Motivación y Voluntad
Ana se ha levantado hoy de nuevo cansada, ha dormido sus horas pero no se siente recuperada; lleva varios días así, navegando entre la apatía, la tristeza y la desgana. Aunque sabe que cada vez queda menos para entregar su encargo, no termina de iniciar el proceso, de poner en marcha en marcha los pasos que ha repetido con éxito en el pasado. Se percibe bloqueada, le falta algo que considera primordial para que todo sea más fácil. Ana no está motivada.
En los últimos tiempos, he encontrado cada vez con más frecuencia una creencia presente en muchas personas que se sienten bloqueadas en la búsqueda de sus objetivos, y afligidas por una situación que les aleja de su felicidad. Todas estas personas tienen en común no solo esta creencia sino también es frecuente que se sientan aisladas, tristes e indefensas. La creencia que comparten se formula más o menos así:
“…no me siento motivado para hacer esta tarea (objetivo, actividad) y por eso no lo hago…”.
Podemos considerar esta una postura lógica, ya que casi todos hemos tenido alguna experiencia en la que estando profundamente motivados, las acciones se dirigen hacia nuestros objetivos con mayor facilidad. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando no estamos motivados para hacer algo, bien porque la propia actividad no nos guste, bien porque no sentimos el impulso de la motivación para comenzarla? Y, ¿cómo podemos llegar a sentir esta motivación? ¿Será que hemos de esperar a que “surja“?
La Motivación es “la acción y efecto de motivar“, según la Real Academia de la Lengua Española (RAE), aunque también la define como un “ensayo mental preparatorio de una acción para animar o animarse a ejecutarla con interés y diligencia“.
También podemos entenderla como “tener motivos para“. Sin embargo, y aunque estas definiciones pueden ayudar a comprender el término, es el uso que le damos en nuestro sistema de creencias el que puede resultar facilitador o bloqueante. Cuando consideramos la motivación como el motor principal que impulsa nuestras acciones, podemos caer en la trampa, en el autoengaño, de creer que si no estamos motivados, no podemos ponernos en marcha, resultado de lo cual nos bloqueamos, nos detenemos, decidimos no continuar (y en el peor de los escenarios, no comenzar).
Imaginemos una situación en la que Ana, nuestra amiga del inicio del artículo, se siente triste, por la razón que sea; no se trata de una tristeza desgarradora y desesperada, sino de una emoción de intensidad moderada o leve. Ana sabe que si llama a un amigo para salir un rato, charlar, ir de paseo, tomar algo o realizar una actividad agradable de otro tipo, como hacer ejercicio o ir al cine, podría sentirse mejor. De hecho, sabe que, en el pasado, cuando ha realizado alguna de estas actividades, ha sentido emociones positivas. Sin embargo, en este caso, Ana se dice a sí misma que no está motivada, que no siente la motivación “suficiente”, y no pone en marcha ninguna de las acciones anteriormente comentadas. Ana no está motivada y decide no realizar una actividad que mejoraría su estado de ánimo.
Dicho de otro modo, rechaza afrontar su tristeza diciéndose que ha de esperar a estar motivada, animada (en resumen, a no estar triste), para hacer algo al respecto. Resulta paradójico esperar a no estar triste para afrontar la tristeza, ¿no? A pesar de que todos veamos esta contradicción, en ocasiones también hemos sido víctimas de esta creencia y forma de actuar, y hemos sido testigos de ello a través de las personas que nos rodean. El autoengaño de la motivación como motor principal de las acciones es lo que mantiene el estado de ánimo de Ana, contribuyendo posiblemente a que las cosas empeoren: ¿verdad que podemos intuir qué ocurriría si estando tristes nos quedamos en casa mirando la pared?
¿Qué puede hacer Ana, o cualquier persona, para desbloquear esta situación? Lo cierto es que es sencillo comprender que si actuamos, posiblemente la situación cambie, dado que cuando realizamos una actividad que consideramos agradable, conectamos con la posibilidad de experimentar emociones positivas. La creencia antes mencionada, nos lleva al error de no actuar, porque coloca a la motivación como motor principal, cuando, en realidad, la motivación es un resultado.
Cuando no estamos motivados para hacer algo que sabemos que es positivo para nosotros mismos, porque genera emociones positivas, porque contribuye a nuestro bienestar, porque nos conecta con nuestras relaciones más positivas y significativas, hemos de poner en marcha otros recursos personales, otras creencias, que nos faciliten la iniciación de las acciones necesarias para desbloquearnos: es el momento de activar la Voluntad como recurso personal.
La RAE entiende la voluntad como la “facultad de decidir y ordenar la propia conducta“, entre otras acepciones, de las cuales destaco la siguiente, “intención, ánimo o resolución de hacer algo“.
La Voluntad, entendida como la decisión consciente de tomar la responsabilidad de dirigirme hacia un objetivo determinado, expulsa a la motivación del papel de motor principal, y pone en marcha acciones óptimas que pueden facilitar la aparición de emociones positivas de diverso tipo. El resultado de todo esto puede ser la aparición de la motivación, que en futuros ensayos facilitará que nos pongamos en marcha con la tarea con mayor facilidad.
Sin embargo, tomar conciencia de estas creencias y aceptar la responsabilidad de cambiar su orden de influencia, si bien es importante, no es suficiente para desbloquear la situación. Dado que las acciones y actividades que generan emociones positivas, que generan cambio y movimiento, son conocidas, hemos de aplicar una serie de Autoinstrucciones sencillas que nos ayude a comenzar la cadena de acciones.
Por ejemplo, Ana sabe que si llama a su amigo Juan para salir a pasear por el parque cerca de su barrio, habitualmente esta actividad y la compañía de su amigo son suficientes para comenzar a sentir emociones positivas; entonces, Ana podría comenzar a decirse a sí misma, en voz alta, “voy a coger el teléfono” (y cogerlo), “voy a marcar el número de Juan” (y marcarlo) y “voy a proponerle ir al parque a dar un paseo” (y proponerlo cuando Juan haya respondido). Esta cadena de “autoinstrucciones“, facilita encadenar los comportamientos que pueden desbloquear la situación.
Si ponemos en marcha nuestros recursos personales para activar repertorios conductuales positivos, aunque no nos apetezca demasiado comenzar, es posible que si los hacemos igualmente entremos en contacto con emociones positivas y disfrutemos de esas actividades que, previamente, nos daban “pereza”. Utilizar este mecanismo para transformar esta anécdota en hábito, puede tener como resultado la aparición de la motivación, que será un importante impulsor que facilite el mantenimiento de estos hábitos que fomentan nuestro bienestar.
Tony Corredera Larios.
Director de Crecimiento Positivo.
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