La Paradoja del Ataque de Pánico
Desde hace unos años, pero de forma mucho más frecuente durante 2017, muchas personas que han acudido a la consulta para resolver una demanda relacionada con los Ataques de Pánico. Al consultar a otros colegas de profesión hemos constatado un incremento significativo de las consultas relacionadas con problemas de ansiedad, especialmente relacionadas con Ataques de Pánico. La prensa también se ha hecho eco sobre el creciente problema de la ansiedad en nuestra sociedad; podéis leer un interesante artículo aquí.
Muchos pacientes manifiestan que sus experiencias iniciales de Ataque de Pánico han sido tan desagradables, tan terribles, que llegaron a pensar que estaban sufriendo un infarto, que podían morirse. En muchos casos, las personas alrededor acababan llamando al 112 y siendo antendidos por personal sanitario de una ambulancia y siendo trasladados a Urgencias. Esta misma experiencia, en muchos casos, confirma a los propios pacientes que algo muy malo podría pasar.
Uno de los casos que atendí el año 2017 contaba que su primer ataque de pánico fue tan intenso que llamaron a una ambulancia y le trasladaron a Urgencias. Allí, el personal sanitario activó el protocolo diagnóstico habitual que trata de descartar la posibilidad de un infarto de miocardio: le hicieron un Electrocardiograma (ECG) y tras descartar el infarto le administraron un ansiolítico (un fármaco que trata los síntomas de ansiedad, reduciendo, en el mejor de los casos, la respuesta fisiológica del organismo).
Durante todo el proceso, el traslado en ambulancia, el ECG, la “breve” espera hasta confirmar diagnóstico (30 minutos en total, lo que considero una respuesta muy efectiva), el paciente no recibió ninguna información, ninguna comunicación sobre lo que estaba ocurriendo. De manera que su interpretación durante todo el proceso: “me estoy muriendo, me está dando un infarto, y estas pruebas lo confirman” fue configurando el MIEDO que posteriormente acaba convirtiéndose en la variable de mantenimiento más importante que explica la aparición de los siguientes ataques de pánico.
(No quiero que se interprete esta observación como una crítica hacia los servicios de emergencia, ni mucho menos. Yo mismo durante el año 2016 acudí 2 veces a urgencias por fuertes dolores en el pecho y pasé ambas veces por el protocolo anteriormente descrito. En mi caso, era una lesión en mi espalda que acabó provocando dolor en múltiples zonas de mi espalda y torso).Las variables que explican el primer ataque de pánico y las variables que mantienen los siguientes ataques de pánico suelen ser diferentes. De hecho, es así para la mayoría de los problemas psicológicos que atiendo en la consulta: lo que origina el problema no suele tener que ver mucho con lo que lo mantiene. Y los cambios que son posibles para superar esos problemas, incluyendo el ataque de pánico, tienen que ver con la modificación de las variables que mantienen el problema: cambiando la conducta, la manera de afrontar esas situaciones, se puede superar el problema.
Si os habéis fijado, he hablado de miedo y ansiedad como conceptos diferentes, aunque tienen relación de influencia entre sí. Muchas personas que conozco utilizan ambos términos como sinónimos, para referirse a experiencias que abarcan desde los pensamientos, las creencias, las reacciones fisiológicas, las emociones… Más allá de la preferencia de un profesional sanitario y su modelo de referencia (modelo médico, modelo psicológico bio-psico-social, etc.), he visto que muchos de mis pacientes se sienten confusos cuando hablan de sus experiencias de ansiedad, de sus ataques de pánico.
En la fase inicial del tratamiento, lo que muchos de mis colegas llamamos “psico-educación” tratamos de, tras evaluar el problema, clarificar términos con el paciente y crear un lenguaje común que facilite la comprensión de cómo funciona el problema. En esta fase, y basándome en la propuesta de tratamiento para los Ataques de Pánico del psicólogo italiano Giorgio Nardone (1), considero que resulta útil utilizar de manera diferente los términos ansiedad y miedo; así ayudamos al paciente a identificar mejor lo que le ocurre y qué tipo de herramienta utilizar:
- Entendemos por Ansiedad todas las reacciones fisiológicas del organismo: respiración entrecortada, pulso acelerado, taquicardia, tensión muscular, etc.
- El Miedo son las percepciones, pensamientos e interpretaciones que hacemos sobre la situación, tanto antes, durante, como después de las manifestaciones fisiológicas del organismo.
Eliminando la “confusión” terminológica, facilitamos que los pacientes reconozcan mejor lo que les ocurre y utilicen las herramientas apropiadas para cada ocasión.
Lo que ocurre en muchos casos antes de que los pacientes acudan a la primera consulta es que ha habido muchos más Ataques de Pánico desde el primer ataque de pánico. La mayoría de los pacientes, a partir del primer ataque de pánico, desarrollan lo que se conoce como “miedo al miedo”, que, en el caso de la terminología que utilizo en la consulta, es tanto un “miedo a la ansiedad” (a los síntomas de ansiedad) como un “miedo al miedo” (es decir, miedo a estar en situaciones que puedan provocar ataques de pánico).
Es a partir de este momento, en un intento de controlar un nuevo ataque de pánico, que un porcentaje altísimo de esos pacientes desarrolla sus propias estrategias de afrontamiento ante la aparición de los síntomas que ellos identifican como un posible ataque de pánico:
- Evitar situaciones en las que se ha producido algún ataque de pánico, o que potencialmente les generen síntomas fisiológicos de ansiedad.
- Escapar de situaciones en las que sienten que se están poniendo nerviosos o tienen síntomas de ansiedad.
- Ante cualquier cambio fisiológico interno, se autoexploran en busca de la confirmación de que están bien, o de que tienen ansiedad, o de que van a sufrir un nuevo ataque de pánico.
- Buscar ayuda para afrontar el miedo a las situaciones que podrían provocar ataques de pánico, pero de una forma disfuncional: solicitan ayuda para hacer cosas que podrían hacer sin esa ayuda, desarrollando una percepción de incapacidad y una potencial dependencia de los demás.
- Hacer ejercicios de respiración profunda. Esto provoca que, en el momento en el que sienten reacciones de ansiedad, presten una atención excesiva a su respiración, lo que también genera una mayor atención al resto de reacciones fisiológicas, lo que acaba creando la percepción de miedo a perder el control. Esta estrategia de respiración profunda, o los ejercicios de relajación muscular progresiva, pueden funcionarle a algunas personas, pero en mi experiencia profesional distan mucho de ofrecer resultados universales.
Estas mismas estrategias son, en gran medida, las que mantienen el problema y provocan un efecto paradójico: en el intento de controlar sus ataques de pánico, autoexplorándose, tratando de relajarse y respirar profundo, acaban perdiendo el control y sufriendo nuevos ataques de pánico.
Es algo que me he encontrado en la consulta en el 90% de casos cuya demanda principal eran los ataques de pánico. Si en la primera fase del tratamiento, que como señalé antes, llamamos “psico-educación“, aclaramos los términos y los pacientes discriminan mejor lo que les está ocurriendo, la adherencia al tratamiento posterior, que siempre tiene matices diferentes, es mayor.
Y esto es importante, porque muchos pacientes que sufren ataques de pánico de forma recurrente han aprendido unas herramientas de gestión disfuncionales pero a las que les resulta muy complicado renunciar. Hablarles del efecto paradójico del intento de control que lleva al descontrol, y que tienen que renunciar a seguir haciendo lo que habitualmente hacen, les genera un poco de (o mucha) intranquilidad. Una vez descubierta esa paradoja (que cuanto más tratan de controlarlo, más incontrolable parece) se trata de utilizar las herramientas adecuadas a cada una de las variables habituales que mantienen el problema. Si utilizamos una herramienta para enfrentarnos al miedo cuando lo que sentimos es una reacción fisiológica de ansiedad, seguramente no funcionará; del mismo modo, si tenemos pensamientos intrusivos de miedo y los afrontamos con una técnica de reducción de la ansiedad, seguramente tampoco funcionará.
Una adecuada evaluación (para descubrir cómo se mantiene el problema), junto a la fase de psico-educación anteriormente explicada, y una adecuada selección de técnicas para el afrontamiento de la ansiedad, por un lado, y del miedo, por otro, serán el camino para resolver el problema de los ataques de pánico de forma rápida y eficaz (2).
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
(1) Podéis saber más sobre el tratamiento de los Trastornos de Ansiedad propuesto por el Profesor Giorgio Nardone, de la Escuela de Terapia Breve Estratégica de Arezzo en los siguientes libros:
(2) También recomendamos la lectura del manual de “Terapia Cognitiva para Trastornos de Ansiedad“, de David A. Clarck y Aaron T. Beck.
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