Quejarme: ¿sirve de algo?
Tras una jornada de trabajo agotadora y en la que hemos tenido que afrontar diversos momentos de tensión, fracaso en los objetivos inmediatos y retrasos en el transporte público, llegamos a casa con la necesidad de expresar emociones y sentimientos. ¿Cómo nos expresamos? ¿Qué palabras elegimos y con qué intensidad las manifestamos? ¿Durante cuánto tiempo nos “quejamos” de lo sucedido?
La RAE define la Queja como “expresión de dolor, pena y sentimiento” y también como “resentimiento, desazón”. En principio, la queja cumple una función importante en la elaboración de emociones, al “soltar” eso que nos genera desazón. Sin embargo, del mismo modo que inicialmente quejarnos puede ayudar a sentirnos mejor, continuar repitiendo las quejas una y otra vez, puede tener consecuencias muy negativas tanto para nosotros como para nuestras relaciones más significativas.
La mayoría de las personas que se quejan de lo que les genera desazón lo hacen, como decíamos, porque sienten alivio al hacerlo; sin embargo, la continua repetición de las quejas no solo no genera alivio, sino que puede suponer una carga para el que recibe y escucha esas quejas.
Además, la continua queja provoca que no haya una “desconexión” real de la situación que ha generado la desazón y el dolor. La queja no nos orienta hacia la solución de los problemas, sino que gira en forma de círculo en torno al problema, al dolor y a la desazón. Algunas personas repiten la queja no solo porque creen que les alivia (y así sucede al principio) sino que también creen que les acercará a una solución en algún momento. En ese sentido el mecanismo es similar al de la preocupación, en el que inicialmente las personas que se preocupan sienten que están empezando a resolver un problema puesto que perciben que están buscando soluciones, pero a medio plazo la estrategia de la preocupación no es funcional ya que no ejecuta acciones que supongan una solución real, al tiempo que pensar todo el tiempo en esa preocupación incrementa y mantiene la ansiedad. Del mismo modo, repetir la queja hace que revivamos la experiencia una y otra vez, pasando de resultar aliviante al principio, a ser ansiógeno más adelante, incrementando nuestro malestar.
Desde un punto de vista funcional la queja no es una estrategia adecuada para afrontar y resolver un problema concreto. Puede resultar mucho más útil posicionarse desde la protesta hacia las acciones específicas que pueden suponer una solución real.
La RAE define la Protesta como la “acción y efecto de protestar” y también como “promesa con aseveración o atestación de ejecutar algo”. En este sentido, la protesta incluye la expresión de emociones y la promesa de ejecución de acciones específicas en busca de una solución. Desde este punto de vista, la protesta por una situación que consideramos injusta o que nos genera desazón y dolor, supone la puesta en marcha de los siguientes pasos:
- Expresar las emociones y sentimientos: al contar lo sucedido expresamos nuestras emociones y las “soltamos”, podemos elaborarlas y dejarlas marchar. Además, podemos lograr el consuelo y el apoyo de la persona a quien elegimos contarlo.
- Elaborar un plan de acciones en busca de una solución: al orientarnos hacia la solución dejamos de lado el problema y las emociones que nos generó, nos enfocamos en las posibles acciones que pueden ayudarnos a resolver la situación.
- Poner en marcha el plan: las acciones son las que acaban generando cambios y construyendo nuevos escenarios. Ejecutarlas nos acercará a la superación de la situación y al conseguirlo experimentaremos emociones positivas, sensación de dominio y empoderamiento.
La queja como mecanismo de afrontamiento es ineficaz en la medida que puede tener consecuencias adversas, nos impide elaborar las emociones, intensifica nuestro malestar, nos aleja de las soluciones y frecuentemente supone una sobrecarga en las relaciones en las que volcamos dichas quejas. La protesta, en cambio, puede ser un mecanismo de afrontamiento mucho más funcional, nos permite expresar emociones sin una excesiva repetición, encontrando más eficazmente el apoyo de nuestras personas de referencia y nos orienta hacia la búsqueda de soluciones a través de acciones específicas.
Tony Corredera.
Director de Crecimiento Positivo.
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