Con la mejor de las intenciones…
Siempre me ha interesado el tema de la comunicación. Me parece que es una herramienta esencial para que cualquier objetivo pueda cumplirse, independientemente de lo que nos propongamos, porque casi todo lo que tiene que ver con los seres humanos implica una interconexión con los demás. Obviamente, si tu trabajo consiste en comprender y ayudar a las personas, manejar con eficacia y maestría la comunicación es un objetivo imprescindible.
Corría el final del año 2007 cuando, profundizando en mi conocimiento del arte de comunicar, cayó en mis manos el libro “El Diálogo Estratégico” de Giorgio Nardone. Me pareció tan interesante que decidí formarme en el “Master en Comunicación y Problem Solving Estratégico“, formación acreditada y dirigida por el mismo Profesor Nardone. Ahí empezó mi “idilio” con esta metodología que, hoy por hoy, forma parte de mis habilidades como psicoterapeuta, consultor y formador.
Cuando utilizas la metodología del Problem Solving y, por extensión, la metodología estratégica, abandonas poco a poco la idea de encajar la teoría en una realidad concreta, pasando a una visión constructivista en la que solamente se puede descubrir el problema a través de las soluciones.
Durante uno de mis talleres en un centro escolar, en relación a los estilos educativos, muchos padres y madres expresaban sus opiniones respecto a cada uno de los estilos. Todos mostraban su desacuerdo ante el autoritarismo, ante la permisividad, se sentían bastante cómodos e identificados con el modelo democrático; sin embargo, el “cortocircuito” apareció cuando hablamos del modelo hiperprotector. En este caso, no eran capaces de ponerse de acuerdo y muchos manifestaron las ventajas de proteger a los hijos, auque era aparentemente imposible que acordasen hasta dónde. Para algunos, ir a recoger a sus hijas e hijos a las 2 o 3 de la mañana a la puerta de la discotecta era una forma sana de protegerles, “porque el mundo es muy peligroso, pero a esas horas mucho más“. Parece que el miedo era una emoción compartida por ese grupo de padres y madres que tenían estas respuestas en común cons sus hijos e hijas en edad de salir hasta la madrugada.
Les pregunté si se comportaban de forma protectora en otros contextos con esos hijos o, si tenían hijos más pequeños, si eran también protectores de una u otra forma. Todos y cada uno de los padres y madres presentes reconocieron diversas formas de “protección”: plancharles la ropa para que les quede bien, porque ellos no saben; llevarles y traerles de los entrenamientos, porque no saben ir solos… Formas algunas evidentes y otras sutiles a partir de las cuales los hijos obtenían una ganancia que, al mismo tiempo, supone una pérdida. Todas formas de hiperprotección.
Cuestionados sobre el comportamiento de los hijos, reconocían que estos eran más pasivos, más exigentes cada vez en más cosas…
Planteé entonces una de las tećnicas clásicas propias del Problem Solving Estratégico, que intenta desvelar cómo los problemas se mantienen: la técnica de Cómo Empeorar. Pregunté al grupo que, si quisieran empeorar la situación, en lugar de mejorarla, ¿qué tendrían que hacer o dejar de hacer?
“El que quiere enderezar algo, primero ha de aprender a retorcerlo aún más“.
En mi experiencia, cuando he realizado esta propuesta en grupo o en situaciones individuales, el lenguaje no verbal de las personas indica clarametne que están sorprendidos, pero hasta tal punto que no se pone en marcha un cuestionamiento de la propuesta.
En el caso que estoy comentando, poco a poco empezaron a mencionar divesas cosas que podrían hacer para empeorar la situación, desvelando así una forma de autoengaño compartido: cuantas más cosas hacían por, o en lugar de sus hijos, más exigentes y tiranos se estaban volviendo. Terminamos esta sesión del taller pidiéndoles que, de forma individual, en relación a su propia familia, siguieran indagando con ese mismo ejercicio de cómo empeorar.
Antes de concluir, añadí una última frase con la que cerramos ese encuentro, citando a Oscar Wilde: “A veces, con la mejor de las intenciones, conseguimos los peores resultados“. En una intervención estratégica buscamos evocar sensaciones utilizando aforismos y citas que, en determinados contextos, complementan emocionalmente lo que se ha trabajado de una forma más lógico-racional.
Tres semanas después, nos reencontramos y analizamos elr esultado del trabajo que habíamos acordado. Casi todas las familias habían mantenido su compromiso y se había producido en ellas un resultado interesante; a la luz de las cosas que habían ido anotando (y tambíen de las anotadas hacía 3 semanas), habían “descubierto” que habitualmente, sin habérselo planteado atnes, hacían cosas que consideraban en el listado que empeoraban la situación… Y habían decidido abandonar muchas de esas actitudes y comportamientos, observando en tan poco tiempo una serie de resutlados que consideraban muy positivos: sus hijos, que al principio se habían incluso enfadado por el abandono de ciertos comportamientos, de pronto habían adoptado soluciones por sí mismos, bastante responsables y adaptativas.
En el seguimiento a 3 meses de este taller, muchas familias siguieron en contacto conmigo informándome de mejoras aún más significativas a través del abandono de estos comportamientos hiperprotectores. En el taller se trabajaron muchas maś cosas, que también contribuyeron a la mejora de las situaciones que se plantearon en el mismo, pero este pequeño relato supone un ejemplo de cómo se pueden conseguir resultados eficaces con intervenciones aparentemente pequeñas.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
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