ¿Sabes una cosa? Me siento un poco culpable al decirlo así pero me parece que las navidades pasadas fueron más fáciles. Sí, fueron muy tristes y duras, es verdad, pero ya lo teníamos claro desde meses antes: nosotros decidimos que no nos íbamos a reunir.
- Quizá tengas razón y aunque fueron más tristes, el año pasado resultó más fácil. Tiene que ver con las expectativas. El año pasado asumiste que no podrías reunirte y ajustaste tus expectativas para sobrellevarlo. Este año, por lo que dices, tanto tu familia como tú teníais la expectativa de reuniros desde hace bastante tiempo, pero cuando en diciembre se dispararon los contagios de Covid-19 todos dudasteis (dudamos) de que pudiera cumplirse. Y al no poder controlar las variables por completo, ha habido una sensación de incertidumbre extrema en las semanas previas a las navidades, que se ha mantenido durante las semanas que han durado las festividades. ¿Crees que no poder ajustar tus expectativas a lo que deseabais ha dificultado la experiencia?
- Si, es así por completo.
- ¿Y ahora? Una vez pasadas estas fechas, ¿cómo te sientes?
- Totalmente agotado. No tengo fuerzas. Me cuesta todo un mundo. Es pensar en levantarme mañana y me pesa todo el cuerpo…
Obviamente, esta conversación ficticia no representa con fidelidad la diversidad de opciones que cada persona ha experimentado, pero representa bien no solo la vivencia de estas navidades para muchas personas, o el agotamiento con el que afrontan este inicio de año, sino también el efecto que las expectativas han tenidos en todos nosotros en las últimas semanas. Y no ha resultado fácil ajustarlas porque dicho ajuste pasaba por gestionar emociones diferentes: ilusión, miedo, frustración, rabia, tristeza…
Muchas personas creen que ajustar las expectativas es no esperar nada de los demás ni de las situaciones, eliminando así la ilusión y la esperanza de la ecuación. En parte, esa creencia de ajustar las expectativas a cero se basa en la supuesta eliminación de la frustración y en la posibilidad de que si luego la cosa va más o menos bien, “eso que me llevo“. Pero vivir sin esperar nada de la vida, es muy duro. No solo porque sea difícil, sino porque desequilibra nuestras percepciones, generando una sensación de que en la vida la “norma” es que pasen cosas malas y la excepción es que pasen cosas buenas. Esa sesgo cognitivo de sobregeneralización es peligroso, puesto que sienta las bases de una visión pesimista del mundo, demasiado cerrada para apreciar la posibilidad de que lo “bueno” también ocurre.
No se puede vivir sin expectativas. Cuando en 2020 afrontamos la navidad con las expectativas ajustadas sabíamos lo que podíamos esperar, lo que nos generó una sensación de control. Estás navidades, en 2021, no pudimos hacer un adecuado ajuste de expectativas por los rápidos y hasta cierto punto inesperados cambios en el número de contagios, de manera que nos ha expuesto a una incertidumbre extrema. En esta incertidumbre hay que adaptarse con más rapidez a cambios continuados, lo que implica una gestión eficiente de emociones como la sorpresa, el enfado, la frustración, ante lo que aparece novedoso. También hay que seguir viviendo y eso supone, cuando la adaptación a la situación implica aceptar una pérdida, convivir con la tristeza. Pretender no tener ninguna expectativa parte del deseo de no querer sentir nada de esto; y aunque nos empeñemos, negar que sentimos lo que sentimos, ignorar nuestras emociones, minusvalorar que las sentimos porque “no deberíamos sentirnos así” supone un enorme desgaste.
Como parte del afrontamiento de esta situación, el agotamiento se ha manifestado como falta de motivación para afrontar las tareas del día del día, pensamientos de anticipación de sobre la falta de deseo para ir a trabajar o levantarse por las mañanas, estado de ánimo triste, anhedonia en algunos casos, dificultades para conciliar el sueño, sensación de agitación o nerviosismo, dificultades de concentración, etc., todos ellos en una intensidad moderada.
Estas emociones, estas sensaciones y pensamientos, dificultan la experiencia del día a día; la tendencia a “menospreciar” dichos síntomas, a no tenerlos en cuenta porque “hay gente que está mucho peor“, solo empeora la situación. Aunque sean leves, hemos de procurar poner en marcha algunos de nuestros recursos para reducir su impacto, y no tanto para eliminarlos. Estos síntomas son una consecuencia de la situación que estamos viviendo, pero también son una parte del proceso de cambio y adaptación a la misma. Y dicha adaptación no consiste en resignarse, encogernos de hombros y decirnos: “esto es lo que hay“.
El ajuste adecuado de expectativas a la situación de incertidumbre, al agotamiento, a la vuelta a nuestra realidad, debe partir de la aceptación de lo que estamos experimentando, para poder manejarlo; pero después, también hemos de desarrollar recursos de afrontamiento óptimos: no exigirnos estar como no podemos estar, sino que, partiendo de cómo me siento, poner en marcha algunas rutinas posibles que puedan generar emociones agradables, sensaciones positivas y que faciliten la posibilidad de generar pensamientos de ilusión y esperanza.
En algunas de mis siguientes publicaciones quiero compartir mis reflexiones sobre cómo gestionar la incertidumbre, las emociones que emergen como consecuencia de vivir percibiendo esa falta de locus de control interno, así como el diseño de propuestas para lidiar con ello. Porque, quienes me conocen mejor, saben que suelo decir que “la clave del éxito está en aprender a gestionar la incertidumbre“.
Por supuesto, mis publicaciones no sustituyen en ningún caso el proceso de terapia para quien lo pueda necesitar, individualizado, exhaustivo en su evaluación y con un diseño de intervención específico de cada persona. Quiero que este 2022, el blog sea un lugar de reflexión compartida, primero conmigo mismo, pero también para toda persona que tenga ganas de de participar. Os espero.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
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